Como uno de los postulados de nuestra investigación, tenemos el conjunto de conclusiones de autores como Saldarriaga y Dávila (2004; 2007; 2012) a propósito de la apropiación del positivismo en Colombia. Ellos afirman que hacia 1870, después de la fundación de la Universidad Nacional y de la polémica académica conocida como Cuestión textos2, el campo de saberes sobre el “hombre” tuvo una “ruptura epistémica” gracias a la introducción de la distinción teórica entre las “ideas objetivas” y las “ideas subjetivas”. Ese campo de saber compuesto hasta entonces por la gramática general, la ideología y la economía política, sufrió una transformación de sus métodos a través de la apropiación de las nociones y de los métodos provenientes de las ciencias experimentales, que circularon principalmente con el libro de Claude Bernard L’Introduction à la méthode de la médicine expérimentale (1865). Aquella distinción permitió una operación epistemológica con efectos políticos: salvaguardar la validez del antiguo régimen de veracidad de la ciencia racional —la existencia de verdades universales, absolutas, inmutables— y, al mismo tiempo, incorporar el nuevo régimen de veracidad de la ciencia experimental —la existencia de verdades, también universales, pero relativas y mutables—. Este es el fondo del trabajo que las distintas escuelas positivas realizaron en América Latina (Saldarriaga, 2004; Dávila y Saldarriaga, 2012).
En Colombia, tal ruptura significó que hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX los métodos y los valores de las ciencias experimentales o positivas dominaron el campo epistemológico, donde se entrecruzaron de una manera compleja las ciencias humanas y las ciencias naturales. Todos los intelectuales colombianos, entre ellos los pensadores católicos, se encontraron forzados al efecto retórico de legitimar sus discursos con las ciencias. Así, los conceptos que fueron apropiados o formulados debieron ser efectivamente construidos según las nuevas reglas de producción de verdad. Incluso la religión debió ser validada en el dominio de las ciencias positivas, y en ese proceso circularon, en todas las direcciones, nociones, conceptos, metáforas y métodos entre las ciencias naturales, las ciencias humanas, los discursos políticos y los discursos religiosos y morales.
Ensamble estratégico de lo múltiple
Esta segunda parte trata de la definición y uso del concepto operativo de “dispositivo”.3 Nos aproximaremos a la obra de Michel Foucault, para comprender la forma en que ese concepto responde a exigencias y necesidades propias de la búsqueda intelectual del autor, por lo cual examinaremos su rol e importancia en las investigaciones concernientes a las relaciones entre saber y poder.
Es evidente que en la obra de Foucault existen conceptos importantes alrededor de los cuales se buscarán definiciones precisas para poder desplegar su significado y su alcance teórico. Sin embargo, abordar de esa manera conceptos como enunciado, discurso, dispositivo, biopolítica, poder, saber, episteme, entre otros tantos, no es necesariamente la vía más apropiada para comprenderlos. Como se ha dicho en repetidas ocasiones, más que un sistema filosófico, la obra de Foucault funciona como una caja de herramientas y, en ese sentido, hay una severa distancia con relación a las definiciones y a la coherencia de las filosofías sistemáticas. Eso no quiere decir que en la obra de Foucault no exista un plan de trabajo, un cuadro de direcciones posibles o una preocupación metodológica para producir nociones y conceptos operacionales. Cuando hacemos referencia a la caja de herramientas, queremos insistir más en el plano del procedimiento que en la zona de las definiciones de un pensamiento que navegó continuamente, que siempre permaneció en movimiento y en el que las seguridades podían volver fácilmente al estado de duda y de incertidumbre. En resumen, un pensamiento que en su movimiento se transformaba y al que no le era ajena la contradicción.
En ese orden de ideas, abordar el concepto de dispositivo no equivale a buscar el lugar y el momento exacto en el que la definición pudo haber sido construida, ni a reconstituir los trazos para ofrecer una definición por lo demás nunca propuesta. Si bien no pretendemos abandonar las indicaciones realizadas por el mismo Foucault en el caso particular del concepto de dispositivo, nos parece más interesante dar cuenta de su operatividad, de la maniobrabilidad que este permitió, de su pertenencia a las herramientas de Foucault. Dicho de otra manera, queremos intentar responder a preguntas como: ¿qué es lo que el concepto de dispositivo permitió hacer a Foucault?; ¿bajo qué tipo de procedimiento aparece este en su obra?
En una entrevista de 1977 para el Bulletin périodique du champ freudien, Foucault hace una aproximación entre dispositivo y episteme. En ese pasaje, dice:
Lo que quisiera hacer, es intentar mostrar que lo que llamo dispositivo es un caso mucho más general de la episteme. O mejor, que la episteme es un dispositivo específicamente discursivo a diferencia del dispositivo que es discursivo y no-discursivo, sus elementos son mucho más heterogéneos (Foucault, 2001, p. 300).4
El concepto de episteme surge para analizar las condiciones de posibilidad que determinaron el funcionamiento de ciertas formaciones discursivas en la cultura occidental (Foucault, 1992). Episteme del siglo XVI, episteme clásica, episteme moderna: he aquí tres momentos de configuración. Tres superficies donde los elementos discursivos dispersos entran en relación, creando formas particulares de saber. No obstante, la episteme se limita al orden del discurso, a las relaciones enunciativas, a la forma de lo enunciable (Deleuze, 1989). Aunque el concepto de episteme remite a una multiplicidad y a una pluralidad de enunciados, estos permanecen inscritos en la dimensión del discurso. La episteme nos lleva a la economía de enunciados en el interior del campo de producción de discursos. Por su parte, con la noción de dispositivo, la multiplicidad de enunciados puede ser entendida en su relación con heterogéneos elementos no-discursivos. La idea de dispositivo permite el despliegue de otras dimensiones con relación al discurso sin limitarse necesariamente a él. Es decir, con la noción de dispositivo se adquieren nuevas dimensiones, crecen las relaciones posibles, se extiende la heterogeneidad de líneas constitutivas. Ya no se restringe a lo meramente discursivo, sino que se favorece la agrupación de elementos no-discursivos, lo que permite que el concepto de episteme aumente su volumen y se modifique. Ante esa modificación surge la necesidad de otra palabra, de otro apelativo: dispositivo.
Si bien es en Les mots et les choses (1992) donde Foucault hace uso del concepto de episteme, no es allí donde menciona el enlace entre los elementos discursivos y los no-discursivos. Aunque dejada en la sombra, tal articulación heterogénea será esbozada teóricamente por primera vez en L’archéologie du savoir (Foucault, 2008). En efecto, uno de los propósitos de la arqueología, dice Foucault, es definir las formas específicas de articulación entre las formaciones discursivas y los dominios no-discursivos como las instituciones, los acontecimientos políticos, las prácticas y los procesos económicos, etc., pero a un nivel diferente del análisis simbólico y del análisis causal. Para la arqueología, se trata de mostrar cómo una práctica como la política hace parte de las condiciones de emergencia, de inserción y de funcionamiento de los discursos. En otras palabras: el discurso como práctica que se dirige a un campo de objetos que se encuentra entre las manos de un cierto número de individuos con ciertas funciones en la sociedad, se articula con prácticas que le son externas y que no son discursivas, pero son parte de su existencia y de su funcionamiento (Foucault, 2008). En una entrevista de 1971 Foucault (2001) afirma que el texto La arqueología del saber no expone una teoría pues, por ejemplo, él no “sistematizó las relaciones entre las formaciones discursivas y las formaciones sociales y económicas […] esas relaciones fueron dejadas bajo la sombra. Habría sido necesario elaborar tales relaciones para construir una teoría” (p. 1025).5 De tal forma, sin que en ese texto se haya forjado el concepto de dispositivo ni se haya hecho en él una sistematización, la articulación entre lo discursivo y lo no-discursivo es un tema ya identificado para el análisis de las relaciones entre saber y poder como parte de la condición de emergencia de los discursos.
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