Mabel Bellucci - El segundo sexo en el Río de la Plata

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Este ensayo recupera el poder de Simone de Beauvoir, una autora que con su obra tuvo una profunda influencia en el auge de los feminismos en Occidente y fue el faro de varias generaciones de activistas feministas, periodistas, escritoras e intelectuales en el Río de la Plata. Publicado en 1949, el denominado «libro rojo de la nueva feminidad» sigue ejerciendo su potencia en millones de mujeres y varones y continúa siendo una herramienta de emancipación feminista. En Buenos Aires y en Montevideo, investigadoras, escritoras y militantes feministas realizaron homenajes en los cuales reflexionaron sobre la repercusión de la obra beauvoiriana. El segundo sexo en el Río de la Plata aborda diferentes dimensiones del pensamiento de Beauvoir en los textos de Nora Domínguez, Marcela María Alejandra Nari, María Moreno, María Gabriela Mizraje, Tununa Mercado, Graciela Torrecillas, María Magdalena Uzín, Omar Acha, Pablo Ben, María Ileana García Gossio, Marcela Lagarde, Karina Felitti, María Lucía Puppo, Piera Oria, Graciela Sapriza, Susana Rostagnol, Elisa Pérez Buchelli, Elena Ganón Garayalde, Karen Wild Díaz, Lucía Campanella y de las compiladoras Mabel Bellucci y Mariana Smaldone. Las autoras y autores analizan la recepción de la obra de Simone en la Argentina y en Uruguay, su autobiografía, la vida filosófica, la relación con Victoria Ocampo, la crítica a Freud, el lesbianismo, la diferencia entre biología y cultura, el rol de hija y madre, las trabas políticas y editoriales para su publicación en el Río de la Plata, la crítica de Judith Butler y las nuevas generaciones de lectoras, entre otros temas. Volver la mirada sobre la obra de Beauvoir permite comprender la acción política y teórica de las antecesoras del movimiento feminista y, a su vez, iluminar las luchas presentes y futuras de los colectivos de mujeres heterosexuales, lesbianas, bisexuales, gays y trans por la reivindicación de su identidad y derechos.

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En Contorno, como sugiere Marcela Croce, las mujeres tuvieron un lugar minoritario: además de algunas contribuciones de Regina Gibaja, solo escribió otra mujer: Adelaida Gigli.16 También fueron escuetas las páginas sobre “la mujer”, como objeto de análisis. Una de esas excepciones se encuentra precisamente en el mismo número en que apareció el citado artículo de Gibaja: una nota de Adelaida Gigli sobre Victoria Ocampo. Con palabras de Victoria Ocampo, Gibaja había cerrado su artículo afirmando que la real liberación de la mujer consistía “en responsabilidad absoluta de sus actos y en autorrealización sin trabas” (Ib., p. 11). A estas alturas, no nos deja de resultar curiosa la mención de Ocampo, cuando no lo había hecho en su comentario sobre la disputa con Sabato. La perspectiva de Gigli sobre la fundadora de Sur parecería ser otra, más atenta a la marca de clase que de sexo, aun cuando comenzaba reconociéndole su lugar pionero en la apertura del campo intelectual para las mujeres en Argentina (Gigli, 1954, p. 1). Para Gigli nada expresaba mejor la actitud de Ocampo que sus Testimonios: en ellos, se presentaba “no lanzada a la verdadera vida espiritual (que en muchos sentidos es soledad) sino a la sociedad de gente espiritual” (Gigli, 1954, p. 2). Y acá aparecía el contraste con la recuperación de Gibaja (aunque es necesario notar que esta hablaba de las “palabras” y no de la vida de Ocampo). Para Gigli, Ocampo no “existía” excepto en algunos momentos en que la vitalidad la invadía y la vencía: allí, en donde aparecía la “femineidad”, la “juventud”, la “timidez”, la “rebeldía”, el “hambre”.

A pesar de las escuetas referencias públicas y publicadas, la figura de Simone de Beauvoir tuvo un lugar relevante, al lado del de Sartre, en este grupo referenciado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Según Sebreli, quienes más se identificaron con el existencialismo en estos primeros años de la década de 1950 fueron Correas, Masotta y él mismo. Sebreli había editado entre los años 49 y 50 una revista llamada Existencia y había mantenido correspondencia con Sartre y Simone de Beauvoir e, incluso, había hecho una entrevista con esta última en París en 1964.17 Tradujo, además, varias de sus obras y le dedicó en 1966 su libro sobre Eva Perón, Eva ¿aventurera o militante?. Muchos años después confesaba: “De más está decir que esta relación juvenil con Sartre trasciende de lejos el plano estrictamente intelectual hacia el plano personal, íntimo, subjetivo; un psicoanalista diría que Sartre fue mi ‘padre mítico’ y Simone de Beauvoir mi ‘madre mítica’. Considero más bien que fueron hermanos mayores tutelares” (Sebreli, 1997, p. 521). Específicamente, con respecto a El segundo sexo, Sebreli hoy lo considera como “un hito de las ciencias sociales de su época” (Ib., p. 555).

Queremos cerrar este análisis en torno a las lecturas públicas y publicadas en los años cincuenta sobre El segundo sexo y Simone de Beauvoir con El Grillo de Papel, una revista aparecida en el filo del cambio de la década (1959-1960). Durante su breve vida esta revista destacó aspectos claramente políticos de Simone de Beauvoir: sus opiniones sobre el secuestro, tortura y violación de la joven argelina Djamila Boupacha, miembro del Frente de Liberación Nacional, acusada de colocar una bomba en la universidad argelina,18 y un reportaje a la dupla Sartre-Beauvoir en su viaje a Cuba. Más allá de la realidad cubana y la percepción de los intelectuales franceses sobre ella, la nota se detenía en destacar aspectos de la relación entre ambos intelectuales. Por ejemplo, “Simone de Beauvoir quiere mantenerse en segundo plano. Habla menos... La Beauvoir asiente”. Con respecto a Sartre, “(D)emuestra a cada instante una solícita atención y ternura hacia su compañera de este viaje”. A veces, se los mostraba actuando roles convencionales de una pareja. ¿Tan sorprendentes resultaban en ellos? Muy sutilmente, se deslizaban rasgos superficiales, convencionalmente “femeninos”, en ella. “Durante todo el viaje será así: él, rigor, precisión, análisis; ella observando colores, formas, cosas”. Mientras ella aparecía sosteniendo que solo con aire acondicionado se podría escribir y trabajar en Cuba; Sartre, impertérrito, declaraba: “yo puedo trabajar de cualquier manera”. Finalmente, la voz de Simone de Beauvoir solo se escuchaba a partir de la situación de las mujeres cubanas y junto a la de Sartre. Y era este último, en realidad, quien cerraba con autoridad un conflictivo comentario acerca del retiro de la política de las mujeres guerrilleras una vez finalizada exitosamente la revolución. Sartre afirmaba que “la mujer cubana había dado un salto atrás”, después de oír las palabras de Haydée Santamarina acerca de la necesidad de educar a las mujeres en los “ideales superiores de la patria, para ser buenas madres, buenas esposas, que sean una conciencia vigilante de lo político”.19

Unas páginas más adelante, en el mismo número de El Grillo de Papel, se publicaba una entrevista exclusiva a Simone de Beauvoir pero, esta vez, básicamente alrededor de la literatura. La imagen resultante era diferente: aparecía como escritora y trabajadora metódica y minuciosa, certera y objetiva, apasionadamente al corriente de los problemas de sus días, con maestros literarios masculinos, con poca vida social y estrechamente asociada a sus intereses intelectuales. Infaltable era también su admiración intelectual por Sartre. Y, a más de diez años de su publicación, se retomaba El segundo sexo. ¿Por qué lo había escrito? “En 1947 –respondía– quise escribir un libro sobre mis experiencias personales. En los medios intelectuales que frecuentaba, jamás encontré discriminación respecto a mi sexo. Pero al mirar a mi alrededor me di cuenta de que el problema femenino estaba lejos de ser resuelto”.20 Negaba que hubiera sido una “obra de resentimiento” sino un “sereno interrogante” de una mujer ante problemas femeninos y destacaba que muchas mujeres “interesantes” de todo el mundo habían reaccionado positivamente ante su trabajo.

En este reportaje, se puede seguir en la misma Simone de Beauvoir el relato de una experiencia que descubrimos en muchas de las mujeres entrevistadas que, durante los años cincuenta, estudiaban en la universidad o participaban en agrupaciones políticas (generalmente de izquierda). Mujeres que se consideraban a sí mismas como intelectuales comprometidas y que se esforzaban por pensarse y sentirse como “iguales” a sus compañeros de vida, de militancia, de estudio. La percepción de la condición femenina oscilaba, entonces, entre las vivencias personales y lo que le ocurría a “las otras”, las otras mujeres sojuzgadas, que no habían tenido la suerte o no había podido superarse como ellas.

Para este trabajo nos basamos en una serie de entrevistas realizadas en la década del noventa a un grupo de mujeres que había formado parte, por lo general en estratos intermedios, de agrupaciones políticas de diferente tenor: sindicales, partidarias, estudiantiles, guerrilleras, feministas, desde el derrocamiento de la segunda presidencia de Perón (1955) hasta los años ochenta.21 Estas entrevistas no fueron realizadas para indagar específicamente lecturas de El segundo sexo. En realidad, Simone de Beauvoir apareció sola desde las primeras entrevistas. Evidentemente, trabajábamos con una muestra sesgada: mujeres de clase media que en los inicios de los años cincuenta o sesenta, habían incursionado en el campo de la política y que, en los años setenta u ochenta, habían comenzado a considerarse “feministas”. Por otro lado, procuramos integrar a nuestro análisis un conjunto peculiar de fuentes que podemos denominar “entrevistas de recuerdo” (Niethammer, 1989, pp. 3-25). Este tipo de entrevistas intenta aproximar- se a una perspectiva de la experiencia subjetiva (única y social, a la vez); pero entre la experiencia vivida y la experiencia recordada media un lapso de tiempo, un tiempo en que se continuó viviendo y en el que nuevas experiencias reelaboraron el recuerdo de las previas.

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