Los libros hallé desordenados y confusos. Los almacenes sin efectos de primera necesidad, los ramos de agricultura casi abandonados; nada activa la fábrica de tabaco. La industria y artes en muchos sin maestros ni directores. Los tratos perjudiciales a las comunidades. Los arrendamientos bajos. Las crías de ganado decadentes. El vestuario decadente general ninguno desde el año de 1768. Los tributarios más de la mitad menos desde el año de 1772. La población de los pueblos mínima. La educación de la juventud desatendida y los edificios deteriorados y ruinosos.44
En el texto y apéndices de su informe, Alós extendía sus observaciones. Debido a la práctica de los nuevos administradores, de vender ilegalmente gran parte del ganado de las Misiones a las estancias vecinas en el Paraguay, Corrientes y Entre Ríos, durante el primer año de la administración civil, los rebaños de ganado disminuyeron en 20 por ciento (de 516.371 a 412.169), y para 1768 en más del 50 (a 243.906).45 Al mismo tiempo, la arbitraria distribución de las tierras comunitarias a españoles privilegiados con arrendamiento simbólico, desplazó a muchos habitantes de las Misiones.
Refiriéndose a este robo de la riqueza comunitaria, el Virrey Avilés informaba en 1799 que “los administradores en nada menos han pensado que en hacerles trabajar a los guaraníes con pretexto de que los productos son para la comunidad pero no los visten”.46 Después de llevar a cabo una inspección completa de las Misiones a principios del mismo año, Félix de Azara explicaba la situación más explícitamente aun, indicando que “muchos administradores roban, apuntando en sus cuentas que han cosechado, por ejemplo, 1.000 arrobas de yerba o algodón cuando son mil y quinientas, lo que le es fácil, pues no interviene”.47
Alós inspeccionó la totalidad de los treinta pueblos, y en cada uno encontró la vestimenta de la población en estado miserable; en muchos casos los habitantes tenían ni ropa. En un largo apéndice incluyó observaciones específicas sobre cada pueblo. Un informe típico decía: “Estoy cerciorando que estos naturales no han tomado vestuario general desde la expulsión de los extinguidos Regulados y que esta continuada falta los conserva indigentes”.48 Al final de cada informe, Alós ordenaba al administrador encargado que entregara de inmediato ropa a los habitantes. Sin duda, las órdenes no fueron tomadas en serio, puesto que, escribiendo once años después, Azara informaba: “Por lo que he visto y examinado creo poder decir positivamente que no se ha dado vestuario al completo de ningún pueblo ni una sola vez desde que se fueron los jesuitas y sí digo que no exagero”.49
No hace falta decir que los guaraníes no participaron de buen grado en su propia explotación. Según el Virrey Avilés, solo “su hábito de someterse, su natural mansedumbre y el temor al azote los hace trabajar pero a costa de mucha vigilancia”.50 Practicando una forma de resistencia tradicionalmente interpretada como ‘haraganería’, los habitantes de las Misiones se tornaron “muy hábiles en eludir sus obligaciones [mediante] las mentiras, engaños, maniobras, conspiraciones, fingiendo enfermedad y escondiéndose”.51
El sistema administrativo civil convirtió la economía equilibrada de las Misiones en una réplica de la economía de monocultivo paraguaya, donde la escasez de productos de primera necesidad podía atribuirse a la concentración desproporcionada de recursos en la producción de yerba. La desatención a la agricultura en las Misiones, y el resultante agotamiento de existencias de cereales fue tan severa, que Alós expresaba que “más parecen reservadas para las siembras que para el abasto común”.52 En palabras del Intendente:
Este abandono de la agricultura consiste en que los administradores han mirado este ramo como el menos proporcionado a un tráfico y comercio, que mal diferido se han propuesto seguir con el de la yerba, sin considerar el quebranto que reciben las comunidades...53
Esta reorientación de la economía es la clave del empobrecimiento de las Misiones. Los administradores civiles y los comerciantes, motivados por la ceguera de los intereses propios, confiscaron gran parte de las riquezas acumuladas de las Misiones y, respondiendo a las oportunidades del mercado, redirigieron sus recursos a enfatizar la producción máxima de la yerba, convirtiendo en monocultivo a una economía equilibrada. Las Misiones fueron sometidas bajo la administración civil, y pronto dominadas por las mismas fuerzas económicas y prioridades responsables del empobrecimiento del resto del Paraguay.
Debe admitirse que la culpabilidad no puede ser atribuida a los explotadores individuales solamente, puesto que sus actos fueron más sintomáticos que causales. Es decir, aunque los administradores fueron los agentes manifiestos de la opresión y de este modo responsables directos de gran parte de las calamidades de las Misiones, sus actos fueron posibles en el contexto de la economía política global del Imperio colonial español, y, por consiguiente, deben comprenderse como efectos de dicha estructura general. En efecto, el empobrecimiento de las Misiones es solo atribuible de modo superficial a los actos corruptos de algunas personas; la causa esencial radica en la incorporación de las Misiones como apéndice superexplotado del Paraguay dependiente.
38AGI, ABA, leg. 85, Azara a Avilés, 8 de mayo de 1799.
39Para un estudio detallado de los decretos de Bucareli, ver Pablo P. Hernández, Organización social de las doctrinas Guaraníes de la Compañía de Jesús, 2:174-89.
40Las cifras para 1750 fueron proporcionadas por el jesuita P. Manuel Querini en cumplimiento de la cédula real del 17 de junio de 1747, como se cita en C.E. Corona Baratech, “Notas para un estudio de la sociedad en el Río de la Plata durante el virreinato”, Anuario de Estudios Americanos 6(1953):144. Las cifras para 1774 fueron presentados por el padre Juan Francisco Carrio a su superior, Padre Fulgencio José González, AGI, ABA; leg. 21 Carrio a González, 17 de diciembre de 1765. Las cifras para 1767, 1784 y 1801 se han tomado de Branislava Susnik, El indio colonial del Paraguay, gráficos en el volumen 2, entre pp. 172-173. Susnik se basa en varias fuentes primarias (ver su capítulo 2, pp. 107-72 para detalles).
41Como se cita por Cárdiff G. Fúrlong, “Las Misiones Jesuíticas”, Historia de la Nación Argentina 3(1939):420.
42AGI, ABA, leg. 323, Oficio Real a Avilés, 30 de noviembre de 1798.
43Dado que estas medidas demostraban ser poco prácticas, al poco tiempo dejaron de ser implementadas.
44AGI, ABA, leg. 142, Alós al Rey, 20 de octubre de 1788.
45Ibid., Apéndice 5, “Estado de los ganados… que quedaron el año de 1768… 1769… y en este año de 1788”.
46AGI, ABA, leg. 85, Avilés al Rey, 8 de junio de 1799.
47AGI, ABA, leg. 85, Azara a Avilés, 8 de mayo de 1799.
48AGI, ABA, leg. 142, Alós al Rey, 20 de octubre de 1788, Apéndice 6, “Pueblo de Jesús”, 11 de julio de 1788.
49AGI, ABA, leg. 85, Azara a Avilés, 8 de mayo de 1799.
50AGI, ABA, leg. 142, Avilés al Rey, 8 de junio de 1800.
51Ibid.
52AGI, ABA, leg. 142, Alós al Rey, 20 de octubre de 1788.
53Ibid.
Parte 2
III. Enfrentando a las metrópolis
Reflejando el deterioro del imperio español, el control y la protección ibéricos del Río de la Plata se había debilitado para 1810 de modo drástico. Ya en 1806 una expedición británica, bajo el mando de Sir Home Popham, había forzado su ingreso a Buenos Aires. Lo significativo es que fueron los criollos, no los españoles, los que expulsaron a los invasores. El Virrey español, Rafael de Sobremonte, huyó al interior, dejando la milicia colonial de la ciudad en manos del oficial criollo, Santiago Liniers. Después de la derrota de los ingleses, el Cabildo porteño depuso a Sobremonte y eligió a Liniers en su lugar. El año siguiente, una segunda expedición de diez mil soldados ingleses, esta vez bajo el mando del General John Whitelocke, ocupó Montevideo y atacó Buenos Aires. Y una vez más fue el criollo Liniers quien defendió la ciudad obligando a los ingleses a retirarse.
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