Sergio Expert - Explosión de vida
Здесь есть возможность читать онлайн «Sergio Expert - Explosión de vida» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Explosión de vida
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Explosión de vida: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Explosión de vida»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Explosión de vida — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Explosión de vida», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Ese mismo año mi padre compró un departamento en Punta del Este, Uruguay. Estaba muy bien ubicado, no era lujoso pero tenía lo justo. Era chiquito, pero muy piola y acogedor. Su gran virtud era la vista al mar. De ahí en más, todos los veranos fueron en Punta del Este. Este lugar, además de darme momentos únicos con mi familia, me permitió conocer a mucha gente y vivir experiencias increíbles. Andar a caballo por la playa y los bosques, comer churros en Manolo, pescar en altamar, las primeras salidas con chicas en la calle Gorlero y jugar a los flippers esperando poder sacarles créditos o extra ball para jugar hasta la medianoche.
Durante un viaje a Europa con mis padres y mis hermanas, estando en Londres fuimos a ver La Guerra de las Galaxias . Era la primera película de la saga de Star Wars, ícono que hoy por hoy sigue siendo de culto. Fue un evento que me marcó profundamente, de esos que quedan grabados a fuego. Fuimos a verla solamente papá y yo. Podría decir que lo que pasó esa tarde fue mágico, me llevó a amar las películas de ciencia ficción para siempre. Tenía once años.
Nunca tuve mucha pasión por el estudio. La primaria fue muy tranquila y relajada, y en la secundaria tuve que ajustarlo un poco. Como jugaba en el SIC, pude formar parte de los equipos de rugby del colegio durante mis últimos cuatro años. En 1981 salimos campeones en la categoría Cadetes jugando de preliminar de Los Pumas versus Canadá en la cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA). Incluso en quinto año fui capitán; en más de una ocasión le avisaba a mamá que tenía partido y en realidad me iba a cualquier lado. Otras veces directamente me rateaba del colegio para vagar por ahí. Por suerte el control de los viejos respecto del estudio no era muy estricto y me las arreglaba para no llevarme ninguna materia. Hice lo que quise. Solía ir a almorzar con mis abuelos maternos. No sé si me divertía mucho pero lo hacía igual. Salía del colegio e iba a comer algo para después volver caminando. Poco a poco pude desarrollar una relación más estrecha con Tatita, y ni hablar con Tatín. Hubo un maravilloso día que le descubrí a mi abuelo una buena colección de revistas Playboy de los años setenta escondidas, eso sí, en francés. De ahí en más, las visitas dejaron de ser aburridas y rutinarias a merced del descubrimiento de semejante tesoro.
Mi barrio de chico fue La Lucila. Ahí surgió mi gran amistad con Guillermo “Willy” Méndez Córdova, Ignacio “Nacho” Aldazábal y Diego “Gaita” González Alayes. Éramos inseparables. Los primeros dos eran del colegio y estaban un año adelante. Nos hicimos muy amigos gracias a que éramos parte del mismo pool de madres que nos llevaba al colegio. Por ellos empecé a andar en skate y lo disfruté realmente mucho. También salíamos a andar en bicicleta, hacer fulbito en la calle, tirar petardos en diciembre y jugar al carnaval en verano. Me acuerdo de que había muchos naranjos en las calles del barrio y nos trenzábamos en duras guerras de naranjas. Nos gustaba el quilombo, el desorden.
Alrededor de los trece o catorce años empezamos a interactuar más con las chicas del barrio. Teníamos lindas vecinas, como Irene y sus amigas del St. Andrews. También vivían cerca unas hermanas canadienses de las que no recuerdo los nombres, con quienes compartimos muchos momentos y, al ser “de avanzada”, podíamos, sin los prejuicios de la época, reconocer y festejar nuestro despertar hormonal. Boludeábamos mucho en la calle con nuestras viejas bicicletas inglesas y disfrutábamos todos juntos.
Una noche de verano, a eso de la medianoche, mientras deambulábamos por ahí, nos encontramos un muñeco de Tribilín grande en la basura. Decidimos ponerlo en medio de la calle, como si fuese una persona parada. Rápidamente nos escondimos detrás de los autos estacionados porque veíamos un haz de luz que se acercaba. Era un auto que venía muy rápido. Tres metros antes de nuestro Tribilín, intentó frenar y provocó un gran chillido pero no pudo evitar chocarlo. La mujer que iba como acompañante empezó a gritar:
—¡Atropellaste a una criatura! ¡Atropellaste a una criatura!
Nosotros casi no podíamos contener la risa. El conductor bajó a toda velocidad y, cuando se dio cuenta de que era un muñeco, gritó furioso:
—¡Pendejos de mierda! ¡¿Dónde están?!
Caminó unos pasos hacia los autos estacionados y se detuvo. Miraba para todos lados.
—¡Dale, gordo, subite al auto! Es tarde.
—Pará que aprovecho y voy a mear.
A los pocos segundos escuchamos el ruido del pis caer sobre el cemento. Se nos heló el corazón. Pensamos que después iba a intentar encontrar a los responsables de la joda. Sin movernos, apenas levantamos las cabezas para entrecruzar miradas. Estábamos conteniendo el aire para no hacer ruido y deschavarnos. Teníamos un cagazo bárbaro de que nos encontrara.
—¡Pendejos de mierda! —volvió a murmurar mientras se levantaba el cierre—. Escuchá cómo se ríen esos hijos de puta. ¡La puta madre! —balbuceó.
Puso primera y se fue.
La preadolescencia me unió mucho con mis amigos del barrio. Posterior a eso, el deporte me llevó a compartir más tiempo con mis compañeros de rugby. Para ese entonces los veía cuatro veces por semana. Entrenábamos martes y jueves, veíamos a la primera el sábado y jugábamos el domingo. Dentro de la cosecha de amigos que me dio el rugby, la lista es inmensa y confieso que temo dejar a alguno afuera, razón por la cual no la detallo.
A medida que fui creciendo, mi cuerpo se fue modificando. Si bien nunca fui de contextura física grande, el rugby acompañó mi desarrollo y terminé siendo un pilar derecho que formaba bastante bien. No era un jugador sobresaliente, sin embargo, tenía buen juego de manos, corría rápido y tacleaba sin problema. Con los muchachos la pasábamos muy bien. Salíamos mucho, pero como no éramos de los más populares, nunca estábamos invitados a las mejores fiestas. Al no salir con las chicas de los colegios San Andrés, Northlands o Sworn, pocas chances teníamos de ser invitados a esos fiestones. Sin embargo, hicimos muchos intentos de colarnos, algunas veces con éxito y buena cosecha, y otros no tanto. Hubo muchos intentos fallidos. Una noche, me subí a un paredón para poder llegar al techo de una casa. Nuestro destino final era una fiesta que iba a estar muy buena. Tuve que pasarme de techo en techo para llegar al lugar indicado. Cuando faltaba poco para concluir la misión, pisé fuerte una teja y casi me fui para abajo, ¿se imaginan caer en el living de una casa? Retrocedí rápidamente todo el camino avanzado. Cuando volví a tocar el suelo, estaba muy asustado y nervioso. Todavía temblando decidí volverme directo a La Lucila. No hubo fiesta esa noche.
Durante el último año del colegio quise divertirme y mucho. Cultivé una gran amistad con Juan Pablo Kexel, compañero de primaria y secundaria. Ese año nuestra relación se afianzó y fortaleció de manera tal que se mantiene hasta el día de hoy. Por otro lado, tenía un grupo de amigos, Los Marlos, que cursaban conmigo. Éramos los cuatro del fondo de la clase: Leandro, Nacho Valera, Sebastián y yo. Ese año fue increíble, tan increíble que hasta me salvé del servicio militar obligatorio por número bajo.
Jugar en equipo
En 1984 tuve el primer encontronazo con la fatalidad. Hasta ese momento nunca había pensado que algo malo pudiera pasarme. Me sentía indestructible. Las cosas malas les pasaban a otros. Típico pensamiento adolescente. Un martes de entrenamiento, nos mandaron a correr desde el SIC, que queda en Márquez y Panamericana, hasta el puente de la avenida Uruguay y Panamericana Ramal Tigre. Éramos más de veinte jugadores que hacíamos el recorrido. Cuando estábamos pasando a la altura del puente José Ingenieros, nos topamos de frente con la persecución de dos autos. Se escucharon los chillidos de las ruedas y de pronto se desató un tiroteo. Instintivamente y a modo de supervivencia, todos nos tiramos al suelo. La sensación fue horrible, sentía que las balas nos rozaban la cabeza. Ninguno fue capaz de alzar la mirada y ver qué estaba pasando. Una vez que se disipó todo, corrimos de regreso lo más rápido que pudimos. Andrés Rolón llegó primero, una clara señal de que algo malo estaba pasando: no era de los más rápidos, pero ante la angustia y miedo corrió como un verdadero velocista. Después fuimos llegando los demás, con un cansancio enorme, mental más que físico. Nos estaba esperando el “Veco” Villegas, entrenador de la primera división y ex entrenador de Los Pumas, a quien no le importó en lo más mínimo lo que nos había ocurrido minutos antes. Estaba molesto por la tardanza, era hora de iniciar la práctica de scrum contra la menores de 21, algo que yo no disfrutaba. Formar contra ellos equivalía más o menos a formar contra rocas. Después no había manera de que alguna parte del cuerpo no te doliera.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Explosión de vida»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Explosión de vida» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Explosión de vida» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.