Alberto Sarlo
El origen de la furia
Juana, Lara y Marina: hago lo que puedo en un mundo que tiene demasiadas palabras para tan poco lenguaje.
Esta es una obra de ficción. Los hechos aquí narrados, así como los personajes intervinientes, son ficticios y cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
«Tenía que aprender y no tardé en hacerlo, que hay que abandonar todo y no hacer otra cosa que escribir, que tenés que escribir y escribir y escribir, aun cuando todo el mundo te aconseje lo contrario, aun cuando nadie crea en vos. Quizás lo hagas precisamente porque nadie cree en vos.»
HENRY MILLER, Trópico de Capricornio
«El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.»
BERTOLT BRECHT, El analfabeto político
Una tarea fina
21 de diciembre de 2000, 21 horas
Apreto el gatillo. Apreto el gatillo y reviento a todos. No tengo salida. Que se termine esta tortura.
Eso piensa el Chori Di Massa mientras las gotas de sudor le surcan la espalda.
Calor, mucho calor. Sobre la mesa de plástico dos porciones de muzza grasienta sin terminar. Moscas. Hay moscas en el plato. Moscas que se apasionan con el aceite que derrama la pizza e impregna los cubiertos, la mesa y el aire. Porque hay aceite en el aire. Y la Quilmes que está caliente también parece tener aceite. Todo mal. Calor y una Quilmes caliente es la peor combinación para pasar una noche de verano en el bar Lo del Tano en Avellaneda, una noche de calor que será recordada como la noche en que asesinaron a la Hiena Olmedo.
El Chori sacude la cabeza. No, no, no. No puedo sacarme, no puedo zarparme. Tengo que actuar según el plan. El plan. Seguir el plan. El Chori se concentra. Seguir el plan. El Chori se pasa una servilleta de papel por la cara. Aspira hondo. Calcula. Mide distancias. Sopesa probables reacciones. Las variables son múltiples. Las variables son infinitas.
Hace quince días que sigue los movimientos de Olmedo. Hace quince días se transformó en un parroquiano más del bar Lo del Tano.
El Chori Di Massa es un profesional. Matías “El Chori” Di Massa es obsesivo en su trabajo. Para el Chori hoy es el día D. Hoy es el día de la ejecución. Hoy es el día para cerrar el laburito. Hay algo que desconcentra al Chori. Hay algo que lo desencaja. Ese algo es la pantalla de televisión ubicada detrás del mostrador del bar. Matías Di Massa, alias “El Chori”, se hinchó las pelotas.
No puedo concentrarme, no puedo calcular con precisión cuánto me falta para la puerta o si hay algún policía encubierto en el bar. Si saco el fierro ahora lo bajo seguro y se termina la historia. Le pongo un corchazo y termino con esta tortura. No me puedo concentrar. No me dejan concentrar. No tengo que mirar más al televisor. ¡Concentrate en el laburo, pendejo, concentrate en el laburo! Me cago en Tinelli y la putísima madre que lo parió. ¡No! ¡No, loco! Volvamos a concentrarnos. Empecemos todo de cero. Concentrate, concentrate. Son trece mesas. Hay nueve personas incluyendo a la Hiena. Siete comensales, el mozo y el dueño. Hay dos tipos con cara de vigilantes sin contar a la Hiena, pero puedo equivocarme, capaz que no son polis. Igual esos dos son los más alejados de la puerta, están a tres mesas de Olmedo, casi en la entrada del baño. Eso me daría tiempo para ver si quieren sacar el arma reglamentaria. Si amagan a agarrar algo, los bajo a los dos y listo. Bien, bien, ahora estamos mejor. Después de los dos disparos camino a la puerta mirando muy atentamente a esos dos botones, porque parecer, parecen canas, los guachos. Son sólo tres metros, sólo tres metros que me separan de la puerta de salida. Tres pasos, tres putos pasos. Me voy a cruzar primero con esa parejita de pendejos que no son peligrosos. Están apretando desde que llegaron, no me van a complicar. Al lado de la puerta está el Negro Nicolaides, que en su puta vida tiró un tiro. El Negro Nicolaides es un ex maquinista del Ferrocarril Roca. Hace tres años lo rajaron con una indemnización que le sirvió para vivir seis meses. El Negro se patinó la indemnización y ahora es un borracho. Un borracho desocupado. Un borracho desocupado como otros tantos miles de borrachos desocupados que dejó el Ferrocarril Roca. El Roca es una fábrica de borrachos desocupados.
Todo eso le contó el Negro Nicolaides al Chori durante esos quince días de espionaje, de carpeteo.
Nicolaides no es peligroso. Nicolaides es un alma en pena que come gratis gracias al Tano. El Tano también es ex ferroviario, pero el Tano no se patinó la indemnización, invirtió toda esa guita en esta pizzería de mala muerte que está en concurso de acreedores. El Tano está a un paso de ser otro ex ferroviario desocupado. Pese a estar en la ruina, el Tano deja que el Negro Nicolaides coma y se mame gratis. Fueron compañeros de la misma formación, le dijo el Tano al Chori hace una semana. Esas charlas son parte del carpeteo. Es la manera en que el Chori analiza el lugar donde cometerá la ejecución. Gracias a esas charlas el Chori sabe que ni el Negro ni el Tano son peligrosos. Tampoco la parejita de pendejos que está chapando a su lado. El pibe es Jonatan, el sobrino del Tano, que es un energúmeno que ni estudia ni trabaja. Y la piba es Jazmín, la fija de Jonatan. Se juntan en la pizzería porque es en el único lugar donde pueden comer y chapar sin que les rompan las bolas. Esos dos también comen gratis. Con razón está quebrado el Tano. Salvo por esos dos monigotes que pueden ser canas, no creo que haya un arma en este puto bar porque después el único que me queda es el Pitu. El Pitu es el mozo. Y el Pitu es un pan de Dios.
Nueve personas. Somos diez conmigo. Es fácil. Tengo que concentrarme en los únicos dos que no conozco. En esos dos gatos con cara de culo sentados al lado del baño. ¿De dónde salieron? Cada tanto la Hiena sale con custodia. Sabe que muchos dentro de la fuerza se la tienen jurada y que más de una bandita del conurbano quiere su cabeza. La Hiena se cuida, pero últimamente había tomado la costumbre de cenar solo, justamente en este bar mugriento y apestoso. ¿Esos dos grandotes son custodia o son dos giles? No importa. No importa porque los tengo de frente y puedo medir muy bien sus movimientos. Repasemos. Olmedo siempre anda calzado. Una nueve en la cintura y una veintidós en el tobillo. La próxima vez que Olmedo quiera servirse cerveza y tenga las manos ocupadas con la botella y el vaso, me paro y en dos segundos le pego dos tiros en la nuca, levanto la vista y veo a los dos posibles canas, si no hacen nada, me voy caminando apuntándoles y… ¿Qué está haciendo De la Rúa ahora? ¿Tinelli, De la Rúa y un imitador de De la Rúa hablando de los presos de La Tablada? ¿De la Rúa prometiendo un año espectacular? Sorete, nos estamos cagando de hambre y vos haciendo de payaso en la tele. Flaco, ¿quién te asesora? En el bar la gente no para de reírse y yo tratando de terminar mi laburo. De la Rúa se va y vuelve, se va y vuelve. ¿Es una joda para Tinelli?
En ese momento la Hiena se para de la mesa para señalar nuevamente el televisor. La putísima madre que te parió, así no termino más, pensó el Chori. ¡Basta de especulaciones, le pego un tiro y que sea lo que Dios quiera! No, no, no, bajá un cambio. Soy un profesional. Tranquilizate. El Chori respira hondo. Saca una servilleta y se seca la frente por cuarta vez.
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