Brunt, Guillermo
Humano. El origen : el factor que determinó el desarrollo evolutivo de la especie humana / Guillermo Brunt. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.
100 p. ; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-87-1153-9
1. Ensayo Sociológico. I. Título.
CDD 301.01
Editorial Autores de Argentina
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Mail: info@autoresdeargentina.com
Registro DNDA
RE-2019- 45970091-APN-DNDA#MJ
Arte de tapa: Guillermo Brunt
Revisión y estilo: Luciana Fernández Verbena (La Pluma: soluciones editoriales)
Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción total o parcial del presente libro en todas sus formas: gráfica, audiovisual, electrónica o digital sin la debida autorización del autor.
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
A
Alicia, mi compañera de toda la vida,
a mis hijos, a mis nueras y a mis nietos.
«En el momento en que se propone una hipótesis, para quien la formula se halla “en estado de problema”, se ignora su valor de verdad (...).
“Quien formula una hipótesis, pese a que ésta se encuentra en estado de problema, supone que ella es verdadera. (...Admite), provisoriamente la verdad del enunciado” para ver qué pasa en consecuencia».
— Klimovsky, G (1994). Las desventuras del conocimiento científico, p. 132.
Cómo empezó todo
En 1923 Julio Lorenzo Orione, mi viejo, cursaba en la entonces llamada Academia Nacional de Bellas Artes, cuyo director era Pío Collivadino. Vivía en Coghlan y un día se puso a pintar un caballo de lechero. Mientras trabajaba pensó en cómo vería ese caballo con anteojeras. A partir de entonces inició una búsqueda que se convertiría en extensa investigación acerca de la visión de los mamíferos.
La principal observación inicial lo llevó a establecer la diferencia entre la visión de los predadores, frontal, y la de los herbívoros, lateral. En esa época, el único trabajo conocido en la Argentina había sido el de Christofredo Jakobs, acerca de la visión del pichiciego. Que no le sirvió para nada ya que se trataba de un animal con escasa visión.
Desde entonces, mientras se ganaba la vida como ilustrador, dibujante y caricaturista, y dedicaba buena parte de su tiempo al rugby (todos los hermanos Orione se destacaron en diversos deportes), llevó adelante su investigación en museos y en el zoológico.
La culminación fue su Teoría Visual Espacial, 1950, libro que expone lo principal de su laburo. En 1962 publicó, por Hachette, Introducción a la Humanología, una obra de carácter ensayístico, y en 1976, un año antes de morir, salió Cómo y por qué se originó el hombre , Editorial Convergencia, un resumen gráfico de Teoría .
El rasgo esencial de su investigación es que planteó la evolución del hombre desde un punto de vista endógeno, los cambios en el aparato visual de Mammalia, a diferencia de las teorías de Darwin y Lamarck que se apoyaban en el acontecer exógeno.
Julio Orione
Periodista profesional.
Historiador de las ideas.
Prólogo
En la década del 70 me habían encomendado encontrar un artista plástico para realizar una serie de ilustraciones para una pieza publicitaria, y en esa ocasión conozco personalmente a Julio Orione; un exquisito ilustrador que trabajaba en la modalidad de free lance para renombradas agencias de publicidad de Buenos Aires y, además, era escritor de varios libros sobre filosofía.
Durante el tiempo en el que fuimos desarrollando e intercambiando ideas sobre las características de las ilustraciones, analizando algunos bocetos por él realizados, nuestras conversaciones fueron derivando hacia un tema que lo apasionaba: la Humanología, término acuñado por él mismo en su libro Introducción a la Humanología (1962) . Su teoría se centró en la importancia de la visión en el proceso evolutivo del género Homo. Este tema comenzó a cautivarme a mí también, Julio notó mi interés y a partir de allí dedicó su valioso tiempo a tener largas charlas conmigo sobre su investigación, en el living de su chalet, en la localidad de Martínez.
Como su enfoque, podríamos decirlo, derivó más en los aspectos filosóficos existenciales dejaba un vacío importante en la demostración empírica de tal suceso. Esto me llevó, en los años siguientes, a seguir investigando para ver por dónde se podría encontrar evidencias de tal fantástico hecho.
Yo tenía presente que muchos han sido los intentos de encontrar una explicación, desde la ciencia en general y, particularmente, desde la filosofía y la psicología, que pudiera responder a los interrogantes sobre cómo el ser humano llegó a ser lo que es.
A pesar de que muchos científicos han propuesto diversas teorías, todavía son muchos los interrogantes que se plantean. Estos vacíos evidencian que los modelos explicativos propuestos hasta hoy en día no pueden dar respuesta a estas incógnitas.
Sin cuestionar el concepto originario de J. Orione, mi intención en este libro es tratar de demostrar, con evidencias concretas, como se inició el proceso fundamental que permitió su evolución.
Pues bien, la primera pregunta que me hice, para comenzar esta investigación, fue: ¿Es posible hallar fósiles de individuos con características bien delimitadas para suponer que pueden ser considerados como los eslabones entre el simio y el humano? Y la segunda pregunta: ¿Fue un factor azaroso o por efecto causal lo que produjo, en el proceso evolutivo, el gran cambio que le permitió a los individuos de una especie separarse distinguiéndose del resto y seguir avanzando tanto intelectualmente como psicológicamente?
Introducción
Las teorías erróneas, que hasta hace un tiempo se manejaban, afirmaban que los primeros homínidos fueron muy parecidos a los simios arborícolas, pero que comenzaron a andar erguidos. Estas teorías nos han explicado que gracias a esta nueva postura corporal y al producir cambios en el tipo de alimentación obtuvieron proteínas que antes no tenían. Hasta se ha llegado a suponer que esto permitió el desarrollo de la lateralización del cerebro proporcionando una inteligencia superior. Pero entonces, ¿a cualquier animal que se le suministre abundantes proteínas desarrollaría una inteligencia superior?
Estas hipótesis planteaban, además, que la posición erecta les permitió utilizar los miembros superiores para otros cometidos, que no fueran solo para el desplazamiento; como por ejemplo: la posibilidad de crear herramientas, conservarlas y ser hábiles para utilizarlas. Por estas simples condiciones anatómicas, dadas en el proceso evolutivo, fue suficiente y necesario para que el “ser humano” desarrollase la habilidad de crear instrumentos, modificar los elementos del medio a su favor y generar pensamientos creativos, abstractos y simbólicos.
Como consecuencia de este simplismo, hasta ahora, estas discusiones no están resueltas científicamente. En la búsqueda de un “eslabón perdido” no se ha encontrado ninguna respuesta que resultara lógica y concatenada con alguna evidencia clara que pudiera explicar por qué la especie humana, perteneciente a la familia de los Homínidos, comenzó a caminar erguido, desarrolló un cerebro grande en relación con el tamaño del cuerpo, transformó sus garras en manos habilidosas, tuvo la capacidad de construir símbolos que dieron cuenta de la función semiótica, lo que le permitió manejarse a través de signos lingüísticos y así construir el lenguaje. Pero sobre todo, tuvo la posibilidad de obtener un alto grado cognitivo, que le permitió ser consciente de su existencia en el universo.
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