La búsqueda de lo bello, lo bueno y lo verdadero inscrito en cada uno, pero escondido por todo el aprendizaje externo, por el «debo, tengo», dejando de lado el impulso interior.
Escucharnos en pleno silencio y con toda atención nos da luz, nos permite encontrar el sendero que nos lleva a la autorrealización, a ese lugar sagrado en nuestro corazón que se manifiesta al construir un templo externo.
Es en ese lugar donde oficiamos el rito diario de interiorización y comunicación con lo trascendente.
Descubrir esa voz interior que nos susurra pero que nuestro hacer diario nos impide escuchar y encontrar la visión detrás de la apariencia; aprender a jugar lo que la vida nos propone de manera liviana y responsable. Estar disponibles, celebrar cada día y compartir, reconociendo que cada uno es único, asumiendo el compromiso y la disciplina.
Rendirnos, entregarnos, reconocer, aceptar y agradecer.
Saber que solo desde el amor se puede transformar el mundo.
Introducción
El poder iba a despertar en mí
Todavía recuerdo el edificio antiguo al que llegué para tomar mi primera clase de yoga, un salón de techos altos con piso de madera y aberturas grandes.
La situación no era cómoda, el espacio, las personas, lo que hacíamos, todo me resultaba extraño. Sin embargo, en esa época de mi vida, ese rato era el único momento del día en el que dejaba atrás la angustia y experimentaba unos instantes de paz.
Recuerdo otro día en el que salimos de la clase con mi profe y, al verla caminar, me animé a desear esa liviandad que percibía en ella. Aquella imagen aún me conmueve y hoy la recuerdo como el primer contacto con un deseo verdaderamente mío. El alma es tan poderosa que logra manifestarse aún en los momentos confusos.
Sé que ahí comenzó mi viaje de vuelta a casa. Un largo viaje de regreso a mí misma en el que me llevé a honrar mis raíces, a iluminar mis sombras, a descubrir y sanar mis heridas.
Me animé en el sentido más literal de la palabra: me di vida, desperté la espiritualidad en el cuerpo, perdí el miedo y le di lugar al amor.
Ese despertar me llevó a querer saber por qué se producían las transformaciones en mí. Dedique varios años al estudio de la filosofía del yoga, al servicio y la práctica.
Me sumergí en la sabiduría de las plantas, los cristales, los sonidos y los rituales.
Entendí que un maestro refleja el poder que hay en uno y así lo despierta, que lo más importante es la intención que ponemos ante cada acción y que solo a través del amor se puede transformar el mundo. Comprendí que la fe es confiar en que todo es perfecto como es. Aprendí a suavizar mis formas, a desplegar mi energía femenina y a encauzar esa fuerza natural de una manera creativa.
En este recorrido encontré personas y espacios que me inspiraron y me alentaron a seguir, que avivaron la llama y vieron mi poder incluso antes de que yo pudiera reconocerlo. Desde lo más chiquito a lo más grande y viceversa, aprendí de todo y estoy agradecida. Fue un gran recorrido, no siempre cómodo, pero consciente y sanador. Todo me condujo hasta este presente en el que siento que puedo ser quien quiero ser.
Hace tiempo que soy testigo y sostén de la transformación en la vida de las personas. Comprobé que al reparar el cuerpo sutil, se transforma luego la materia, y que al trabajar en un círculo sagrado, el poder de las acciones se multiplica.
Desde entonces, mi felicidad crece en la medida que comparto mi visión del mundo y cumplo mi propósito de despertar otras conciencias y verdades.
La síntesis de todo es Matriz Activa, un método que nace de la felicidad de haberme transformado y de saber que continúo haciéndolo en cada paso. Fuerza matriz, el cuerpo como llave es un recorrido terapéutico que busca acompañar el despertar de la conciencia y el deseo dormido, llegar a recordar que todo lo necesario está dentro de cada uno de nosotros. Un camino para aproximarnos a saber quiénes somos, qué queremos y desplegar nuestros dones.
Aprenderás cómo volver a conectar cuerpo, mente y emoción para pasar de tu antigua vida a una nueva. La vida está siempre evolucionando y a un ritmo muy rápido en este momento único en la historia. Las viejas estructuras se disuelven y lo nuevo puja por nacer.
Inmersos en el caos que precede al nuevo orden, muchos sienten un fuerte impulso hacia una transformación positiva. Estamos ante la puerta de un mundo que se abre a la inteligencia espiritual.
Este recorrido propone aprender a usar el potencial de la energía para crear una nueva experiencia de vida.
Alcanzar un estado de mayor coherencia, donde cooperan cuerpo, mente y emociones. Y despertar a nuevas posibilidades: las de poder ser y crear.
Es mi deseo que al finalizar la lectura haya una nueva mirada, y que al llegar a la última página, puedas ser un poco más libre y más feliz, y te sorprendas al ver cómo eso se expande a tu entorno.
Conocer lo que somos
Somos energía
A lo largo de mi recorrido transité disciplinas con diversos orígenes. Lo interesante fue descubrir que todas las filosofías y prácticas tienen puntos en común en la base de su fundamentación.
De Oriente a Occidente, desde el conocimiento más antiguo (la filosofía védica, la medicina indoamericana) hasta los avances científicos actuales, coinciden en que somos energía. Esa energía que sostiene la vida en yoga se conoce con el nombre de prana.
Otro punto de acuerdo es que todos formamos parte de una misma red. Aunque sea invisible al ojo humano, esta trama existe y nos une, provocando así que todo acto individual tenga una incidencia en el entorno.
Existen cantidad de términos que buscan nombrar el todo que nos dio origen y nos contiene: universo, fuente, gran espíritu, divinidad. Y lo mismo ocurre cuando nos referimos a la red o matriz que nos une: campo unificado de conciencia, campo morfogenético, mente grande. Lo propio de cada ser, a su vez, está unido al grupo: inconsciente individual, alma individual, yo superior, etcétera.
No es la intención de este libro desarrollar estos conceptos, sino que podamos comprender de qué hablamos cuando nos referimos a la energía y a la materia, a lo individual y a lo social, al pasado y al futuro.
Lo separamos para poder abordarlo e integrarlo, pero nada funciona aisladamente, porque somos interdependientes, formamos un todo. Esta noción de unión, la tan usada frase “somos uno”, es común en todas las culturas del mundo.
Un chamán de la selva peruana me contó que, en los orígenes, en la tribu a la que pertenece no existía un vocablo para designar a la naturaleza, nunca habían tenido la necesidad de definirla porque se sentían parte de un todo común. Humano, animal, planta, tierra y cielo formaban un mismo cuerpo. Volver a esa unión consciente es el fin último del yoga y de todo camino espiritual.
Estas visiones coinciden en algo: lo que conocemos como cuerpo físico es solo una porción –parte visible– de lo que somos, porque la anatomía sutil describe un complejo entramado de siete cuerpos.
Este recorrido comprende, en mayor medida, tres cuerpos: el cuerpo físico etérico, el cuerpo emocional y el cuerpo mental. Si recordamos que todos están dentro de una misma matriz o trama, al trabajar sobre uno podemos incidir en todos los demás.
Nuestra anatomía sutil describe un sistema de canales que recibe información del entorno y la absorbe, la transforma y la distribuye dentro del cuerpo físico etérico, para proyectarla luego hacia afuera. En este intercambio y fluctuación de energía o información vivimos todos los días. Seamos conscientes o no, sucede.
Estos canales de energía llamados nadis son infinitos y al encontrarse dan origen a puntos donde se concentra energía e información, los llamados chakras.
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