Y entre presionado y conmovido por lo que había escuchado, el tímido Ulises Corbacho consiguió su diploma como copulador con una mujer que, como una ilusión, desapareció de aquella casa de citas sin dejar ni su olor en los cajones de su ropa.
Desesperado al no encontrar a su prostituta y adicto al cigarrillo, el apuesto Ulises terminó por acceder a las artimañas de su madre para casarlo con Felisa Ballesteros, la hija de un banquero amigo de la familia. De aquella forzosa unión nació Nacho, quien tendió siempre a querer y admirar a su padre, aquel hombre que no había podido decidir nada en su vida y a mantener una relación de larga distancia con su madre, a quien le unía un trágico cariño vestido de pena.
En suma, la afición al sexo de Nacho derivaba tanto de Ulises como de Felisa, su exquisita madre con olor a laca de pelo, que cada dos días, en su llamada nocturna, alentaba a su hijo a que tuviera un bebé aunque fuera con una extranjera, «porque lo único que cuenta en esta vida son los hijos, de ellos no se puede uno divorciar y mucho menos pueden ser infieles a sus padres; ellos sí comparten la misma sangre, no como los esposos, que son un accidente tan azaroso y difícil de explicar como el mismo amor». A esa conclusión había llegado Felisa después de que su marido, Ulises, le confesara su histórico amor extraconyugal.
Y en ese rosario de sexo estéril, Nacho pasó de Fini a Rosana y después de la insaciable Rosana vinieron otras hasta que una noche de sábado, entre malas copas y cigarrillos de más, Nacho vio salir a una chica que al rozarlo para escapar del baño de hombres soltó una risotada que se le clavó dentro. Al cerrar la puerta Nacho pudo darse cuenta de que aquella chica de risa con aroma a fresas había olvidado su bolso en el lavamanos. Intentó atraparla, pero la muchacha se escabulló entre la gente y en cuanto cruzó por la puerta se metió en un taxi desvaneciéndose entre la luz mineral de la madrugada. Más de media hora tardó Corbacho en coger un taxi y al llegar a su casa abrió el bolso. La chica llevaba un llavero roto, una caja de chicles, un teléfono móvil destartalado y un documento de identidad que la presentaba como Virginia de Mayo, esto último hizo reír a Nacho antes de quedarse dormido.
A las ocho y diez de la mañana el móvil de aquel bolso empezó a sonar.
—¿Sí? —respondió Corbacho con voz de oso.
—Hola. Mira, soy Virginia, la dueña del móvil. ¿Quién eres?
—Soy Nacho. Tengo tu bolso también.
—¡Ya lo sé! Dime cuándo puedo pasar a recogerlo porque me he quedado sin llaves y no puedo entrar a casa.
—Puedes pasarte por la mía. No tenía pensado salir.
—Vale, Pancho, voy para allá.
Un cuarto de hora más tarde, la eufórica Virginia, con voz de no necesitar dormir nunca, llamaba de nuevo a Nacho desde un taxi porque había olvidado pedirle su dirección.
Los minutos que tardó el timbre en sonar fueron agónicos. Nacho los gastó en hacer la cama, lavarse los dientes, recoger los calzoncillos húmedos del tendedero, ponerse unos zapatos, darse cuenta que desentonaban con su ropa, y al final decidir recibirla descalzo. Una costumbre arriesgada que su madre hubiese tildadode pésima educación, pero que a él, como conquistador sin pudores, le había resultado infalible con su amplia cosecha de mujeres.
La mayoría de los hombres tienen los pies horribles, agarrotados, con penachos negros y peludos creciendo entre sus dedos, por no hablar de sus uñas que por lo general dan la impresión de haber sido cortadas por algún roedor, todas tan afiladas e irregulares que pareciera que cada una proviniese de hombres distintos. Pero los pies de Nacho no eran así, los tenía cuidadísimos, tersos como una bufanda de lana blanca y con las uñas redondas, perfectas, coronando sus dedos dibujados con primorosa simetría escultórica. Una lástima que al llegar Virginia con sus botas de mosquetero se los pisase hasta destrozarle el meñique. Nacho se quedó sin aire al tener de cerca a la chica electrizante, ahora más pálida de piel y con el pelo dos tonos más negro, oscuro como el universo.
Al recibir su bolso, la mujer le regaló la segunda de sus sonrisas y quizá la más desquiciante, porque mientras Virginia se movía con insólita comodidad por el apartamento revisando todo a golpe marcial de bota, Nacho empezó a sentir que su guarida se hacía más diminuta a cada paso que ella daba, y terminó por apoltronarse en el sofá cuando sintió que ese espacio le pertenecía más a la chica de Virginia de Mayo que a él mismo.
—Me gustan esas fotos —alcanzó a comentar la chica—, ¿son tuyas?Nacho, aplacando su agitada respiración, dudó si debía fingir una arteria de fotógrafo, pero prefirió decirle la verdad.
—Las fotos son de Fidel, un amigo. ¿Te apetece un té o un café?
—¡Vale! —respondió Virginia con la alegría de los que empiezan a disfrutar de un plan improvisado. El muchacho le calentaba las hormonas, pero apenas recibió su tacita verde de té, Virginia se lo tomó en tres sorbos.
—¿Se te ha olvidado otro bolso? —preguntó Nacho acercándose a ella con ojos de querer zampársela a bocados.
—¡Mis padres! ¿Hoy es 22, verdad?
—Sí. Domingo 22 —respondió Ignacio sin subir la mirada—. Juega el Manchester contra el Barcelona.
—Tengo que conducir tres horas para verlos. Hoy es la bendita comida del mes, la última se me olvidó y no sé si ya me habrán perdonado. Soy hija única, ¿sabes?
—No lo había notado —dijo Nacho.
—Bueno Nacho, más que encantada —lo despidió solo con un beso porque se produjo un tremendo chispazo al juntarse sus mejillas, y casi de un salto Virginia desapareció por el pasillo.
Nacho no podía mover su dedo del pie, pero no dudó en salir a tomar el aperitivo con su amigo Fidel; y cuando cojeó para comprar el periódico, y mientras siguió cojeando de bar en bar hasta terminar de ver el partido de fútbol casi borracho, se acordó de suextraña mosquetera, que iba a pasarse seis horas conduciendo para luchar contra sus olvidos.
—¿Pero no me dices nada?
—¿De qué? —le respondió Nacho a Fidel mientras intentaba zambullirse de nuevo en la conversación.
—Del trabajo que me han ofrecido.
—Ah. Pues si te pagan lo que te han dicho, hazlo. ¿Qué tiene de malo trabajar en una productora de porno?
—Ya te lo he dicho Nacho, no me apetece hacer carrera en ese mundo. ¿Te imaginas que aparece mi nombre y la gente empieza a saber que ando metido en esa industria?
—Nunca he visto que incluyan a los editores en los créditos finales en ese tipo de películas. Aparte, ¿quién se los va a leer? Esas pelis son como lo que comen los argentinos: el dulce de leche, con un poquito te basta. Si te preocupa mucho, pues cámbiate el nombre o ponte el de alguien a quien detestes.
—¡Por fin me das una idea cojonuda! ¿Qué tal anoche?
—Raro —respondió Nacho sin saber qué más decir—. Conocí a una despistada que terminó en casa esta mañana y que me tiene trastornado.
—¿Quién es?
—Tiene un nombre feísimo, se llama Virginia.Fidel empezó a reírse hasta que en el último minuto el Manchester empató y a los dos se les quedó cara de tontos; especialmente a Nacho, que no pudo ponerse de pie sin sentir dolor después de haber conocido a aquella mujer.
La chica de eléctrica sonrisa de fresas que sabía doblar el tiempo, hubiese podido tomarse tres tazas de té, comerse un par de pastelitos y hasta dedicarse a elegir alguna de las películas de Nacho antes de salir a buscar su coche destartalado por la velocidad, pero lo que descubrió en aquel apartamentito le anulaba su nerviosa voluntad por permanecer con ese encantador rescatador de bolsos. Virginia pudo oler los pensamientos de su cuerpo. Aspiró esos espirales de deseo por tocarla o por sentirla cerca y acostarse en su regazo de virgen posmoderna, pero no, algo le olió mal, a rancio, a engaño y a que estaba coqueteando con alguien que no andaba soltero. Sus ojos habían reparado en una mascarilla para rizos que había en el baño, no tardaron en ver aquella cajita de madera con pinta de joyero y en sospechar que las pastillas de algas que vio de refilón tenían toda la pinta de conjuro adelgazante pero, en cualquier caso, lo más insoportable vino al cerrar la puerta y encontrar que, en efecto, en su buzón del correo, Ignacio Corbacho aparecía acompañado por una tal Abril.
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