La historia de la depresión en Occidente no se puede extrapolar sin más al resto del mundo. Muchos psiquiatras en la China comunista de entre 1950 y 1980 diagnosticaban pacientes con shenjing shuairuo , que se traduce como ‘debilidad de los nervios’. Esta categoría surgió poco después de que el diagnóstico de neurastenia cayera en desuso en los países desarrollados. En 1980, los psiquiatras occidentales denunciaron que el término se estaba usando para camuflar altos niveles de depresión y de insatisfacción con un régimen totalitario. Por otro lado, la clasificación como enfermedad de los nervios evitaba en parte el estigma asociado a un diagnóstico de enfermedad mental y otros psiquiatras occidentales defendieron que ese término resultaba útil en un ambiente represivo en el que la tristeza, la falta de ilusión o la fatiga podían interpretarse como una ausencia de compromiso con la revolución comunista. Mao, no obstante, importó la medicina occidental, lo que produjo de forma casi inmediata un gran avance en la esperanza y calidad de vida de la población china.
Con el comienzo del siglo XXI, el diagnóstico de shenjing shuairuo fue cayendo en desuso también en China, especialmente en las áreas urbanas y entre los psiquiatras locales que se habían formado en Europa y Estados Unidos. Los antropólogos atribuyen este cambio a las reformas económicas y al progreso social, los cuales mejoraron la asistencia sanitaria y aumentaron la libertad para discutir sobre problemas sociales, psicológicos y emocionales, así como a la difusión de la psiquiatría occidental. También se piensa que otro factor de peso fue la influencia de las compañías farmacéuticas multinacionales, que habían comenzado a fabricar sus medicamentos antidepresivos en China y publicitaron que la neurastenia era en realidad una depresión oculta, lo que amplió notablemente su mercado potencial.
En la actualidad existen unos cuarenta fármacos contra la depresión aprobados por las agencias del medicamento y en muchos países desarrollados se encuentran entre los más recetados. Entre 2000 y 2015, las prescripciones de antidepresivos subieron en los veintinueve países analizados por la OCDE. El consumo de estos fármacos, de media, se dobló, dato debido al aumento de su uso por adultos y también a la medicación de muchos niños. Hay cierta preocupación social acerca de una sobreprescripción, de un posible uso excesivo de fármacos antidepresivos.
Hoy se considera que la depresión surge de una combinación de múltiples factores, incluyendo aspectos biológicos, psicológicos y sociales. Los tratamientos más habituales son los medicamentos antidepresivos (terapia farmacológica) combinados con la psicoterapia (terapia psicológica). Hay investigaciones prometedoras que posiblemente ayudarán, dentro de poco, a salir de la depresión con mayor rapidez, sin efectos secundarios y de forma definitiva. De todo ello hablaremos en los capítulos siguientes.
Cada persona es diferente y una depresión puede afectar de manera distinta a cada uno, con particularidades únicas en los casos individuales. Sin embargo, hay una serie de síntomas frecuentes, de características comunes a muchas personas que sufren una depresión. Es importante recordar que todos pasamos por momentos bajos, que las desilusiones, la tristeza, la apatía son parte normal de algunos momentos de nuestra vida. Ahora bien, debemos sospechar del posible inicio de una depresión cuando se observen a la vez varios de los síntomas que vamos a describir, cuando persisten durante varias semanas, cuando afectan gravemente e impiden o dificultan llevar una vida normal. Las principales señales de alarma de que se puede estar entrando en una depresión son las siguientes:
Abatimiento o aflicción continuados . La tristeza, ansiedad, ánimo muy bajo o sensación de vacío son estados que todos atravesamos un día u otro, pero si se trata de algo continuo, persistente, debe considerarse una señal preocupante. Hay quien experimenta una mezcla de los estados mencionados, otros se identificarían solo con uno de ellos.
Pérdida de interés por cosas que antes nos gustaban . La depresión genera un sentimiento de que la vida no tiene sentido ni valor, de que no hay nada interesante en ella. La actitud de crítica a todo, de aburrimiento generalizado, la consideración cínica de la vida propia y de las vidas ajenas son un marco típico de la depresión. La pérdida de interés puede afectar a las aficiones más queridas, a las cosas que más nos gustaban e incluso a la vida sexual, lo que puede generar tensión en las relaciones de pareja y reforzar la depresión.
Letargia, fatiga o sensación de no tener energía . En el inicio de una depresión las personas pueden sentir que no tienen fuerzas para nada, les puede costar levantarse de la cama, se sienten agotadas por las tareas domésticas más sencillas, no pueden afrontar ninguna de las labores que llevaban a cabo cada día, en el trabajo, en el hogar, en la vida cotidiana. No es que no quieran hacerlo, es que se sienten incapaces de ello.
Cambios en el patrón del sueño . Muy a menudo, las personas que están entrando en una depresión sufren alteraciones en el número de horas que duermen. Pueden sufrir de insomnio, dormir mucho menos, con un sueño irregular en el que se despiertan muy temprano y son incapaces de volverse a dormir. Otras veces, lo que sucede es que duermen un número de horas excesivo, lo que se denomina «hipersomnio», les cuesta salir de la cama y pueden volver a quedarse dormidas a lo largo del día. Dormir un número adecuado de horas es esencial para una vida sana y tener un patrón de sueño alterado es, en suma, otra posible señal de depresión.
Cambios en el apetito . No tener ganas de comer y perder peso rápidamente o, por el contrario, darse atracones o comer mucho más que habitualmente podrían ser indicios de depresión. Nuevamente, es como si nuestro organismo estuviera descontrolado; nuestros pensamientos nos llevan a desajustarnos, a alterar patrones básicos de salud como son una comida variada y en la cantidad adecuada.
Dolores persistentes sin un motivo claro , molestias de cabeza o de estómago, problemas digestivos que no mejoran con el tratamiento médico.
Propensión a llorar . Llorar es algo normal y bueno: se dice que las hormonas relacionadas con el estrés se liberan a través de las lágrimas. Sin embargo, llorar mucho más de lo habitual sin un motivo claro es otro signo de una posible depresión.
Estar «pasado de vueltas , acelerado, de manera que resulta difícil concentrarse en cualquier tarea o sentarse tranquilamente. Hay personas que son muy activas de forma natural, pero la depresión puede generar un sentimiento incómodo de incapacidad para descansar o para centrarse en una labor determinada. Esto genera una tensión y un uso disperso de nuestras fuerzas que nos impide terminar nada, lo que hace que disminuya la resistencia a la depresión, que progresivamente nos vayamos sintiendo peor.
Dificultad para tomar decisiones . Se ha dicho que la depresión es un trastorno del funcionamiento mental, con «pensamientos negativos automáticos» que inundan la mente. Una pobre concentración o dificultad para tomar decisiones son también síntomas de depresión. Por eso mismo, es importante no tomar decisiones importantes cuando se está deprimido, pues lo podemos hacer de forma forzada, poco pensada, como un escape para salir de una situación de impotencia y fracaso, pero causándonos un daño persistente a nosotros mismos y a las personas que queremos y nos quieren.
Pesimismo y pérdida de la esperanza . Hay quien dice, en broma, que un pesimista es un optimista bien informado. La depresión va más allá: está unida a una actitud negativa que elimina toda esperanza de mejora y deja su característica sensación de vacío. Las personas deprimidas no piensan que van a mejorar, sino que creen que no hay salida, más allá de la muerte.
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