Y tienes que intentar parecer normal al mismo tiempo que haces eso.
Es un ladrón… te quita todo y te deja morir.
Es como tratar de respirar mientras estás envuelta en alquitrán.
Es algo más doloroso que cualquier dolor físico que haya experimentado nunca. Y NADIE puede verlo.
La depresión es despertarte deseando haber muerto mientras dormías.
Ojalá estas frases, reales y de personas deprimidas, nos ayuden a vislumbrar la dureza, el sufrimiento y la desesperanza asociadas a esta enfermedad.
La depresión es la primera causa de discapacidad a escala mundial, según la Organización Mundial de la Salud, y en 2030 será la enfermedad de mayor incidencia en todo el planeta, con unos 500 millones de afectados. Algunos estudios indican que aproximadamente una de cada seis personas sufrirá depresión al menos una vez en su vida. La magnitud del problema se agrava por el estigma que pesa sobre esta enfermedad, que hace que en muchos casos no sea diagnosticada ni tratada, y por la limitada eficacia de los tratamientos disponibles, que conlleva que sea una enfermedad larga y en algunos casos con recaídas recurrentes o que, simplemente, no responda a las terapias.
Otra dimensión impactante del problema es su coste socioeconómico: se calcula que la depresión y los perjuicios asociados (enfermedad, medicación, absentismo laboral, muertes prematuras...) cuestan cada año a Europa lo equivalente al 1 % de su economía. Frente a la dureza de estos datos, se continúa avanzando, se experimenta con tratamientos psicológicos y farmacológicos eficaces, y sabemos que nuevas líneas terapéuticas con resultados preliminares muy prometedores mejorarán la situación en el futuro inmediato. Hemos ampliado el conocimiento sobre las causas de la depresión, sobre las zonas cerebrales afectadas, sobre la química cerebral de la depresión, sobre las estrategias que pueden prevenir este trastorno o favorecer su recuperación. Pero, mientras llega esa ansiada mejora, debemos combinar, como en cualquier otra enfermedad mental, esperanza y prudencia, apoyo a las personas afectadas, esfuerzo y compromiso en la investigación y concienciación social.
La depresión es una enfermedad física que afecta especialmente al sistema nervioso y que se refleja en comportamientos anómalos. No tiene nada que ver con la tristeza o la melancolía, que son emociones naturales y probablemente necesarias. La depresión afecta gravemente a la calidad de vida, a la productividad e incluso a la esperanza de vida pero, así como para otros temas de salud tenemos unas políticas muy proactivas, con campañas contra el tabaquismo o el alcoholismo, a favor del ejercicio y la dieta sana e incluso para evitar las quemaduras del sol, la depresión se mantiene oculta y se aborda desde el silencio culpabilizador y la vergüenza. Es una enfermedad con estigma, si bien nadie es responsable de sufrir una depresión. Aquí no hay culpables.
Los pacientes deprimidos sienten que las cosas mejoran cuando saben exactamente lo que les está pasando, cuando asumen que es una enfermedad, dura y larga pero curable, cuando descubren las cosas que les ayudan y aquellas en las que no deben caer. La depresión mina recursos, arrebata el placer y la alegría, te convierte en alguien distinto a quien eres normalmente. Pero tú sigues siendo tú en ese pozo en el que te encuentras. Ojalá el estar más informados suponga un apoyo en el camino de la recuperación, un impulso para salir de ese estado; ojalá dé esperanza a personas a las que queremos y que pasan uno de los momentos más difíciles de sus vidas. Son muchos los que salen de la depresión y se curan para siempre; ojalá, sabiendo más, ayudemos a que estos casos de éxito sean cada vez más frecuentes.
PARTE I COMPRENDER LA DEPRESIÓN
La depresión o trastorno depresivo es una enfermedad muy común y de larga duración que provoca que una persona se sienta triste, irritable o vacía y que se caracteriza por la falta de ánimo, la pérdida de interés por la vida cotidiana y sus placeres, los sentimientos de culpa o baja autoestima, las alteraciones en el sueño y en el apetito, la sensación de fatiga o falta de energía y los problemas para concentrarse en un objetivo determinado. La persona deprimida no tiene la misma capacidad que cuando está sana y, aunque hemos identificado algunos factores de riesgo, no está claro qué es lo que nos lleva a sufrir esta enfermedad.
La depresión afecta al organismo, al sistema nervioso, al pensamiento, a las emociones y al comportamiento. Se han observado cambios en la organización cerebral de las personas deprimidas, por lo que puede extrañar su profundo impacto sobre la actividad mental y que afecte a todas las actividades de la vida cotidiana. Dominan las ideas negativas en el pensamiento, el estado de ánimo es muy bajo y la falta de autoestima hace creer al enfermo que no vale para nada y que su familia o su pareja estarían mejor sin él o ella. No es verdad. Las personas deprimidas son las mismas que cuando estaban sanas, pero, igual que con una fuerte gripe no podemos hacer deporte o trabajar como cuando estamos bien, quien tiene una depresión no es capaz de relacionarse, de disfrutar de la vida como cuando no está deprimida. Sin embargo, es el mismo individuo y puede volver a estar bien.
La persona deprimida tiene más preocupaciones, se siente más ansiosa, se nota con menos capacidad para amar, no encuentra nada que le dé placer, maneja la ira de una forma diferente, disminuye su sentimiento de esperanza, cree que nada ni nadie le puede ayudar y tiene sentimientos de culpa que, muchas veces, no están ligados a nada concreto. Se trata de una sensación difusa de oscuridad y desesperanza.
Uno de los errores más frecuentes es considerar que la depresión es únicamente tristeza. A menudo el sentimiento preponderante no es el de estar triste, sino falta de confianza en el futuro, letargia, irritabilidad y muchas otras emociones. Además, diferentes personas presentan depresiones muy distintas entre sí. La depresión no es algo sencillo y claro, es un síndrome amplio que incluye numerosas enfermedades parecidas y que tienen algunos síntomas comunes, igual que el cáncer incluye muchos cánceres diferentes. Además, no todas las personas que están en fases depresivas o maníacas padecen todos los síntomas de estos trastornos. Algunas presentan unos pocos síntomas, otras tienen muchos; algunos son graves, otros son leves. La gravedad de los síntomas varía dependiendo de la persona y también puede cambiar con el tiempo. La diversidad de tipos de depresión se manifiesta en cosas como qué fármacos son eficaces. Así, algunos especialistas piensan que, si no se ven respuestas en las primeras veinticuatro horas tras tomar ketamina, es muy posible que no haya ninguna mejora tras el uso de esa medicación, aunque se haga de forma prolongada. Otra posibilidad es que los distintos tipos de depresión tengan distintas firmas metabólicas y que eso se pueda distinguir en el futuro con, por ejemplo, una analítica en una muestra de sangre o un escáner cerebral que permita determinar la actividad en varias de las zonas encefálicas implicadas en este trastorno del ánimo. Es un tema que todavía esconde muchas incógnitas, pero del que cada día sabemos más.
Las principales señales de depresión
Estado de ánimo triste, ansioso o «vacío» de forma persistente.
Sentimientos de desesperanza y pesimismo.
Sentimientos de culpa, inutilidad y desamparo.
Pérdida de interés o placer en pasatiempos y actividades que antes se disfrutaban, incluyendo las relaciones sexuales.
Disminución de energía, fatiga, agotamiento, sensación de estar «a cámara lenta».
Dificultad para concentrarse, recordar y tomar decisiones.
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