En uno de sus viajes a Carlsbad, Lord Stanhope llegó acompañado del infortunado Kaspar Hauser, hijo, según se decía, de la gran duquesa Estefanía, y a quien Lord Stanhope había prometido adoptar. Lo presentaba a sus amistades con explicaciones prolijas, y aun peligrosas y temerarias, pues en este asunto, todavía no resuelto por la historia, confluían muchos hilos tenebrosos e intereses dispares. En una ocasión se presentó un mensajero de Núremberg, que se entrevistó con el aristócrata inglés en un gabinete secreto del Baño Imperial…, mientras Kaspar Hauser era raptado por unos esbirros de cara patibularia que lo sacaron a cajas destempladas de un baño de lodo que estaba tomando y lo montaron a un coche preparado al efecto. Al oír los gritos, Lord Stanhope reaccionó vivamente, sospechando lo que ocurría, pero tuvo que entretenerse rechazando la agresión del mensajero de Núremberg, que iba vestido enteramente de negro y envuelto en una gran capa del mismo color, el cual se abalanzó sobre él pretendiendo estrangularlo. Después de un violento forcejeo, y gracias al excelente estado físico que le proporcionaba la práctica continuada de los deportes, Lord Stanhope logró rechazar a su rival de un puñetazo en la barbilla. Este, impulsado hacia atrás por el golpe, tropezó con la bañera y, como castigo de la divina Providencia, cayó dentro del ácido corrosivo que estaba allí para las «operaciones reservadas». El ácido cumplió su cometido y, entre burbujas corrosivas, se disolvió el enlutado mensajero de Núremberg. Se buscó inútilmente a Kaspar Hauser y, registradas sus habitaciones, solo fue posible encontrar un crucifijo, una enigmática cartulina con una mano roja estampada y unos versos dirigidos a la desconocida condesa de X, madre, según se infería, de una misteriosa novia suya. Estos versos, muy divulgados en su tiempo, fueron traducidos al castellano, no recuerdo si por Hoyos y Vinent o Luis de Val, y rezan así:
Este día de contento
y general alegría,
puede ser para mí día
de feliz recordamiento
si presta usted asentimiento
y autoriza a mi pasión
para que, con efusión,
a su hija decir pueda
que suya mi vida queda
y suyo es mi corazón.
Las singulares propiedades de las aguas de Carlsbad, que a veces producen efectos dramáticos, o, a todas luces, fuera de lo común, se han pretendido explicar por la radiactividad. En efecto, según los doctores Gilbert y Carnot, analizadas las aguas con el fontactoscopio de Engler y Sieveking en el laboratorio de radiactividad de Madrid, se ha encontrado, empleando la fórmula de Madame Curie, la radiactividad en el punto de emergencia de 878 voltios-hora-litro, «casi toda debida a la emanación disuelta, puesto que si se hace hervir el agua desaparece por completo el poder radiactivo, del cual, al cabo de veinticinco días, tan solo reaparecen 6,4 voltios-hora-litro, indudablemente debidos a la existencia de una mínima cantidad de sustancia radiactiva fija».
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