William Plata - Vida y muerte de un convento

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Vida y muerte de un convento es un estudio ambicioso, original y riguroso sobre el Convento de Nuestra Señora del Rosario de Santafé de Bogotá, desde su fundación en 1550 hasta su disolución en 1861. El enfoque de la historia social de la religión desde el cual se aborda esta investigación permite que el análisis de la historia del convento se tome como un estudio de caso de una problemática compleja: la interrelación entre la Iglesia católica y la sociedad colombiana.En este sentido, se recorre la historia de Bogotá y la historia de Colombia, observadas desde el claustro conventual que albergó a una comunidad religiosa sumamente influyente en ámbitos como la organización social, el arte, la economía, la educación y la política. No obstante, esta investigación no solo busca identificar en qué medida el convento influyó en su entorno, sino también cómo este a su vez afectó a aquel y determinó su organización, su composición, su estructura y su comportamiento internos, sus ideas y visiones de mundo. Los conventos, como entidades humanas, no son impermeables a los cambios sociales y también evolucionan internamente a la par de estos. Este libro es, pues, un estudio de la estructura y la evolución internas del convento, al tiempo que pretende examinar su ciclo de vida, de acuerdo con los lineamientos propuestos por Raymond Hostie.

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Los frailes fueron adentrándose en el continente casi al tiempo que los indígenas del Caribe desaparecían, producto de los malos tratos y las enfermedades. Por ello esta región perdió atractivo para aquellos que tenían como propósito evangelizar y misionar; además era una zona peligrosa y difícil, debido a los constantes ataques de piratas que se ensañaban especialmente con los conventos y casas religiosas. El mismo Convento de Santo Domingo de La Española (República Dominicana) desapareció en llamas en 1586, y con él todos sus archivos y crónicas, lo que impidió conocer muchos detalles sobre la historia de esta primera provincia64.

La expansión dominicana por el continente americano bajo dominio hispánico puede considerarse vertiginosa. Según la Geografía y descripción universal de las Indias (1574), de Juan López de Velasco, la Orden fundada por Santo Domingo, sesenta años después de su arribo al Nuevo Mundo, contaba con 126 conventos, frente a 127 de los franciscanos, 60 de los agustinos y 26 de los mercedarios. En cuanto a las provincias, si a mediados del siglo XVI apenas existían dos constituidas y dos en proyecto, hacia 1600 la orden dominicana tenía ya siete provincias, convertidas en nueve en el siglo XVIII65. Tal velocidad en su propagación tuvo mucho que ver con su papel de atalayas de la conquista y la evangelización66. A eso hay que añadir que gracias a su preparación, estilo y trabajo, la Orden de Predicadores ganó mucha confianza en las autoridades reales, de modo que 121 de sus frailes fueron nombrados obispos entre 1500 y 1850, y esa cifra no fue alcanzada por las demás órdenes religiosas67.

Se establecen en el Nuevo Reino de Granada

La Orden de Predicadores fue una de las primeras órdenes religiosas masculinas que hicieron presencia en la Nueva Granada, actual Colombia, durante la época colonial68. La primera mención de dominicos que se hace para este territorio se registra en la capitulación concedida a Diego Caballero, para la conquista de la península de la Guajira, que fue firmada en 1525. Allí se habla de llevar en la armada a un par de religiosos dominicos. Ya antes se habían dado planes para traer frailes a este territorio. A fines de 1509, Alonso de Ojeda pasó por la costa cercana a la futura Cartagena, junto con tres franciscanos, un sacerdote secular y un diácono, pero no bajaron a tierra firme. En 1510 se fundó Santa María la Antigua, en el Darién colombiano. Los franciscanos formaron su convento allí, que permaneció hasta 1524, pues su acción misional fracasó dadas las dificultades del medio y la hostilidad encontrada. Se sabe que esa fundación fue abandonada y que sus restos fueron devorados por la selva. En 1526, el mercedario Fr. Francisco de Bobadilla, acompañado de cuatro hermanos de su orden, fundó en la recién nacida Santa Marta, el Convento de Nuestra Señora de la Merced, que fue liquidado en 154569.

El arribo de los frailes

Durante siglos no estuvo asegurada la fecha exacta de la llegada de la primera expedición de dominicos a las costas de la Nueva Granada, actual Colombia. Esta duda fue resuelta hace varias décadas por Fr. Alberto Ariza y Fr. Enrique Báez, quienes encontraron documentos relativos en el Archivo General de Indias70 y concluyeron que en diciembre de 1528 un grupo de frailes dominicos desembarcó en Santa Marta, al mando de Fr. Tomás Ortiz. Este grupo fue reforzado con cuatro expediciones más en la década de 1530. Existen divergencias en cuanto al número de frailes que llegaron en esa primera expedición. El cronista colonial Fr. Alonso de Zamora afirma que eran veinte. Ariza, quien trabajó con diversas fuentes, encontró errores en fechas e inexactitudes biográficas, así que determina que aunque el número inicial designado era de veinte personas, finalmente solo llegaron doce religiosos a la primera fundación española exitosa en América del Sur,71 cuyos nombres da a conocer: F. Tomás Ortiz, Fr. Martín de los Ángeles, Fr. Juan de Torres, Fr. Juan Tomás de Mendoza, Fr. Pedro Durán, Fr. Juan de Montemayor, Fr. Rodrigo de Ladrada, Fr. Juan de Osio, Fr. Pedro Zambrano, Fr. Francisco Martínez Toscano. Fr. Agustín de Zúñiga, Fr. Domingo de Trujillo, Fr. Pedro de Villalba72. La mayoría de ellos habían vivido antes en la isla La Española.

El 14 de enero de 1533, los dominicos llegaron al sitio de Calamari, al oeste de Santa Marta, que había sido elegido para la fundación de la ciudad de Cartagena de Indias ese mismo año. Tres frailes dominicos y uno franciscano viajaron con Pedro de Heredia, su fundador. La ciudad nació en junio y fue destinada a ser cabeza de diócesis y centro de avanzada de la conquista. El 3 de septiembre del mismo año se nombró como primer obispo a Fr. Tomás de Toro y Cabero, quien llegó a fines de 1534. Durante todo el siglo XVI la diócesis contó con obispos mayoritariamente dominicos73, lo que da cuenta de la influencia que tuvo la comunidad en esa región.

Fr. Jerónimo de Loaysa, nombrado obispo en reemplazo de Toro (muerto en 1536), arribó a Cartagena en 1539 con una nueva expedición de frailes y la misión de fundar un convento para su orden, que canónicamente se denominaría San José, pero que se conocería popularmente como Santo Domingo. Loaysa tuvo la idea de fundar una escuela, colegio de artes y teología, abierta a los seculares, que incluyera a los hijos de los caciques, pero su proyecto se truncó con su nombramiento al arzobispado de Lima, en 1540, pocos meses después de su llegada a Cartagena74.

El grupo que se estableció en la Costa Caribe trabajó, en un comienzo, en las doctrinas75 creadas en los alrededores de las dos ciudades españolas fundadas en el litoral caribe: Santa Marta y Cartagena. El Convento de Santa Marta, por ejemplo, recibió en un comienzo las doctrinas de Bondinga, Gaira, Taganga, Mamatoco, Guajiros, Aruacos, Tupes, Chimilas y Durcinos, además del curato de Santa Marta. Varias de las doctrinas correspondían en realidad a comunidades indígenas enteras76.

Los frailes que evangelizaron la región, según el ejemplo de sus colegas misioneros de las Antillas, se enfrentaron en poco tiempo con los encomenderos por el trato que daban a los indígenas. Ello provocó que el jefe de la expedición, Fr. Tomás Ortiz, discípulo de Fr. Pedro de Córdoba, abandonara la región ante amenazas y acusaciones de los conquistadores. En medio de controversias, Fr. Tomás regresó a España y se retiró de la Orden. Fr. Bartolomé de las Casas afirma que las problemáticas vividas por este religioso hicieron que terminara sus días en su pueblo natal, «muy abatido y angustiado y no sé si en alguna hora de su vida se pudo consolar»77.

A comienzos de 1537 partió de Santa Marta una expedición dirigida por Gonzalo Jiménez de Quesada, rumbo al interior del Nuevo Reino de Granada. Esta siguió río Magdalena arriba, en dirección hacia el sur. El capellán de la expedición era un religioso de la Orden de Predicadores, Fr. Domingo de las Casas, pariente del célebre defensor de los indígenas. En agosto, las tropas diezmadas por las penalidades del viaje arribaron al actual altiplano cundiboyacense, lugar del reino de los muiscas. Luego de someter a los dos jefes muiscas más importantes, el zaque de Tunja y el zipa de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada procedió, el 6 de agosto de 1538, día de la fiesta de Santo Domingo, a fundar la ciudad de Santa Fe (o Santafé)78, la que será desde entonces la capital del Nuevo Reino de Granada.

A finales de 1540 llegaron al altiplano por lo menos tres religiosos más procedentes de Santa Marta: Fr. Pedro Durán, Fr. Juan de Montemayor y Fr. Juan de Torres. El último marchó a Santafé, mientras que los dos primeros se quedaron en Tunja. Según las diferentes crónicas, el padre Durán catequizó y bautizó a Aquimín, último zaque de Hunza, y a Sugamuxi, sacerdote máximo de los muiscas. Más adelante, Aquimín y otros caciques serían ejecutados en la plaza pública de Tunja (ciudad fundada en 1539) por orden de Hernán Pérez de Quesada79, hermano del fundador de Santafé de Bogotá.

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