En ese contexto, Deborah Meier, es una voz como otras, pero tampoco es cualquier voz. Recordándonos el modo de construir pensamiento que tuvo el gran teórico de la educación John Dewey, Meier ha construido consistentemente en el tiempo, una teoría educativa desde su propia práctica como directora, sin abandonar la tarea que es propia de todo profesor: hacer de su experiencia fuente de conocimiento profesional. A través de ella, ha pensado en el valor y los riesgos que provienen de políticas educativas pensadas sin mayor conexión con las escuelas, y ha reflexionado seriamente cómo las escuelas pueden ser más inclusivas en términos de clase y multiculturalidad, pero sin dejar que estos temas se entiendan fuera de contexto. En Meier, no puede haber verdadera inclusión sino se construye desde un modo de pensar y experimentar la democracia al interior de la escuela. En ese contexto, los exámenes estandarizados, foco de este libro, podrán originar muchos análisis respecto de sus sesgos y beneficios, pero dicha reflexión será en vano, si no se contextualiza bajo lo que verdaderamente da sentido a las escuelas. En ello, por cierto, como lo leerán en este texto, Deborah Meier es categórica: las pruebas estandarizadas, incluso con todos sus correctivos, representan un peligro a la vida democrática de las escuelas.
De Matthew Knoester me resulta mucho más fácil hablar, tras 15 años de amistad y compañerismo. Compartimos en el llamado Seminario de todos los viernes organizados por Michael Apple, otro teórico fundacional de la teoría curricular. Por diversas consideraciones raciales, lingüísticas y de pertenencia cultural, de Mathew siempre he apreciado su gran respeto y valoración por el trabajo de otros y su tremendo deseo de conocer los modos de entender el mundo más allá de las fronteras de su propio país norteamericano. No es lo común. Por supuesto, a eso se agrega un trabajo investigativo perseverante que toca temáticas de lectura escolar crítica, exclusión cultural en las escuelas, y, por supuesto, de alternativas democráticas en educación. En ello, ha tenido particular cuidado de no separar teoría de práctica, entendiendo por aquello, no el realizar simultáneamente actividades prácticas y teóricas dentro de los ámbitos que investiga, sino el saber articular ambos procesos en su investigación, escuchando y aprendiendo de aquellos que pertenecen al ámbito escolar. Su propia vinculación con Deborah Meier tiene mucho de esto, habiendo sido Deborah su directora mientras trabajaba como profesor en una escuela de Boston, hace ya algunas décadas atrás. En este texto, se vuelven a unir para pensar juntos, desde sus propios frentes y compromisos educacionales, acerca de un tema tan contingente, y a la vez, tan global.
Como se suele decir, un libro se entiende más si se conoce a los autores, y espero que mi presentación de ellos contribuya en este sentido. Por lo pronto, que ayude a visualizar desde un principio lo que debería esperarse de él, aunque, por cierto, no me corresponde a mí fijar los límites comprensivos del texto. En primer lugar, que no es un libro pensado para impactar a la política educativa, aunque ciertamente, hay muy buenas ideas en él que ojalá pudiesen ser tomadas en cuenta por tanto “policy maker” local. Es un libro que brota de la experiencia de comunidades concretas y cuyas propuestas están orientadas a ser reflexionadas y aterrizadas por comunidades igualmente concretas más allá de un ministro de Educación de turno. En segundo lugar, que no ofrece soluciones técnicas. Podrá dar buenas sugerencias, y más de una de ellas podrá ser acogida por algún lector e implementada en su aula con sus estudiantes. No obstante, ni una de ellas servirá de mucho, si no va acompañado de una pregunta angular: ¿Cómo va a ayudar a dicha aula o escuela a ser más democrática? Dicha pregunta no es técnica, sino política, y ese lente ningún lector debiese dejarlo de lado. Lo tercero, por tanto, se desprende de lo anterior. No separa lo teórico con lo práctico como dos esferas que se saludan, pero no conviven. Este libro nos ayuda a pensar en cosas abstractas sin dejar de pensar en el trabajo del día a día; y a pensar en soluciones aplicables, sin dejar de lado las consideraciones más complejas que dan sustento y sentido al quehacer pedagógico. En palabras de algunos autores brasileños, contribuye a pensar mejor cómo en la escuela podemos llegar a ser práctico-pensantes.
Por cierto, el tema más complejo siempre será el de la aplicabilidad de ideas que surgen en un contexto geográfico, y que luego son movilizadas hacia otro tan distinto, como el nuestro, generando interrogantes no solo dadas las diferencias culturales, sino porque, además, están mediadas por relaciones tan asimétricas en términos de recursos económicos y poder político, las que también se han dado a nivel de sistemas educativos. Estoy consciente de que cada lector tendrá el deber de dar respuesta a este punto. No obstante, son pocos los asuntos que, en un contexto determinado, pueden movilizar tantas voluntades para enfrentar sus embates. La neo liberalización de la educación, con el autoritarismo gerencial que produce; la estandarización de los contenidos curriculares, con el reduccionismo evaluativo que genera a través de la cuantificación de “aprendizajes”; y la medición, con la racionalidad positivista basada en la “evidencia” que silencia tantas tradiciones democráticas en las escuelas, hoy generan a nivel mundial múltiples formas de organización y resistencia en comunidades y colectivos de profesores, estudiantes y padres; y la creación de una variedad de contra-propuestas y alternativas. Este libro, aporta una de ellas, y, por tanto, debe ser leído, reflexionado y discutido dentro de ese contexto más amplio de lucha y trabajo democrático.
Imaginándome este texto en mano de mis colegas argentinos, peruanos o brasileños, o en todos esos profesores chilenos que han tenido la generosidad de conversar conmigo sobre estos temas en los últimos años, de manera especial el Centro de Estudios Eduardo de la Barra, que ha liderado múltiples movilizaciones en favor de la democratización de la educación en el país, me entusiasma los tipos de cuestionamientos y diálogos que podría llegar a provocar. Creo en la deliberación y el impulso que este genera en la creación de lazos comunes y solidaridades. Libros como este pueden constituir un momento de ese diálogo más grande que traspasa fronteras y ayuda a pensar en espacios públicos más allá de los propios Estados. En dicho movimiento, espero que este libro suscite otros tantos que también reaccionen y amplíen los márgenes en los que hemos estado pensando la educación en las escuelas. En cierto sentido, en estas páginas, el Norte, en la figura de Deborah y Matthew, nos aportan algunas perspectivas. Pero su aporte quedará trunco si desde el Sur no replicamos de vuelta. Como siempre, este quedará colgando como el gran desafío.
EDUARDO CAVIERES FERNÁNDEZ
Universidad de Playa Ancha
Centro de Estudios Avanzados
AGRADECIMIENTOS
Quisiéramos agradecer a las siguientes personas por sus comentarios de borradores previos de este libro: Jane Andrias, Kathy Caveney, Brian Ellerbeck, Emily Gasoi, Vincent Harper, George Iber, Carole Saltz, Lori Tate y los revisores anónimos de Teachers College Press. Gracias a Nancy Power, Jamie Rasmussen y a todos en Teachers College Press, quienes aún colaboran en hacer este trabajo conocido.
A Deborah le gustaría agradecer a las siguientes personas por su crucial apoyo técnico durante el proceso de escritura de este libro: Nicholas Meier, Roger Meier, Becky Meier, Sarah Meier-Zimbler, Lilli Meier y Tricia Meier.
Un agradecimiento especial para Kristin Roberts por compartir con nosotros su revisión descriptiva de un niño para el Capítulo seis. Un agradecimiento sincero para Wayne Au, David Berliner, Pat Carini, Ted Chittenden, Linda Darling-Hammond, Brenda Engel, Monty Neill, Jay Rosner y Ted Sizer; su trabajo y sus conversaciones personales acerca de estos temas a lo largo de los años han influenciado de forma significativa nuestro pensar. Queda claro que asumimos cualquier error que se encuentre en este libro.
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