El discurso se complejiza cuando el supervisor, que busca la conversación continua alrededor de la persona del terapeuta, también se invita a pensar reflexivamente en la persona del supervisor, porque ahí también está presente, en un escenario de cuidado, de cura, del sistema de supervisión. Resulta interesante pensar en cómo el supervisor también preserva la vida en el escenario de supervisión, lo que permite espacios de cuidado mutuo, donde se piensa igualmente en la metáfora del cuidado del cuidador. El supervisor se reconoce como una persona que se encuentra con unos dilemas en la formación y en su ejercicio como clínico, que son importantes para ponerse en juego en un escenario de supervisión, pues de lo contrario sería un escenario de primer nivel que solo está dando transmisión de conocimiento, posiblemente con un lenguaje muy fuerte a nivel sistémico, pero con un paradigma no interiorizado como estilo de vida.
En tal sentido, es claro que para llegar a ser supervisor hay que ser primero clínico. El supervisor clínico debe estar ejerciendo la clínica de manera paralela, para poder utilizarse y manejar ese tipo de procesos; tanto así que se entiende que el modelo de supervisión es un modelo clínico ad hoc, y obviamente desde ahí está siendo entendido según la investigación/intervención. Esto permite el mismo posicionamiento en la supervisión clínica en la que se conversa de forma creativa. En la clínica sistémica se busca conversar desde la horizontalidad; sin embargo, se comprende que en algunos momentos es necesario hacerlo desde una posición por debajo del consultante, y, en ocasiones, un poco por encima, para hacer determinada intervención que resulte potente. Esto mismo ocurre en el espacio de la supervisión. Se puede modular de acuerdo con la relación construida con el otro, en donde interesa la emergencia de novedades generativas, sin desconocer que el papel de supervisor está ligado a una responsabilidad y, por ende, como menciona White, a un ejercicio (generativo) de poder.
A modo de síntesis, la investigación/intervención en el saber pedagógico del acompañamiento de clínicos con clínicos permite entender que en el hacer se conoce y en el conocer se hace. El slash —en el concepto de investigación/intervención— se debe saber manejar, dándole la direccionalidad y el bucle que genera, ya que se enmarca en una episteme de la complejidad y en una visión del compromiso con lo social, que busca orientar hipótesis adaptativas para orientar la intervención. Los elementos que se promueven para la coevolución, la coexistencia, el bienestar humano y la salud mental, en últimas, son novedades generativas de la vida, que es lo que se pretende desde la misma supervisión, y son realidades generativas para el supervisor, para los supervisados y para los consultantes.
Aportes del método reflexivo a la supervisión desde las diversas experiencias en el ejercicio clínico
El método reflexivo no debe ser entendido solo como un principio orientador, sino también como lógica de acción, procedimientos y estrategias, en el orden de las intencionalidades que tienen la reflexión y la comprensión. Flexionar implica movimiento, doblar, deformarse, y dar reflexión es un movimiento, un doblar, un deformarse hacia sí mismo; por lo tanto, implica un pensarse, hacerse y sentirse. Para la supervisión se convierte en un elemento fundamental, ya que la reflexión implica un incluirse en lo que se denominaría metamirada en una lógica más cognitiva. El principio de la recursión es la acción; por lo tanto, es volver a nosotros, a ver a sí mismos pero de una manera diferente. De tal manera que el reflexionar es la posibilidad circular en espiral. Si no se mira en una perspectiva de espiral se queda en principios o lógicas tautológicas de mirarlos y no mirarlos si no se trasciende a los órdenes ecológicos, o contextuales, que son mucho más abarcadores, pues en estos se pueden presentar ciclos de observación y de puntuación.
La reflexión en la supervisión se vuelve muy importante al posibilitar ciclos de observación y de puntuación, de acuerdo con el momento del terapeuta en formación. No es lo mismo un ciclo de observación y de puntuación en un primer semestre de formación a aquellos de un terapeuta en cuarto semestre. Se dan esos bucles de recursión de una manera diferente, de modo que posibilitan la eco-colocación autorreflexiva y heterorreferencial. La idea de eco-colocación recuerda la metáfora de cómo se ubican los delfines y ciertos peces que no tienen la capacidad de visión pero sí la de ponerse a sí mismos, sin necesidad de terminar viendo, como los delfines realmente, a quienes están al lado, y tienen la posibilidad ecológica de ubicarse, mediante sus propias ondas, en el otro, así como el supervisor en su rol es un eco-colocador de esas ondas con sus supervisados, en contexto con lo social, lo ético, lo político, con los consultantes, en una lógica auto- y ecorreferencial.
No se puede hablar de órdenes de reflexión sin centrarse en la relación. La relación es lo que posibilita el cambio y la transformación. Arendt menciona el poder en la relación que tanto le tememos, pero que puede ser un acto creativo, una invención conjunta, que se fundamenta en esa relación para innovar en medio de la influencia recíproca, reconociendo el diálogo para poderse transformar interactivamente en esas experiencias. En las relaciones el terapeuta facilita un proceso o activa un cambio de carácter imprevisible, que, por otro lado, está basado en una relación en la que el poder mismo está dado en la relación establecida donde se construyen estos órdenes de reflexión permanente, continua y en espiral. Es una posibilidad creada en esa relación establecida entre consultantes, terapeutas, supervisores, en ese ejercicio obviamente clínico, que parte de toda la filosofía oriental que nos mencionaban Varela y White.
Si se plantea la pregunta de cómo se ejerce ese poder en las relaciones, la idea es que se dirija justamente a crear un proceso generativo y reflexivo, ya que el supervisor no se queda solo con el poder per se, o con su emoción, sino que invita al otro a que regrese sobre sus propias narrativas y sus propias versiones, y desde ahí posibilitar la emergencia de novedad. En esta medida, el tema del poder es central en el escenario de supervisión, en el cual se reconocen precisamente las diferentes personas que forman parte de esta. Implica, entonces, un acto responsable ubicarse desde la reflexividad para asumir que el supervisor sí ejerce un poder, pero también pensar qué hacer con él, dar cuenta de que es parte de lo que se está estudiando. Esto quiere decir que los sistemas y el equipo terapéutico están hablando también del supervisor; por lo tanto, el tema de la ética también implica ese ejercicio reflexivo, ya que invita constantemente al supervisor a concientizarse sobre sí mismo, sobre su papel y sobre qué hacer con él. Este ejercicio, de acuerdo con Pakman, desde la micropolítica, supone volver sobre sí mismo, sobre las propias costumbres, posturas ideológicas, políticas, etc., que están ahí, pero que es de la responsabilidad del supervisor y del terapeuta saber qué hacer con ellas; entonces, asumir la reflexividad también implica un acto político.
El poder en este caso se podría concebir como de segundo orden, teniendo en cuenta que no se está pensando en los poderes verticales estrictos, sino que son creativos y se mueven conforme se mueven las relaciones. Boscolo menciona los tiempos que están conversando, y eso da cuenta también del reconocimiento de un momento en el que cada uno se encuentra en su proceso formativo; es decir, el supervisor en un momento diferente, el terapeuta en formación en otro momento, que conversan en el momento temporo-espacial del escenario de supervisión clínica. Obviamente se reconocen grados diferentes de poder, en los que no solo el supervisor ejerce el poder como clínico que forma, sino también el terapeuta en formación, que pone en escena un momento y una realidad que viene a conversar con la del supervisor. En esa medida el poder es reflexivo, ecológico, y trasciende los órdenes estrictos de verticalidad tradicionalmente conocidos en la concepción de poder.
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