Mario Massaccesi - Saltar al buen vivir

Saltar a la abundanciaes abrirle paso a la admiración, el respeto, la gratitud. Por el contrario, la escasez nos lleva directo a la envidia, una emoción agotadora, triste y mezquina. La envidia no es desear lo que el otro tiene, es querer que el otro no lo tenga. La admiración se transforma en envidia cuando nos convierte en seres opacos, competitivos.

Marina trabaja hace 20 años en un importante estudio de abogados. Una causa judicial ganada la retó a una altísima exposición mediática. Recibió elogios de periodistas, colegas, amigos y por supuesto de su familia.

Sin embargo, Marina se sintió triste por el llamado de un exjefe que le dijo: “No vi nada de lo que hiciste, pero me hablaron muy bien de lo tuyo. Quiero decirte algo: no creas que todo el mundo se alegra de tu éxito. No confíes y cierra la boca. El silencio nunca te condena, las palabras sí. Tu crecimiento empieza a hacerle sombra a otra gente que está a tu alrededor y eso molesta. Camina como si estuvieras pisando huevos… Desconfía de todos”.

Le preguntamos a Marina si podía describir su emoción después de esa charla con su anterior jefe: “Es como si alguien me hubiera clavado un aguijón. Me siento mal, se me fue el disfrute”.

– ¿Qué crees que apareció en tu cabeza?

– Miedo. Intranquilidad.

Hubo varias preguntas para que Marina pudiera reflexionar: ¿Para qué crees que te lo dijo?

¿Desde qué lugar lo hizo? ¿Cómo jefe? ¿Exjefe? ¿Amigo? ¿Consejero? Si no vio nada de lo que hiciste, ¿con qué autoridad lo hace? ¿Realmente crees que no vio nada o te dijo que no vio nada? ¿Crees que puedes trabajar desde la desconfianza como te aconseja? Si siendo como eres has logrado esto, ¿estás dispuesta a cambiar?

Marina concluyó que el mensaje fue incierto, confuso, temerario, con poca información y con más juicios que verdades. Pudo darse cuenta de que solo consiguió opacar su alegría y entusiasmo.

Una clara mirada desde la escasez. Desde el terror y la desconfianza nada puede construirse. No hay como estar movidos por la búsqueda constante, la excelencia, el deseo, la curiosidad. Si vivo en abundancia genero abundancia, si vivo en la escasez genero escasez.

Aquí se pone en evidencia el juego que estamos jugando en nuestra vida.

—Hay quienes juegan a perder.

—Hay quienes juegan para no perder.

—Hay quienes eligen no jugar.

—Hay quienes juegan a ganar.

—Hay quienes juegan a ganar/ganar.

Los que juegan a perder son los que antes de intentarlo creen que todo saldrá mal y tienen excusas maravillosas para no hacerlo. Se quejan y reparten culpas a diestra y siniestra. Son peligrosos. Necesitan que los demás pierdan para tener la razón. Viven tensos y enojados. Suelen decir: “Viste, yo te lo dije”, “Te avisé”. Para ellos todo es un gasto y nada una inversión. Se enfocan en el resultado material o económico.

Los que juegan para no perder se limitan a cuidar lo que ya tienen. Viven paralizados en el miedo a tener menos de lo que tienen. No ven posibilidad en nada. Hablan en potencial: “Debería, pero no me animo”, “Podría, pero cuando se pueda”. Siempre hay un “pero” atravesado. Dan entidad a la opinión de los que tuvieron mala experiencia para justificar su inercia y creen que los exitosos tuvieron suerte.

Los que no juegan son los que ni lo intentan. Escépticos, vagos, conformistas y también personas anuladas porque la vida los golpeó duro. Pusieron candado a sus sueños. Dicen frases como “Me da lo mismo”, “Hago lo que ustedes dicen”, “Me amoldo”. Como no accionan tampoco esperan resultados. Se quedaron en el gris sin usar el pincel y la acuarela que tienen a su lado.

Los que juegan a ganar son protagonistas de su destino haciendo realidad lo que sueñan. Contagian, inspiran y entusiasman contra viento y marea. Dan ganas de estar con ellos porque siempre aportan algo. Ven oportunidades sin ser oportunistas y saben aprender del error. Son esperanzados, tienen fe y confianza. Saben qué pedir, cómo pedirlo, a quiénes. Viven en modo esponja: absorben todo y conocen el límite para poder decir que no. Hablan diciendo: “¡Gracias!”, “Te felicito”, “Hagámoslo”, “Quiero”, “Estamos a tiempo”. Son visionarios, se anticipan a lo que vendrá sin saber cuál será el resultado.

Los que juegan a ganar/ganar son los líderes que cambian el mundo desde una pequeña idea. Poseen valores muy sólidos que comparten porque creen que la salvación siempre es colectiva. Son generosos, abiertos, receptivos. Tienen registro de los otros y escuchan desde el compromiso. Hablan en plural porque están convencidos de que cada acción impacta en el sistema. No se inmolan porque no aspiran a ser mártires ni héroes. Se cuidan porque al hacerlo están cuidando a los demás. Son ejemplo de lo que dicen. Aceptan el error, aprenden de él y saben pedir disculpas. En vez de preguntar “¿Qué te pasó?”, prefieren consultar “¿Qué necesitas?”. Tienen pensamiento hormiga: muchos podemos más y hacerlo mejor. Hablan simple y claro para que entiendan todos. Para estas personas aplica el “soy porque somos”.

—¿A qué juego estás jugando en este momento de tu vida?

—¿Con cuál te identificas?

—¿Es el juego que quieres jugar?

—¿Necesitas cambiar de juego?

—¿Cuál sería el valor de hacerlo?

Saltar a la abundanciaes ser agradecido de corazón y desde el amor por cada instante vivido. Agradecer por lo que fuimos (aun con nuestros errores), por lo que estamos siendo (aun en la incertidumbre) y por quienes podemos llegar a ser (aunque no sabemos si llegaremos al futuro). La gratitud nos lleva al reconocimiento. Cuando me reconozco me doy cuenta de cuánto tengo y al hacerlo puedo compartir y multiplicar para que ganemos todos.

—¿Qué te agradeces?

—¿Qué puedes reconocer en ese agradecimiento?

—¿Podrías enumerar todo lo que tienes?

—¿Quieres o podrías compartir algo de todo eso que tienes?

—¿Con quién? ¿Con quiénes compartirlo?

¿Con qué anteojos (imaginarios) quieres ver este mismo momento de tu vida? Si te pones los anteojos de la abundancia ya sabes cómo será tu mirada. Si te colocas los anteojos de la escasez, sabrás con qué te encontrarás. Nuestra vida son ambas cosas. Nuestras abuelas nos decían: “La vida te da y te quita todo el tiempo”. Es verdad. Hay cosas que nos llegan sin que nos lo hayamos propuesto, y hay otras que se nos van sin nuestra intención. Poder usar ambos anteojos nos permite poner en la balanza todo lo que nos ha pasado, lo que hemos hecho, lo que nos han hecho. Una mirada neutral: de un lado la abundancia, del otro la escasez. Y en el centro cada uno/a de nosotros/as como protagonistas de esta vida y de este tiempo que no se repetirá.

Agradecernos por todo lo vivido es un gesto de grandeza único que no se pesa en ninguna balanza. Todo lo vivido: lo bueno, lo malo, lo lindo, lo feo, lo alegre, lo triste, lo obvio, lo inesperado, el amor y el dolor. Eso somos. Al haberlo atravesado y estar vivos ya hemos ganado la partida.

— PATRICIA

Soy uruguaya. A mis veintitantos años estuve viviendo casi un año en Camboriú, Brasil. Luego decidí mudarme a Santiago de Chile y allí viví 16 años, hace 12 di un volantazo y me vine a vivir a la Argentina… Aquí estoy... por ahora.

Debo reconocer que en estos cambios no fui muy detallista, y salvo algunos aspectos fundamentales, nunca tuve muy claro qué era lo que venía después de que decidía vivir afuera. Sin duda, cada vez que me cambié de país, salté con la mirada puesta en la abundancia. Confiaba en que se iban a presentar oportunidades inesperadas y sabía que tenía que estar abierta a verlas. Nunca se me ocurrió que todo saliera pésimo. Si bien hubo malos momentos, siempre continué moviéndome, buscando, inventando; segura de que dependía de mí el resultado y que solo había que seguir caminando para poder descubrir nuevos horizontes. Hoy, en retrospectiva, puedo ver que esta mirada puesta en la abundancia me permitió ir sumando paso tras paso. Si mi mirada hubiera sido de escasez, sin duda no hubiera podido recorrer este camino donde se fue desarrollando mi vida.