Saltar a la abundanciaes una forma de pensar. Es hacer consciente que somos seres ilimitados con posibilidades infinitas viviendo nuestra vida de manera limitada. Es ver posibilidades donde todavía no las hay. Es creer que algo que no existe es posible crearlo. Solo los que se animan a cruzar la frontera de sus propias creencias pueden comprobarlo, los que están dispuestos a acertar y equivocarse para corroborar que la sabiduría no descansa necesariamente en la verdad, sino también en el error.
Saltar a la abundanciaes poder reconocernos como “seres llenos de posibilidades” más allá de lo material o del dinero. Justamente cuando menos dinero tenemos, cuando más desprovistos estamos de lo material o cuando los recursos escasean es cuando también aparece la oportunidad de identificar toda la riqueza interior: fe, coraje, imaginación, propósito, templanza, talento, fortaleza, habilidades, relaciones, etc. ¿No crees que son nuestra mayor riqueza? Es aquí cuando se pone en juego nuestro gran capital interior. Hay ejemplos nobles, maravillosos, inspiradores de personas que tienen una actitud abundante en medio de la nada. Hay millones de historias de quienes lograron emerger de la pobreza estructural, de la falta de trabajo, de las limitaciones físicas, de situaciones de violencia, de falta de oportunidades. Los momentos de mayor devastación dejan en evidencia nuestra fertilidad. Reconocer que esos valores nos pertenecen es darle una oportunidad a la rueda que pone en movimiento nuestra vida.
Saltar a la abundanciaes darse el lujo de vivir como lo merecemos. El lujo entendido como la posibilidad de tener y acceder a las necesidades básicas para vivir. Estamos acostumbrados a hacerlo “de a poquito” sin darnos permiso a tener una mirada grande y agradecida sobre todo eso que forma parte de nuestro vivir. Lujo es disfrutar de la casa que edificamos, la familia que hemos construido, los/as amigos/as que nos honran, el plato de comida caliente que nos hacemos y compartimos, la salud que nos sostiene. El lujo está muy lejos de lo que plantea la sociedad de consumo o el marketing que nos abruman todo el tiempo con etiquetas que promueven ciertos estatus, pero no garantizan la felicidad ni la libertad… todo lo contrario. No haber logrado las condiciones mínimas para vivir –como les ocurre a millones de personas– nos obliga y nos compromete a ser activos en la creación de políticas públicas, acciones privadas, emprendimientos sociales, trabajos comunitarios, acciones profesionales para que el lujo –tal como lo entendemos en este libro– sea bien democrático y no una excepción. Eso también es abundancia.
Recordamos a Blanca, la señora que por primera vez a los 70 años invitó a todas sus amigas a tomar el té en el bar más pintoresco de su pueblo en Corrientes. Más de 50 años de casada con Adolfo y una vida dedicada a su marido, hijos y nietos. Lo que sigue es el relato del dueño del bar.
– Yo no sé qué le hicieron ustedes y la hija de Blanca se pregunta lo mismo. Leyó su libro. Se lo devoró en una semana e inmediatamente le dijo a su esposo que ya era hora de soltar la casa para disfrutar de su libertad como nunca lo había hecho. Ahora sale a caminar sola, visita amigas, estudia computación, hace yoga en la plaza del pueblo y pidió una mesa para celebrar el Día Internacional de la Mujer. Les repito, la hija me preguntó qué le habían hecho ustedes.
Nuestra respuesta fue simple y concreta: “No le hicimos nada, ella está haciendo lo que hasta ayer parecía un imposible. Es el despertar de la conciencia”.
Blanca cambió su mirada y se corrió de una vida cargada de prudencias para explorar otros pequeños mundos que necesitaba. Ahora –incluso– escucha frases de su marido que no había escuchado antes: “Te extraño”, “Te ves más linda”, “Te siento más joven”.
Saltar a la abundanciaes darnos los permisos que no nos hemos dado y tomar las oportunidades desaprovechadas para ser y hacer lo que se nos venga en gana. Al abrir nuestra mente salimos de la zona de confort, vemos lo que no veíamos, generamos otros momentos, corremos los miedos, crecemos en la confianza, dejamos de inventarnos amenazas que no existen, desautorizamos las falsas certezas del ego, apagamos el piloto automático. En una cabeza ilimitada siempre hay lugar para las sorpresas.
¿Cómo hacerlo?, te estarás preguntando
Como te salga es la mejor respuesta.
No hay una guía perfecta ni un manual por seguir para saltar a la abundancia, pero reconocerte abundante en ideas, ganas, voluntad, relaciones es un gran paso porque hay buena materia prima en ti para empezar la tarea. Algunos consejos para tener en cuenta:
—Convéncete de que algo es posible y de que eres capaz de crear una nueva realidad.
—Confianza en ti y en quienes necesitas para hacer la tarea.
—Compromiso. Es todo lo que estás dispuesto/a a hacer.
—Evitar pensamientos limitantes que todo el tiempo te refriegan que no puedes o no eres capaz.
—Ser selectivo con la opinión de los demás. Poder distinguir qué te dicen y para qué te lo dicen. ¿Hay espacio de mejora en eso que te están diciendo? ¿Suma o resta? ¿Aclara o confunde?
—Claridad en lo que quieres y para qué lo quieres. El entusiasmo despierta, contagia, estimula.
—Acción. Hacer un plan con las acciones por seguir y medible en hechos concretos para darte cuenta de si lo estás logrando o no.
—Equipo. Nada podemos hacer solos/as. Coordinar acciones, hacer pedidos, ofrecer lo que tengas disponible.
—Recursos. Con qué y con quiénes cuentas.
—Cuáles son los inconvenientes posibles. ¿Lo has pensado? ¿Podrías elaborar una lista? ¿Son reales?
—Flexibilidad para adaptarte a las situaciones que se vayan presentando, algunas pueden estar fuera de tu radar.
—Alternativas. Tener en claro dónde están los salvavidas que te ayudarán a no hundirte.
—Disfrutar del proceso y no enfocarse solo en el resultado.
Te contamos la historia de Matías. Él le había echado el ojo a un local en pleno centro de Bariloche (Río Negro). Cada vez que visitaba a sus suegros y caminaba con Flavia, su esposa, por la avenida principal repetía la misma frase: “ Cuando se desocupe nos venimos a vivir acá y pongo allí la peluquería ”. Lo repetía como un mantra sanador. Flavia nunca pensó que lo decía en serio.
Cuando se flexibilizó el aislamiento obligatorio viajaron a Bariloche y ¡sorpresa! el local estaba en alquiler.
– Nos venimos para acá –dijo Matías– ya mismo averiguo por el alquiler. Una peluquería acá puede funcionar muy bien.
Ella quiso persuadirlo y le preguntó: ¿Estás loco? ¿Justo ahora que cierran todos, se te ocurre dejar tu trabajo, gastar los ahorros y poner una peluquería en un lugar que no conoces lo suficiente?
En un mes se despidió de su clientela en Buenos Aires, alquiló el local, encontraron casa, se mudaron y montó la nueva peluquería. No habían inaugurado y ya tenían tres semanas de turnos tomados para tintura, corte, alisado, permanente, baño de crema.
Hoy Matías reflexiona: “Di el mayor paso de mi vida en el momento más difícil. Sabía que no podía fallar, aunque podría no haber funcionado. Algo me dijo que era el momento de hacerlo, no hubo estudio de mercado. Me largué”.
Pregunta para ustedes lectores. Matías miró ese lugar, ¿con ojos de miedo o con ojos de fe? ¿Pensando en abundancia o razonando desde la escasez? ¿Creyendo que le iba a ir mal o que podría resultar un éxito? ¿Escuchando todo lo que le decían por ahí o haciéndole caso a su corazonada?
¿Qué hubieran hecho ustedes?
Saltar a la abundanciaes cambiar lo que decimos, las palabras que elegimos, las frases que usamos y la manera de tratarnos a la hora de hablar. El lenguaje es el reflejo de quienes estamos siendo y nuestro vocabulario la evidencia de lo que se esconde en los recovecos de nuestro ser. El lenguaje crea realidades todo el tiempo.
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