Creemos en esta propuesta y, como nos gusta a nosotros, le ponemos el cuerpo y el alma. No podemos con nuestro genio. Es hora de saltar hacia el interior de este libro que fue escrito con y para ustedes.
¡Bienvenidos!
Capítulo 1
• Saltar a la incertidumbrepone a prueba nuestra confianza con nosotros/as mismos/as y con los demás.
• Saltar a la incertidumbrees abrirnos al asombro de la vida.
• Saltar a la incertidumbrees asumir que lo que viene no es ni será lo que ya conocemos.
La incertidumbre es el gran espacio donde nos movemos todos los días, cada hora, cada instante y sin darnos cuenta. Mientras ustedes están leyendo este pedacito del libro en un sillón, acostados/as en la cama o en el transporte público yendo al trabajo están en lo incierto. Para nosotros, el momento de escribir estas líneas con la hoja todavía en blanco es, también, incierto porque no sabemos qué nos puede pasar mientras avanzamos en la hermosa aventura de construir este segundo libro. No podemos saber todo lo que incluye hasta que no sea publicado y menos aún qué está pasando con ustedes mientras lo están leyendo. La incertidumbre nos invita a pensar en un abanico de posibilidades y otras tantas que ni siquiera están en nuestro radar.
Amamos la incertidumbre creativa y por eso decidimos ser disruptivos en nuestra manera de trabajar. Nos animamos a algo nuevo. Nuestro libro anterior, Soltar para ser feliz, fue gestado en Buenos Aires durante los meses de un verano feliz. Saltar al buen vivir fue trabajado junto al mar, una idea romántica que surgió en una de nuestras entusiastas charlas. Hacer un nuevo libro, pero en otro lugar podía ser una experiencia de película o un auténtico desastre. ¿Cómo saberlo? Haciéndolo. Allá nos fuimos.
Un domingo a la mañana cargamos nuestros bártulos y nuestras ganas, y nos largamos a la ruta. Destino elegido: la casa de nuestro amigo Leandro Gáspari en Claromecó, un paraíso al sur de la provincia de Buenos Aires con playas anchas, médanos desafiantes, silencios profundos y atardeceres soñados que son un verdadero apretón de manos con la vida.
A la travesía literaria se sumaron presentaciones en varios teatros de la zona.
Nunca habíamos convivido juntos en una misma casa, haciendo la misma actividad y compartiendo los quehaceres domésticos.
¿Para qué lo hicimos?
Para aprender de lo incierto y porque nosotros –Patricia y Mario– hace rato que no queremos vivir la vida como un guion sabiendo cuál es el final de la película.
—¿Qué te genera la palabra incertidumbre ?
—¿En qué la sientes en tu vida?
—¿Cómo la sientes?
—¿Qué pensamientos aparecen?
—¿Qué emociones?
—¿Cómo la sientes en tu cuerpo?
Saltar a la incertidumbrepone a prueba nuestra confianza con nosotros/as mismos/as y con los demás. La confianza (desarrollada en otro capítulo del libro) es la base de todas las relaciones y es la que nos permite hacer conscientes los recursos que tenemos para avanzar en el camino, siempre incierto, de la vida. Si no tengo en claro cuáles son mis recursos, ¿cómo voy a hacer uso de ellos?
—¿Puedes identificar cuáles son tus recursos en este instante de tu vida?
—¿Puedes enumerarlos?
—¿Están a disposición para poder usarlos?
—¿Podrías anotarlos en una hoja para tenerlos a mano?
La incertidumbre no es vivir cada día como una cita a ciegas donde todo está librado al azar. Claro que no. Eso es lo más parecido a la resignación porque le entregamos todo nuestro poder al destino. Abrazar la incertidumbre es aceptar que al desarrollar nuestros planes, proyectos, metas o propósitos no todo puede resultar al pie de la letra tal como lo imaginamos. Necesitamos de nuestros sueños porque nos permiten un diseño a futuro de lo que queremos que nos pase, pero siempre hay circunstancias no elegidas que se interponen y que ponen a prueba nuestra capacidad para seguir adelante.
La vida transcurre, pero no se desarrolla a imagen y semejanza de nuestro modelo mental. Muchas veces el resultado de nuestras acciones supera nuestras expectativas y podemos considerarnos satisfechos/as. También, puede ocurrir que nuestros intereses se desmoronen y probemos el sabor amargo de la desilusión. Eso es la incertidumbre.
Saltar a la incertidumbrees abrirnos al asombro de la vida. Es más, el asombro está muy presente cuando somos niños, pero con el tiempo nuestra obstinada necesidad de certezas lo va corriendo de nuestro mapa. Hemos vaciado de nuestro vocabulario expresiones como ¡Wow!, ¡Ah!, ¡Guay!, ¡Oh!
—¿Cuánto tiempo hace que nada te asombra?
—¿Cuándo fue la última vez?
—¿Recuerdas qué te asombró?
—¿Cómo te sentiste?
Poder diferenciar que lo que queremos que nos pase no es necesariamente lo que nos va a pasar es la clave para aceptar la incertidumbre, teniendo en cuenta que no podemos controlarlo todo y todo el tiempo.
La incertidumbre tiene mala fama, como las lágrimas y el miedo. Le damos carácter negativo cuando en realidad vivimos permanentemente en ella. No es la incertidumbre la que se presenta como un estorbo en nuestras vidas, sino la falta de certezas y de confianza en nosotros/as mismos/as para habitar en ella.
Venimos programados para vivir en la certeza y nos alentaron para que todo sea seguro en nuestra vida: matrimonio para siempre, empleo fijo, país estable, familia tipo. Y cuando esto no nos ocurre nos colgamos el cartel de “frustrados” en vez de pensar que es parte de la experiencia y del aprendizaje como habitantes de la realidad.
La pandemia vino a mostrarnos de manera más evidente la verdadera dimensión de la incertidumbre: hoy estamos, mañana quién sabe. Con el virus al acecho hablar de la incertidumbre fue parte del discurso social. Lo que se pone en palabras nos ayuda a distinguir, a poner en foco las cosas y, a partir de allí, tomar acciones.
Teniendo en cuenta esta última reflexión, ¿podrías poner en palabras qué te ocurre cuando haces consciente la incertidumbre?
La historia que sigue es ejemplo de saltar a lo incierto.
Recibimos un mensaje de Maricel, vecina de Morón (provincia de Buenos Aires) y lectora entusiasta de Soltar para ser feliz , en el que se lamentaba porque no se enteró de nuestra presentación en un teatro cerca de su casa: “No pude ir y me hubiera encantado. Necesito urgente ir a verlos porque me hacen bien. Leí el libro, estoy en pleno proceso de cambio y no quiero interrumpir este nuevo camino en mi vida. ¿Me podrían avisar cuando se presentan de nuevo en el teatro de mi barrio?”.
Nuestra respuesta fue inmediata y en forma de pregunta: “Y si lo necesitas urgente, ¿por qué no sales de la comodidad y vienes a vernos esta noche que estamos en zona norte?”.
Maricel clavó el visto y al rato contestó: “Tienen razón. Así he pasado mi vida, esperando que otros hagan las cosas por mí. No lo había visto de esa manera, no me di cuenta de que es un buen plan para este domingo y, además, me hará bien”.
Saltó a la incertidumbre. Fue al teatro, se abrió a una posibilidad impensada, cambió el paisaje y estuvo rodeada de gente que para ella eran perfectos desconocidos. Al final de la función esperó con una sonrisa gigante y nos dijo: “Pude darme cuenta de que puedo. Nadie quiso acompañarme, vine sola. Me tomé el tren y dos colectivos, fue un paseo diferente y además me voy con el alma llena de preguntas. ¡Ah! Y me divertí mucho”.
Tan simple como eso. A veces, por no mover un dedo, nos estamos perdiendo de experiencias que nos cambian el día o nos cambian la vida.
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