Las vivencias traumáticas potencian la estasis o desmezcla pulsional, por ejemplo, un sujeto puede sufrir una sangría energética que lo lleve a la destrucción del objeto amado o la autoagresión. Además de la teoría del trauma, teoriza la pulsión de muerte cuando el niño repite el dolor de la ausencia y el re–encuentro del objeto perdido. En otros textos (Freud, 1989p) evidenciará que la desmezcla pulsional, así como la descarga total de la energía, son signos silenciosos de la pulsión de muerte. Metapsicológicamente, tanto eros como tánatos entran en juego en la lucha por la vida; si bien influido por el pensamiento materialista y evolucionista de la época, asume que finalmente hay una tendencia de regreso a lo inanimado. Al respecto se puede conferir una reseña más puntual sobre este tema en investigaciones recientes sobre el suicidio (Sánchez & Vázquez, 2015).
Volviendo a la teorización de Freud se puede aseverar que, para él, el humano no es malo o bueno por naturaleza sino que nace con un potencial de configuración por lo que, tanto la predisposición, las identificaciones, las imagos primarias, así como la educación y el vivenciar en las experiencias, jugarán en la modalización erógena, mezcla y desmezcla pulsional. En donde lo bueno y lo malo, para el nuevo ser, está relacionado tanto por su tendencia primaria de buscar el placer y evitar el displacer, como posteriormente por soportar el dolor endógeno y hasta buscarlo con tal de mantener el reconocimiento existencial. Sobre todo, cuando el yo no es robusto y no puede mediar entre sus aspiraciones, los impulsos libidinales internos y las demandas externas.
Finalmente, hay que advertir que la concepción del humano como bueno o malo es relativo a la época; por ello el psicoanálisis, al desmontar en el proceso psicoanalítico la superestructura yoica, propone en ello una ética que va más allá de la moralización o educación del sujeto. Es decir, su propuesta está sostenida en una ética que da admisión a las diversas configuraciones de lo humano, sea o no aceptado por el imperativo categórico de la época; o por los ideales teóricos de salud–normalidad, o los prejuicios morales del analista. Esto se verá más detenidamente en el último apartado del capítulo donde se aborda la práctica psicoanalítica.
CONFIGURACIÓN MORAL DEL INDIVIDUO: ITERACIÓN DEL YO, LA EROGENIZACIÓN DE LOS CUERPOS Y LAS IDENTIFICACIONES
Esta vía de descarga (acción específica) cobra así la función secundaria... del entendimiento, y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales.
FREUD (1989a, p.362)
A continuación, se presenta la propuesta freudiana sobre la complejización psíquica y moral del individuo. Para el desarrollo del tema se han tomado en cuenta, sobre todo, los textos del Proyecto de psicología (1895) (Freud, 1989a), Tres ensayos sobre teoría sexual (1905) (Freud, 1989c), Introducción del narcisismo (1914) (Freud, 1989j), Pulsiones y destino de pulsión (1915) (Freud, 1989k), El yo y el ello (1923) (Freud, 1989m), entre otros y la relectura que hace David Maldavsky (1976, 1982, 1986, 1997) de la obra freudiana, alrededor de los temas atinentes que se desarrollan.
Contrario a lo que el saber popular o los académicos mal advertidos piensan, el papel de la moral en la constitución psíquica del individuo es un tema fundamental en la teorización freudiana. Freud, en su trabajo de 1895 (Freud, 1989a), refiere la importancia que tiene el individuo auxiliador en la viabilidad del individuo desvalido, al mediarle los estímulos internos y externos mediante acciones específicas —como referimos en el epígrafe de este capítulo. En este interjuego se da la vivencia de satisfacción originaria, primer proceso de comunicación que tendrá hondas consecuencias en el desarrollo del individuo. Este estado de vulnerabilidad, de desvalimiento es considerado como la fuente de todas las mociones morales posteriores.
Para Freud (1989a; 1989i; 1989k), el neonato nace con un esquema filogenético que lo predispone, dentro de un campo de posibilidades, a procesos de complejización humana (promotores de desenlaces psíquicos) como actualización del plasma germinal. Esto implica que el recién nacido a lo primero que se enfrenta es a procesos fisicoquímicos y neurológicos, en donde hay una afluencia de estímulos y descargas hormonales que se regulan por el proceso orgánico. Los estímulos a los que se enfrenta el recién nacido son de dos tipos: endógenos y exógenos. Los primeros son continuos, sus descargas son internas; mientras que los estímulos externos son discontinuos y requieren de cierta motricidad para trasformarlos y adecuarlos a las propias necesidades. Por ejemplo, el cerrar de ojos del neonato ante la luz es un mecanismo motriz orgánico para protegerse del estímulo externo (Freud, 1989a; 1989c). Mientras que la tensión que vive el neonato cuando necesita comer o defecar, son endógenas.
Freud distingue entre necesidad y pulsión. La necesidad responde a un proceso orgánico, mientras que la pulsión será un representante psíquico de los impulsos primarios, y los emblemas de su representación serán la intensidad del estímulo y la motricidad específica hacia un objeto (Maldavsky, 1982, 1986, 1997). La pulsión además se entiende como la bisagra entre lo somático y lo psíquico. En el texto Pulsiones y destinos de pulsión , Freud (1989k) caracteriza a la pulsión bajo cuatro aspectos: como fuente, esfuerzo, meta y objeto. Las dos últimas implican procesos psíquicos para su función. La meta además conlleva la satisfacción que se logra cuando se cancela el estímulo en la fuente de tensión.
La acción específica requerida para bajar la tensión difiere dependiendo del tipo de pulsión que se trate. Por ejemplo: frente a la mamadera, el niño tiene un placer autoerótico, dado que la fuente de tensión es el mismo órgano. Es decir, satisfecha su necesidad alimenticia puede continuar recurriendo al placer del órgano. En esta reacción que atraviesa lo meramente orgánico y funcional, Freud (1989c; 1989k) añade un elemento psíquico; además de la satisfacción orgánica existe un placer del órgano.
Si bien la índole de las pulsiones tiene una especialización —de autoconservación o sexuales—, estas se manifiestan en el sujeto de forma mixta. Por ejemplo, la pulsión de saber es una mezcla de la pulsión de apoderamiento (sublimada) con la pulsión de ver. Así como la pulsión social es una mezcla de libido homosexual y agresiva, que aparece sublimada gracias a la pulsión de autoconservación. Esta mezcla pulsional se puede manifestar en el sujeto de manera armónica, enfrentada o subordinada (Maldavsky, 1982, 1986).
Freud (1989c; 1989k) propone que alcanzar el objeto de la pulsión implica un proceso de complejizació n que va del autoerotismo al amor objetal. Las fases de desarrollo del amor irán del autoerotismo, amor narcisista, elección homosexual, elección de un objeto hostil, elección de un objeto particular, el falo materno, hasta llegar al amor de objeto como otro.
Después de esbozar los supuestos sobre la teoría de las pulsiones, se presenta el desarrollo del preconsciente.
Es importante tener en cuenta que la organización del preconsciente se fundamenta en la teoría evolutiva del yo. El preconsciente es una estructura constitutiva del yo, así como la conciencia y los mecanismos de defensa. El preconsciente tiene diferentes funciones en el yo, entre las cuales dos son básicas: hacer conscientes los procesos endopsíquicos, en particular aquellos que derivan de las exigencias pulsionales, y comunicarse con los demás, los semejantes. Por esta segunda función, el preconsciente posee una organización que es consecuencia de la incorporación de normas consensuales que permiten el intercambio intersubjetivo y que, a su vez son determinadas por y determinantes de procesos complejizantes internos (Maldavsky, 2004).
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