Carlos Lazcano Sahagún - Kino en California

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Kino en California: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando Kino conoció California, quedó prendado de esta gran región y sus grupos indígenas. A pesar de que ya no regresó a ella, nunca la olvidó. A lo largo de sus cartas, informes y de su famoso Favores Celestiales, Kino la menciona constantemente. Todos sus proyectos y su presencia misma en Sonora, estuvieron en función de California. Sin su apoyo, el proyecto evangelizador de Juan María Salvatierra se hubiera sumado a la larga lista de fracasos por establecer esta provincia. Es así que sin Kino no se explica California, y sin California no se explica la Pimería. Este libro nos transmite esa excepcional y apasionante relación entre Kino y California, de la cual nació lo que hoy son los estados de Baja California Sur y Baja California. (ITESO) (ITESO Universidad).

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Al punto que llegué rogué a los reverendos padres de la misión de California saltasen en tierra a solicitar entre sus hermanos bastimentos a costa de recrecer mis empeños. Y para que se consiguiese con brevedad di mi plata labrada y vestidos, se empeñasen o vendiesen. Y viendo que no bastaba, resolví (con acuerdo de sus paternidades) se vendiesen a costo y costas, en pública almoneda, diez fardos de ropa de lana de la tierra, de la limosna que su Majestad dio para los gentiles, antes que se acabase de apolillar, con que por estos medios me he acabado de algún bastimento, aunque la tierra estaba falta, y estoy esperando por horas con caballos embarcados, me sale el viento para atravesar a la California al paraje que llaman los mapas río Grande, donde arribó la Capitana, y me refiere su capitán y toda la gente de ella, hallaron en este paraje como ciento y ochenta indios de mucha afabilidad, daban a entender tenían guerras con los circunvecinos, de donde avisaré a Vuestra Excelencia como de cualquier parte de Californias donde me arrojaren los vientos y fortuna, cumpliendo con mi obligación me mantendré, en tanto que Vuestra Excelencia fuere servido mandarme remitir al cumplimiento de los cien soldados, armero, caballos y armas que refiero en otra consulta.

Señor, acabo de tener correo del capitán de la Balandra, Diego de la Parra, en que me avisa del viaje que hizo a Californias en nuestra busca. Es lo que Vuestra Excelencia reconocerá por su relación, que remito a los pies de Vuestra Excelencia, en respuesta le animo porque es hombre de buen celo, no dejó acabar de perder la Balandra, le envié más de cuatrocientos pesos, y que lo le ofrezca cuidado cuatrocientos y cincuenta que dice a buscado a su crédito para que sustente la poca gente que le ha quedado y la apreste de bastimento, pues por todo el mes que viene, siendo Dios servido, ira la Almiranta a carenar, con orden entre en el puerto de Mazatlán, donde se halla, y la lleve a el de Matanchel, donde se le de la carena que propone dicho capitán.

Dios guarde la excelente persona de Vuestra Excelencia en su mayor grandeza los muchos años que los criados de Vuestra Excelencia hemos menester.

Puerto de San Lucas, a bordo de esta Capitana. Septiembre veinte y cinco de mil seiscientos y ochenta y tres años.

Excelentísimo Señor, a los pies de Vuestra Excelencia.

Don Isidro de Atondo y Antillón.

109- Autos sobre la conquista de California AGI M 56. Mathes [9]: 251-257.

110- Vagar alrededor de un lugar.

Documento 15

1739

Kino en el manuscrito de Venegas “Empresas Apostólicas” (111)

Emprendese de nuevo la conquista de Californias por mandado del Rey Católico Don Carlos Segundo.

Gobernaba ya la monarquía española nuestro católico rey Don Carlos Segundo, cuando leídos en el Real Consejo de Indias los informes, que de acá se habían remitido sobre las entradas que se habían hecho a las Californias en los años antecedentes, concibieron tanto mayores deseos de conseguir esta conquista, cuanto se había mostrado hasta allí más insuperable. Para esto, siendo informado de todo nuestro rey católico, despachó una real cédula, dada en veinte y seis de febrero del año de setenta y siete, y dirigida al señor don fray Payo Enríquez de Rivera, arzobispo de México y virrey de la Nueva España, en la cual le encargaba que cometiese de nuevo la conquista y reducción de las Californias al Almirante don Bernardo Bernal de Piñadero, otorgando antes escritura y dando fianzas y seguridad de cumplir lo que pactase con su Majestad. Pero que si él no pudiese, o no fuese conveniente que él tomase a su cargo este negocio, nombrase a otra persona de su satisfacción, que a su costa quisiese hacer este servicio a su Majestad, y que de no hallarla, nombrase otro que la hiciese a costa de la Real Hacienda.

Recibida esta cédula procedió el señor don fray Payo a ejecutar todas las diligencias en esta contenidas, y por última resolución nombró para esta expedición al Almirante don Isidro de Atondo y Antillón, encomendándole de parte de su Majestad la población y reducción de las Californias con las calidades que se contienen en la escritura que otorgó el dicho Almirante en diez y seis de diciembre del año de setenta y ocho, y vinieron aprobadas de su Majestad en cédula de veinte y nueve de diciembre del año siguiente de setenta y nueve.

A esta resolución de nuestro rey cathólico concurrió también de su parte la Compañía [de Jesús] con una relación del estado y disposición de las Californias y de la necesidad de aquellas almas, según las noticias que se tenían de otras entradas, y especialmente de las que hicieron el gobernador de Sinaloa y don Pedro Porter de Casanate, llevándose consigo a los padres Jacinto Cortés y Andrés Báez, misioneros de Sinaloa, y ofreciendo ahora de nuevo otros dos misioneros de esta provincia para que atendiesen a la conversión de aquella gentilidad.

Acepto su Majestad esta oferta y a más de los dos misioneros, pidió y nombró que fuese por cosmógrafo real el padre Eusebio Francisco Kino, por ser muy inteligente en esta facultad, que a la sazón se hallaba en las misiones de Sonora, para que demarcase los puertos y describiese toda la tierra. Así se ejecutó, como lo pidió su Majestad, nombrando al dicho padre Eusebio Kino por superior de aquella misión. Se le añadieron por compañeros a los padres Juan Bautista Copart y Pedro Matías Goñi.

Entretanto el Almirante don Isidro de Atondo comenzó a tratar de la fábrica de los bajeles necesarios para aquella navegación y hacer otras prevenciones forzosas. Diosele facilidad para librar en todas las cajas reales de México, Acapulco, Guadalajara y Gudiana, y a todos los oficiales reales de dichas cajas se les dio orden de que hiciesen con puntualidad todos los pagamentos a letra vista de las libranzas del Almirante. Con esta providencia se aplicó luego a poner obra la fábrica de tres navíos que juzgó necesarios para aquella expedición: y fueron Capitana, Almiranta y Balandra. Todas tres se fabricaron en las costas de Sinaloa en los tres años siguientes. Y habiendo hecho entre tanto el Almirante la prevención necesaria de armas, bastimentos, soldados y marineros, se embarcó con los padres misioneros y con toda su gente, que entre soldados y marineros pasaban de ciento.

Salió del puerto de Chacala a los diez y ocho de marzo del año de mil seiscientos y ochenta y tres, y solamente con los dos navíos Capitana y Almiranta, porque la Balandra le había de seguir después, en haciendo algunas prevenciones de bastimentos y otros pertrechos que le faltaban. Pero en la realidad nunca se vieron juntos los tres bajeles en California, porque la Balandra, después de varios contratiempos, anduvo peregrinando por aquellos mares, y visitando las costas de California sin haberse podido encontrar con ellos. Y así solo sirvió de que su Majestad gastase en vano todo el importe de su fábrica, con los demás salarios y costos consumidos en abastecerla de todo lo necesario para el viaje.

Llegó pues don Isidro de Atondo con sus dos navíos al puerto de La Paz a los treinta y uno de marzo, después de catorce días de navegación. Cinco días estuvieron a bordo sin saltar en tierra, esperando que apareciesen algunos indios, hasta que al cabo determinaron desembarcarse, yendo armados y prevenidos para cualquier repentino asalto. Luego se aplicaron todos a formar el real, levantando enramadas y haciendo trincheras con los materiales que el paraje les ofrecía. En eso se ocupaban cuando los centinelas avisaron que había aparecido un trozo de indios que venían armados hacia el real. Venían estos con arcos y flechas y desnudos, pero pintados sus cuerpos de varios colores para mostrarse más espantosos. Tomaron todos las armas y pusieronse en orden para resistirlos, y acercándose al presidio como hasta treinta y cinco indios, repetían a gritos una palabra con la cual, por lo que pudieron entender de sus ademanes, les querían decir que se partiesen luego de aquel lugar.

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