Mariano Peset Mancebo - Colección de escritos publicados en Nueva España por diferentes cuerpos y sugestos particulares

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En 1810 la insurgencia de Miguel Hidalgo en Dolores iniciaba, durante la guerra contra el francés, el grito de independencia de México. Diferentes autoridades e instituciones de Nueva España se apresuraron a manifestar su condena del levantamiento y la fidelidad a la monarquía. La universidad de México, el rector y el claustro, se unió a la condena de Hidalgo y los otros insurgentes que pretendían separar a los españoles americanos de los españoles peninsulares. Estas proclamas universitarias y otros escritos contrarios a la sublevación, fieles a la monarquía borbónica, se reunieron en un volumen publicado en la ciudad de Valencia en 1811. La reedición facsímil de estos textos permite conocer los argumentos con que las autoridades de Nueva España trataron de frenar la independencia de México.

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Sabemos bien que el nombre de libertad lisonjea y halaga nuestras pasiones: que quando nos creemos árbitros y señores de nuestra fortuna, nos persuadimos de que ya somos sólidamente felices: si esto fuese así, el mundo acaso canonizaria la rebelion; pero nos engañamos, amados compatriotas. Fixemos si no la. vista en esos alucinados que siguen el partido de los facciosos: ¿que otra cosa son sino unos esclavos? no todos ellos son gefes; tienen dos ó tres que los gobiernan; se les han impuesto leyes que deben obedecer, y penas que deben sufrir; tanto mas duras aquellas y estas, quanto que no están cimentadas sino sobre el capricho; y esto ¿será ser libres y felices? Disfrutarán, es verdad, algunos momentos de franqueza y comodidad; por algunos dias la hambre y la miseria estarán fugitivas y muy distantes de sus hogares: pero ¿por que medio? Por los del robo y del pillage que reprueba la religion: el pan que lleguen á sus labios estará envuelto con ias lágrimas y la sangre de los á quienes ' lo robaron, y su corazon siempre inquieto y asaltado con los venenosos remordimientos de una conciencia delinqiiente, no les dexará por solo un momento respirar el ayre dulce de paz que acompaña siempre al bien obrar. ¡Ah! Si pudiésemos registrar sus corazones, ellos saldrian por garantes de esta verdad. En esta hora, ellos mismos están agobiados con el peso de su delito, y detestarán en su interior su desgraciada temeridad.

Eslo, y no lo es menos la de querer hacernos odiosos y que conspiremos contra los Españoles Europeos: empresa ridicula que solo podrá adoptarse por un insensato que carezca de razon y de sentimientos de honradez, porque un hombre de bien é ilustrado, no conspirará jamas contra sus hermanos, sí, hermanos por mil y especialísimos títulos: hermanos porque somos profesores de una misma Religion, vasallos de un mismo Rey, sujetos á unas mismas leyes y costumbres: y hermanos especialmente porque corre en nuestras venas la sangre europea. A excepcion de los conquistados, ¿quien hay que no traiga su origen de los antiguos españoles? Nuestros abuelos, quando no nuestros padres, vinieron con los conquistadores, ó despues de ellos, fixaron aquí su domicilio, y nos engendraron en América; con que ó reconocemos por hermanos á los Europeos si somos blancos, ó somos unos insectos producidos en este suelo. Esto no puede decirse: luego es indisputable que la sangre nos une y estrecha con unos vínculos indisolubles, y es preciso confesar que á no haberse conquistado este Reyno, los Americanos habriamos nacido en alguna de las Provincias de España, y seriamos Europeos. Y siendo así, ¿no seria una locura é insensatez dividirnos de los que forman con nosotros un solo cuerpo, una sola alma, y que respiran unos mismos sentimientos? Lejos de esto, debemos vivir íntimamente unidos á ellos, y reconocer i la antigua España por nuestra comun madre. A ella debe este Reyno la fe y la religion: á ella su hermosura y esplendor: á ella su cultura é ilustracion: á ella sus progresos en las ciencias y artes, y los españoles á quienes se debe el cultivo de este Rey no hermoso y opulento. Registrad sino la historia, remontaos á aquellos siglos en que la América gemia baxo el pesado yugo de unos tiranos, y hallareis un lienzo lastimoso que no puede presentaros otra cosa que inmundos adoratorios, crueldades horrorosas que desconocian los derechos sagrados de la humanidad, y aras enroxecidas con humana sangre. ¿Quien pues, ó América, te hizo mudar de semblante, sino tus gloriosos conquistadores, y los valientes Españoles que á costa de inmensas fatigas te redimieron del abatimiento en que yacías? Señores, es necesario no olvidar esto jamas, para no separarnos ni desunirnos de nuestros ainados hermanos los Españoles ultramarinos.

No descienden de ellos los conquistados, es verdad; pero despues de los beneficios que he referido y de que son deudores á los que vinieron á traernos la religion y la felicidad, ¿no son ellos el objeto de los paternales cuidados del Monarca español? ¿No se les han concedido innumerables exenciones y privilegios no comunes á los demas? ¿La Silla apostólica no les ha dispensado multitud de gracias i peticion de nuestros Reyes; estos, despues de recomendarlos á los Gefes y Ministros del Reyno, no erigieron un Juzgado y crearon un Ministro encargado de su proteccion? Reconoced pues, ¡ó Indios afortunados! los favores que os dispensa el Soberano y vuestra madre la antigua España, para que vivias unidos con sus hijos. Sí, vivamos unidos, y despreciemos los impíos proyectos de esos facciosos que nos quieren alucinar. ¡Locos! ellos no se han parado á reflexîonar como nosotros, que si siguiésemos sus ideas seria trastornar todo el Reyno, no solo porque nuestra fuerza seria resistida por la contraria, sino lo que es mas, porque no podriamos luchar unos contra otros sin que nuestras casas se cubriesen de luto y de tristeza. ¿Que americano hay que no tenga en el seno de su familia ó un padre amante, ó un cuñado honrado nacido en la península; ni que europeo que no esté enlazado con las familias de América por los vínculos ó sociales, ó por el sagrado del matrimonio? ¿Y podriamos ver unos y otros con ánimo sereno que se atentase á la persona ó bienes de nuestros caros ó parientes ó amigos? Solo en la cabeza de esos insensatos pueden caber unas maquinaciones tan desatinadas. Nosotros sabemos bien que. esta desunion nos acarrearia males incalculables: que seria la ruina de nuestras-familias, el principio y término de nuestra desgracia; y al contrario la union y confraternidad nos conservarán en nuestros derechos, gozaremos de una dulce paz en el seno de nuestras casas, nos haremos inexpugnables, podremos contribuir á la gloria de la invicta Nacion Española, y restitucion de nuestro adorado Fernando; y quando llegue á sus oidos que los Americanos vivimos íntimamente unidos por religion, por honor é interes con los Españoles de la península, se enjugarán las lágrimas que como tributo de su amor le debemos los vasallos de una y otra España. Sirvámonos del aviso del autor de un libelo titulado: Dictamen que formará la posteridad sobre los asuntos de España : vivamos unidos, y seamos prudentes, nos dice: pues del enemigo el consejo. Vivamos unidos gloriándonos de que á excepcion de ese número despreciable de facciosos, los europeos han recibido y recibirán siempre del inmenso pueblo americano las mas incontestables pruebas de nuestra confraternidad: unión pues, y guerra eterna al infame tirano: guerra á esos pocos desnaturalizados, y si fuere necesario empuñemos la espada y tomemos el fusil contra esos insensatos que intentan seducirnos y empañar la ternura de nuestro nombre.

No nos dexêmos engañar, recapacitemos y advirtamos que el medio de que esos se han querido valer para alucinarnos, es el mismo que ha causado el trastorno de la Monarquía; el qne arruinó la Francia; del que se ha valido y vale Napoleon para sus empresas de usurpacion, y del que se valen esos bandidos para hacernos desgraciados. En nuestra mano está no serlo. Imitemos la conducta de los Españoles de la península, cuya constancia y union hará que tarde ó temprano renazca de entre su abatimiento Ja opulenta y generosa España. Cerremos los oidos á la voz de la seduccion; y si esos facciosos os dixeren que los Americanos estamos abatidos, desmentidlos, y presentadles el catálogo de los que han recibido del Soberano premios condignos á sus servicios: convencedlos con el testimonio de un sabio americano ( *), del aprecio que siempre se ha hecho en la Corte de los indianos beneméritos, y ponedles á la vista el manifiesto del Supremo Consejo de Regencia: allí verán que acaba de empeñar su Real palabra, protestando á los Americanos que no serán oprimidos; que su suerte dependerá de sus méritos, y serán atendidos sus servicios, y á la par de los Europeos dignamente recompensados. Dadles en cara con esto, y descansemos todos sobre esta palabra tan iisongera para nosotros. Confiemos en el Gobierno Soberano; en la actividad del digno Gefe de este Reyno que vela sobre nuestra seguridad; sea uno en todos el interes por sostener la justa causa: desprendámonos de toda preocupacion, socorramos á nuestros hermanos, amémoslos, vivamos unidos, y oigamos la voz dulce de la religion, y el honor que nos dice: paz, union, amistad eterna. Sala de Claustros de la Real y Pontificia Universidad de México y Octubre 5 de 1810. = Dr. y Mtro. José Julio García de Torres. = Dr. Martin José Verdugo y Rocha. = Por mandado del Sr. Rector y Claustro pleno = José María Rivera, Pro-Secretario.

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