Max Aub - Campo de los almendros

Здесь есть возможность читать онлайн «Max Aub - Campo de los almendros» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Campo de los almendros: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Campo de los almendros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Laberinto Mágico de Max Aub nace y se desarrolla, como habrá tenido la ocasión de comprobar el lector de los anteriores Campos, bajo el doble signo de la fragmentación y de la totalidad, de lo que siendo parte en apariencia autónoma está destinado a conjuntarse en un todo unitario. El Laberinto Mágico, inmerso en un continuo proceso de investigación de la realidad, va presentando sus resultados a través del tamiz de la transposición literaria. Y lo hace de manera escalonada, sin descanso, con la fijación de quien necesita, palabra tras palabra, novela tras novela, Campo tras Campo, alcanzar a todo trance una meta omnicomprensiva.

Campo de los almendros — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Campo de los almendros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

–Cuando les dé la gana.

Gaspar está deshecho –partido a golpes de hacha–, tan duro como siempre, pero con arrugas verticales, que parecen –en la semioscuridad– tallarlo en madera carcomida.

–¿Con quién puedo irme?

–Arréglatelas como puedas.

–¿No hay coches?

–No.

–¿Y los demás?

–Luego nos reuniremos. Tal vez sea más fácil por Gandía.

–Me dijo que en Alicante.

Asunción se dispone a salir.

–Que te vaya bien. Salud.

–Salud.

Gaspar Requena la ve marcharse. Supone que no volverá a verla. Aunque no quiere confesárselo, la retuvo en Valencia. No que faltaran razones de peso: hacía excelentemente su trabajo, en el periódico, en la guardería, en la célula. Pero, con un poco de buena voluntad, con condescendencia, hubiera podido prescindir de ella. No quiso. Su presencia le compensaba de muchas cosas que nunca tuvo, que le faltarían siempre. Tener una compañera así. No que faltaran rubias a mano. Pero ¿quién con esos ojos?, ¿quién con esa decisión?, ¿quién con esa flexibilidad?, ¿quién con ese cuerpo?, ¿quién con esa constancia? (¿Quién con aquella pureza? 2De esto no puede darse cuenta en su inflexibilidad, pero es así).

Jamás le diría ni le dijo una palabra: ya estaba viejo para ella. Cuarenta años no son nada si no son más de cuarenta años, pero doce de cárcel los doblan. Sin tener en cuenta que no sabe más que mandar, aunque solo sea mandar lo que le mandan. Además, ¿a qué horas? Hace años que no pasa de dictar informes, discutirlos, rebatir opiniones, sentado alrededor de una mesa; de razonar sin fin, de impugnar, intentar vencer sectarismos, de rivalidades apenas o desaforadamente afloradas, de porfías y tozudeces. Casó, muy joven, cuando todavía trabajaba en la fábrica de gas. Murió estando él en la URSS: empezó a vomitar sangre y se fue. Hubo otra, de la que prefiere no acordarse. No aguantó. Quería un hijo, lo tuvo, se fue. En este aspecto de la vida, Gaspar Requena no ha tenido suerte. No se queja. ¿Con quién? Ahora ve salir a Asunción, tan pura, tan decente, tan enamorada de ese Vicente Dalmases, de su edad –de la de ella–; nacido señorito, además. Valiente, sí. Pero señorito al fin y al cabo. 3

¿Cuántas noches no ha soñado con ella? Y ahora se va. A otra cosa. Hay que volver a la lucha, sea como sea.

En la puerta, Asunción se cruza con Raúl Tirado:

–¿Qué sucederá hoy?

–Si lo supieras ya no estarías aquí.

–¿Por qué?

–Sabrás lo que pasó ayer...

No lo sabe, no le importa. Tiene que marcharse. Vicente. No está para resolver enigmas. Vicente, en Alicante. Hay que llegar. Baja corriendo la escalera mientras Raúl se acerca a Gaspar.

–¿Qué vas a hacer?

–Todos preguntan lo mismo. ¿Y tú?

–Yo me quedo –dice resuelto el recién llegado.

–La orden es marcharse. Como se pueda.

–O el que quiera.

–¿No quieres?

–No.

–El partido...

–Me cago en el partido.

Gaspar le mira con extrañeza.

–¿Qué mosca te ha picado?

–Quiero dar con la pareja de la Guardia Civil que picó a mis padres. Si me voy, ¿sabes cuándo volveré?

–La orden es irse. 4

–Yo me quedo. Tengo donde esconderme y esperar.

–No va a ser fácil.

–¿Quién te dijo que lo iba a ser?

Gaspar se extraña: Raúl siempre ha sido más que obediente, sumiso.

–Entonces, ¿a qué viniste aquí?

–A decírtelo.

–¿Por qué?

–No lo sé.

Calla un momento. Humilde:

–Tal vez por costumbre.

Asunción sale a la plaza de San Agustín, sin luces. Haberle impedido ir a Madrid desde hacía tantos meses, para reunirse con Vicente «porque el partido la necesitaba», 5y ahora todo se ha perdido. Solo queda el futuro. Reunirse con Vicente, y olvidar. Olvidar, ¿qué? Para seguir adelante. 6En la ciudad, a oscuras, se mueve la gente como arañas o lombrices. Van, y vienen, corriendo, paso a paso, nadie tranquilo. Gusanera. ¿Miedo? ¿Qué hacer? ¿Ver a quién? De repente, nadie. La mente vacía, como la plaza: todos por las aceras, pegados a la pared, cobijados.

Luego –al divisar los árboles– se da cuenta de que dentro de nada empezará la primavera, de que en los dos años anteriores –¿o ya eran tres?– no se había fijado en el mudar de las estaciones, que los meses han pasado por encima de las condiciones del tiempo, que de lo que se acuerda es de las cosas, de los sucesos, no del ambiente, que lo mismo le daba que luciera el sol o que lloviera, que hiciera calor o frío. No le había importado el mundo sino su organización. Le parece mal. «Será que me estoy volviendo vieja» –piensa.

Cumplió veinte años el día anterior. 7Lo primero: despedirse de la tía Concha, ¿qué remedio? Además, la quiere.

La tía Concha no quiere saber nada de la guerra:

–A mí no me contéis nada: hijos de Satanás. Todos al Infierno, unos y otros.

–¿Y si no hay infierno?

–¡Eso faltaba! Si no lo hubiera, lo inventarían para vosotros.

–¿Hemos querido la guerra?

–La hacéis.

–¿Y qué? ¿Debemos dejarnos?

–No lo sé ni me importa, no quiero saber, ni hablar.

–Sí, tía.

La tía Concha cuida de la hija de don Juanito Valcárcel. Le ha tomado un odio feroz a la contienda, que ha crecido a medida que parecía perderse:

–De hacer guerras, ganarlas, recontrapuñeta... a

–¿Ya no me quiere usted, tía?

–Eso, ¡qué tiene que ver! Pero todos sois unos asquerosos y acabaréis hechos tizones, juntos y revueltos para pagar vuestros pecados. ¡Mira que irte a vivir con la Monse esa!

–¡Si usted nunca está en casa!

Asunción ya no es tan callada, pero tampoco, ni mucho menos, peca de habladora. Bástanle los ojos, muchas veces, para darse a entender. Con ser grandes parecen haber crecido estos últimos meses y su azul es más profundo. Muchos darían cuanto tienen a mano para que les dijera algo. Se defiende como puede: haciéndose muchas veces la tonta. No suele contestar, tratando de alzar barricadas en el iris de sus ojos. Se adarga tras ellos.

–No creas que te va a servir hacerte la mosquita muerta.

Se lo dice su tía, se lo han dicho otros. Ha tenido que luchar contra sus compañeros, sobre todo con Requena, que nunca le ha dicho nada. Podía haberla mandado a Madrid. Está segura de que podía haberlo hecho.

–No puede ser: te necesitamos aquí.

El que la necesita es él, aunque nunca se lo haya dicho, pero ella lo sabe. Quien manda, manda, y más en la guerra.

–Pero, si yo...

–Tú, aquí. Ya irás el mes próximo.

(Seis desde la última porfía.)

–¿Cómo me voy a ir? No puedo llevarme a mi hija.

–Déjala.

Valcárcel mira a su amigo.

–¿Con quién? ¿Cómo?

–Con quien la cuida... Franco no puede durar mucho. 8

–Eso dices tú. Ignoro, como todos, lo que pueda prolongarse la nueva situación, pero estoy lejos de compartir tu optimismo.

–La guerra europea no tardará. 9

–¿Y eso, para ti, es una esperanza? 10Por la vida de mi hija, digo, y por la mía.

–Entonces, ¿qué piensas hacer? Supón que te quedas. En el mejor de los casos, irás a la cárcel. ¿Quién se ocupará de Claudia?

–¿Por qué me han de meter en la cárcel?

–Si no bastara por republicano, por masón. 11

–¿Quién te ha dicho que soy masón?

–Nadie; todos. Sabes lo que ha sucedido en el resto de España. Y ahora que recuerdo: bien está que hace veinte años que no nos hayamos visto, pero eras de la misma logia de mi hermano Fernando.

–¿Qué ha sido de él?

–Acabó, de muerte natural. Ahora parece extraño. Cuando hablamos de alguien y decimos que faltó parece necesario añadir: en el Jarama, en Bilbao, en Asturias... 12Amigos tienes pocos y, entre los fachas, supongo que ninguno. ¿Quién te va a proteger? ¿Dónde piensas acogerte? Si tuvieras algún falangista amigo, algún cura conocido...

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Campo de los almendros»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Campo de los almendros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Campo de los almendros»

Обсуждение, отзывы о книге «Campo de los almendros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x