Esta reunión supone, también, la primera oportunidad de evaluar sistemáticamente lo realizado por la Comisión Europea para avanzar en el desarrollo de las nuevas políticas aprobadas en la cumbre de Hampton Court en octubre de 2005.
Sin duda, nos encontramos ante una situación nueva para la reforma económica y social europea, en la que ya existen trabajos sobre las implicaciones de la globalización y la demografía para el futuro de la Europa Social, propuestas para la creación de un Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización (FEAG), el estimulante Informe Aho sobre innovación, y el Libro Verde de la Comisión sobre energía.
Se esperan pronto otros análisis de la Comisión Europea sobre los desafíos del I+D, la educación superior, la inmigración, la seguridad y las implicaciones de la demografía en la política social. Mientras tanto, nuevas ideas e iniciativas empiezan a surgir. Aun así, el asunto más importante sigue siendo comprobar si el mandato de la UE es suficientemente amplio y ambicioso, y si está en sintonía con los programas de reforma de los Estados miembros.
En este contexto, el proyecto de Policy Network sobre el futuro del Modelo Social Europeo (MSE) lo inició un grupo de renovadores provenientes de la socialdemocracia británica y de otros países europeos. De manera breve y concisa, el punto de partida de Policy Network es la creencia en un modelo social europeo reformado y el rechazo del modelo norteamericano o neoliberal como alternativa. En la economía global, la Europa Social debería reflejar las prioridades gemelas de la justicia social y la competitividad económica: un Estado del Bienestar de carácter solidario y unos servicios sociales sólidos serán, de hecho, fundamentales para triunfar en la economía del conocimiento y de los servicios del siglo XXI.
Por consiguiente, el tema que inspira esta colección de ensayos es la revitalización de la protección social en Europa. Aquí negamos el argumento de que la globalización ha convertido en obsoletos los objetivos originarios de protección e inclusión social diseñados por la UE –esto es, que una Europa Global no puede ser una Europa Social.
Por supuesto, muchos comentaristas piensan lo contrario. 1 1 . Véase Irwin Stelzer, «Euro Death», The Sunday Times, 13 de junio, 2005. 2 . Michael Howard, discurso en la Conferencia de News Corporation en Cancún, México 19 de marzo de 2004. 3 . Véase C. Hay, M. Watson y D. Wincott, «Globalization, European Integration and the Persistence of European social Models», polsis Working Papers 3/99, Universidad de Birmingham, 2005. 4 . Véase C. Hay et al.
Se observa una crisis de proporciones históricas en la Unión Europea –una crisis en la protección social básica proporcionada a los ciudadanos europeos que es el resultado de los nuevos desafíos del mundo industrializado: la globalización, el envejecimiento y el cambio tecnológico acelerado. Precisamente, la política económica y social se encuentra en el núcleo de las actuales dificultades de la Unión Europea, mientras las presiones competitivas de China y la India fomentan miedos al futuro entre los pueblos europeos.
Los neoliberales argumentan que, en su loable deseo de proteger a los más vulnerables de la sociedad, los gobiernos europeos están lastrados por modelos corporatistas que los hacen menos flexibles y por tanto menos competitivos. Esto supone costes reales en términos de puestos de trabajo y crecimiento en el conjunto de la UE, y explicaría el bajo rendimiento europeo desde finales de los 80.
Los costes laborales y los impuestos son supuestamente mucho más altos en Europa que en los Estados Unidos y, según los defensores del neoliberalismo, esto implica tasas de crecimiento y de creación de empleo mucho más bajas. De hecho, se afirma que si Europa hubiera seguido el modelo americano habría creado 28 millones de puestos de trabajo más y cada trabajador habría producido 7.500 euros más al año. Y por si las comparaciones desfavorables con los Estados Unidos no fueran suficientes, se recuerda que Europa necesita, además, despertarse ante el desafío que emerge del Pacífico. Como muestra, la carga impositiva media en la región del Pacífico es del 29.6%; en Estados Unidos es del 28.9%; sin embargo, en la Unión Europea es del 41%.
Desde la creación de las Comunidades Europeas en los años 50, Europa ha buscado la integración económica, no sólo como sustrato de una mayor unión política, sino manteniendo la creencia de que la liberalización de los mercados produciría crecimiento e innovación. El programa del Mercado Único de mediados de los 80 también pretendía que los países europeos pudieran competir globalmente. Pero los críticos neoliberales de la integración europea argumentan que el peso de los impuestos y la regulación en los Estados miembros, combinado con las directivas impuestas desde Bruselas, ha tenido el efecto opuesto, «conteniendo el flujo empresarial que debería estar inundando Europa». 2 2 . Michael Howard, discurso en la Conferencia de News Corporation en Cancún, México 19 de marzo de 2004. 3 . Véase C. Hay, M. Watson y D. Wincott, «Globalization, European Integration and the Persistence of European social Models», polsis Working Papers 3/99, Universidad de Birmingham, 2005. 4 . Véase C. Hay et al.
Según este análisis, Europa debería asemejarse más a Estados Unidos mediante el recorte del gasto público, la reducción de la regulación, la rebaja de los impuestos, etc.
Esta visión de la superioridad de las prácticas y políticas norteamericanas sobre las europeas, y su inevitable reivindicación a largo plazo, está bien documentada. En la Europa contemporánea, esta posición se relaciona con tres afirmaciones a menudo fundidas en una sobre la globalización: 3 3 . Véase C. Hay, M. Watson y D. Wincott, «Globalization, European Integration and the Persistence of European social Models», polsis Working Papers 3/99, Universidad de Birmingham, 2005. 4 . Véase C. Hay et al.
1 En una era caracterizada por la inversión extranjera directa y la movilidad del capital productivo, los regímenes de impuestos «punitivos» asociados al bienestar y la provisión social sólo consiguen precipitar la huída de los capitales.
2 Las políticas económicas nacionales están convergiendo alrededor de normas neoliberales en una era caracterizada por la liberalización y la desregulación financiera.
3 En una era de gran movilidad laboral, los mercados de trabajo altamente cualificados y de alta remuneración son difíciles de proteger, lo que genera una «carrera» desreguladora a fin de atraer y retener inversiones.
Pero si los exponemos a escrutinio empírico, estos argumentos muestran serias limitaciones. En general, se ha demostrado que exageran los efectos homogeneizadores de la globalización. No explican, por ejemplo, el caso de los países nórdicos, que constituyen las economías más dinámicas del contexto europeo y, al mismo tiempo, tienen las tasas de impuestos en relación al PIB más elevadas de la UE.
La tasa de impuestos es solamente uno de los factores que determinan la localización empresarial y las decisiones de inversión, siempre que el régimen de impuestos promueva fórmulas para neutralizar los efectos negativos que éstos puedan tener. Por ello, aunque es cierto que los mercados liberalizados pueden facilitar la innovación y el ajuste en un ambiente económico de cambio acelerado, no existe una inconsistencia inherente entre la competitividad en el mercado global, la creación de una economía flexible y la promoción de Estados del bienestar sólidos en Europa.
Esta propuesta desafía directamente la idea neoliberal de que las presiones contemporáneas sobre los Estados del bienestar europeos son el resultado exclusivo de la lógica de la globalización. Necesitamos ver la globalización «no como una inexorable dinámica sino como una tendencia en la que existen contra-tendencias, o al menos ante la cual se pueden movilizar contra-tendencias». 4 4 . Véase C. Hay et al.
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