Ese largo periodo de inactividad militar sólo puede explicarse por la muerte del papa Eugenio IV a fines de febrero y la incógnita por la elección de un nuevo pontífice (Nicolás V), pero también por su rechazo a empeñar el grueso de sus fuerzas en Lombardía, en defensa de Milán contra Venecia, si persistía la hostilidad de Florencia. Pero Alfonso el Magnánimo no tenía verdaderas aspiraciones expansionistas en el norte de Italia y, de hecho, carecía de los recursos para consolidar una hegemonía en la zona. Mantener una postura belicosa en Italia era la excusa perfecta para evitar regresar a sus dominios ibéricos y ayudar a su hermano Juan de Navarra en la contienda civil castellana que incluso amenazaba con una nueva guerra abierta con Castilla. La lógica de conflictividad interestatal italiana y sus alianzas, en la que participaba al frente del reino de Nápoles como un contendiente más, era lo que le había llevado a enemistarse con Venecia y Florencia. [168]Esta sería la causa que le obligaría a entrar en guerra con Florencia, a la que enviaría un ultimátum en diciembre de 1447 amenazándole si no retiraba su apoyo a Venecia en la guerra con Milán. De hecho, a fin de mantener operativo el ejército para el destino que fuese necesario, en la primavera de ese año la tesorería iniciaba nuevos ciclos de pago de soldada (acorriments de 10, 20 y 30 duc. lanza) a las tropas acampadas en Tívoli, iniciados a fines de abril y concentrados, sobre todo, a lo largo de junio y julio. [169]
Los acontecimientos se precipitaron tras la muerte, el 13 de agosto de 1447, de su principal aliado, el duque de Milán, Filippo Maria Visconti. Los sucesos siguientes, una rebelión comunal milanesa que capturó al capitán de las tropas reales allí desplegadas, Ramon Boïl, y el vacío de poder creado en Milán, a merced de los condottieri Piccinino hijo y, sobre todo, Sforza, a quien el duque había establecido como heredero y que acabaría por hacerse con el poder como nuevo duque de Milán, obligaron al rey a poner de nuevo en marcha su ejército. El rey se vio obligado a movilizar sus tropas, 4.000 caballos, hacia el norte ese mismo de agosto aunque sin destino claro, ya que carecía de verdaderas ambiciones en Lombardía y no deseaba enemistarse con una Florencia reforzada por la contratación de los condottieri Sigismundo Malatesta y Frederico de Montefeltro. Por ello el rey zanjó sus diferencias con Sforza, comprometiéndose a no oponerse a sus aspiraciones al ducado de Milán a cambio de que quedase vasallo nominal del Magnánimo. [170]Fue entonces cuando buscó un trofeo militar que mantuviese su prestigio en Italia y justificase su costosa campaña. Y eligió la villa costera de Piombino, una ciudad-estado aliada de Florencia, que podía utilizar como base de operaciones navales contra Génova y resultaba útil para Córcega. El ejército real partió hacia la región toscana atravesando territorio de Siena y abriendo una campaña desastrosa entre agosto de 1447 y septiembre de 1448. Durante la misma sólo logró la rendición comprada de la pequeña villa próxima de Castiglione della Pescaia pero fracasó en el asedio de Piombino (junio-septiembre de 1448), debido a las malas condiciones sanitarias del campamento real, a los refuerzos enviados a los sitiados por mar y a la llegada del grueso del ejército florentino, que precipitó la retirada aragonesa.
Para las operaciones entre 1443-1448, la estructura del potencial militar desplegado revela que el rey dispuso de tropas permanentes, regularmente remuneradas y profesionales. Como más adelante analizaremos, la continuidad de la guerra y la política financiera arbitrada facilitaron la emergencia de fuerzas permanentes.
[1]Recurriremos a documentación inédita (registros de la cancillería real y de contabilidades financieras, sobre todo la Tesorería General), información de las crónicas y a diferentes trabajos sobre el reinado de Alfonso V entre ellos, los recogidos en el XVI CHCA. La Corona d’Aragona ai tempi di Alfonso il Magnanimo, Nápoles, 2000, y sobre todo la excepcional biografía de Alfonso el Magnánimo de Ryder. Una reciente síntesis del contexto bélico de la Corona de Aragón entre 1420-1448 puede verse en J. Sáiz, «Nobleza y expansión militar de la Corona de Aragón: la nobleza valenciana en las guerras del rey (1420-1448)», Anuario de Estudios Medievales, 33/2 (2003), pp. 729-780, especialmente, pp. 733-744.
[2]Sobre la fiscalidad estatal en el ámbito de la Corona vid. M. Sánchez, El naiximent de la fiscalitat d’Estat a Catalunya (segles XII-XIV), Girona, 1995, pp. 129-134; J. A. Sesma, «Fiscalidad y poder. La fiscalidad centralizada como instrumento de poder en la Corona de Aragón (siglo XIV)», Espacio, Tiempo y Forma. Historia Medieval, t. I (1989), pp. 446-463.
[3]J. Sáiz y L. P. Martínez, «Actividad militar y crecimiento del Estado: la financiación de la guerra en la Corona de Aragón y en el reino de Valencia (1416-1431)», comunicación presentada al XV CHCA, inédita. Sobre la tesorería real vid. C. López, «La estructura de los ingresos de la Tesorería General de Alfonso V el Magnánio y la conquista de Nápoles (1424-1447)», en XIV CHCA. La Corona d’Aragona in Italia (secc. XIIIXVII), vol. III, Sassari, 1996, pp. 573-593; sobre la deuda pública censal contratada por los municipios vid. A. Furió, «Deuda pública e intereres privados. Finanzas y fiscalidad municipales», Edad Media, 2 (1999), pp. 35-79; sobre el saneamiento del patrimonio real y las pautas de su política financiera para el caso valenciano vid. E. Vidal, «Política patrimonial de Fernando I y Alfonso V en el reino de Valencia», en IV CHCA, Palma de Mallorca, 1955, vol. I, pp. 495-504 y, sobre todo, W. Küchler, Les finances de la Corona d’Aragó al segle XV (Regnats d’Alfons V i Joan II), València, 1997, pp. 7-9, 327-482; una reciente síntesis sobre las bases financieras del reino de Valencia (rentas patrimoniales, subsidios de cortes y créditos) en las guerras del Magnánimo puede verse en: A. J. Mira Jódar, «La financiación de las empresas mediterráneas de Alfonso el Magnánimo. Bailía General, subsidios de Cortes y crédito institucional en Valencia (1419-1455)», Anuario de Estudios Medievales, 33/2 (2003), pp. 695-727.
[4]W. Küchler, Les finances..., op. cit., pp. 213-215; Ryder, pp. 88-89 y 93.
[5]L. P. Martínez, Guerra, Estado y economía productiva en la Corona de Aragón en la Baja Edad Media, Valencia, 1995, tesis de licenciatura inédita, p. 446.
[6]ACA, CR, n.º 2.668 fols. 51v-72v. Ampraments per la anada a Sicília (Barcelona, 29-IV-1419).
[7]BCCV, Fondo Mayans, n.º 677, fol. 89r.
[8]Según un libro-registro de notaments parcialmente transcrito en: A. Capmany, Ordenanzas de las Armadas Navales de la Corona de Aragón, Madrid, 1787, Apéndice n.º II, pp. 17-21; ACA, Apéndice General, n.º 1.031.
[9]Como la administración que el baile general del reino de Valencia hizo del donativo estamental: ARV, MR, n.º 9.816.
[10]BCCV, Fondo Mayans, n.º 677, fol. 99v. A. Capmany, Ordenanzas..., cit., Apéndice n.º II, p. 4; Dietari, p. 115; Dietari de la Deputació del General de Cathalunya, F. Udina (ed.), vol. I, Barcelona, 1974, p. 44.
[11]Si ciframos en cerca de 30 las galeras participantes, y a razón de 40 ballesteros y 20 hombres de armas por cada una, obtenemos 1.200 ballesteros y 600 hombres de armas que unidos a los 782 cuya contratación a sueldo nos consta supondrían cerca de 1.500. Con toda probabilidad podemos aventurar un número mucho mayor de gente de armas en compañías gratuitas que se embarcarían en las naus: si concurrieron 14 naus y cada una podría embarcar al menos 200 hombres de armas podemos aventurar cerca de 2.500 efectivos.
[12]ACA, CR, n.º 2671, fol. 81r, citado en Itinerario, pp. 30-31.
[13]Ibid. fol. 46, citado en Itinerario, p. 47.
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