Jorge Sáiz Serrano - Caballeros del rey

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Las guerras de Alfonso el Magnánimo ofrecieron amplias oportunidades de servicio a la nobleza valenciana. El destino de nobles como Joanot Martorell, Ausiàs March y sus coetáneos fue ser «caballeros del rey». Muchos de esos nobles consideraban que su principal función social y el medio más honroso para enriquecerse era servir como caballero. Pero las transformaciones derivadas de la continuidad de la guerra durante la primera mitad del siglo XV, que obligaron a crear estructuras militares más estables, impusieron cambios en las relaciones entre guerra y nobleza. ¿Cómo se integró ésta en los ejércitos reales?, ¿cuántos nobles se movilizaron en armas y de qué maneras?, ¿les fue rentable la actividad militar confrontando costos y riesgos asumidos? Este libro intenta responder a esos interrogantes sobre la historia social de la guerra en la Corona de Aragón en la Baja Edad Media.

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De hecho, tras la rendición de diversas localidades próximas a la capital en la primera quincena de octubre (Pico, Pontecorvo –donde el rey comandó el despliegue de 1.105 caballos–, Roccagiuglema, Roccavindola), [123]a lo largo del resto de dicho mes e inicios de noviembre el ejército real ya comenzaba a reunirse en las afueras de Nápoles en varios campamentos, ubicando el central en la llanura de Campovechio donde se instalaba el rey. [124]Sin aflojar en ningún momento el férreo cerco sobre Nápoles, dejando el mando nominal del campamento principal a su hijo Ferrante, bajo la supervisión de su tutor, el noble valenciano Eiximén Pérez de Corella, el monarca comandaba las fuerzas reales que tomaban, entre marzo y abril de 1442, Pozzuoli y Torre del Greco, en los alrededores de la capital, y ocupaban la totalidad de la península sorrentina, rindiendo Sorrento, Vico y Massa. A finales de mayo todo estaba dispuesto para un ataque final que se inició el 1 de junio, tras abrir, por traición, una brecha en la muralla norte de la capital. Al día siguiente caía la misma y René d’Anjou se vio obligado a huir. [125]Al Magnánimo sólo le quedaba castigar la sedición del condottiere Antonio Caldora, quien se había pasado al bando angevino. Para ello se desplazó a las proximidades de Carpenone, señorío de Caldora, con la intención de combatirlo. El 28 de junio el rey y su ejército vencían en batalla campal a Caldora. A partir de entonces las resistencia militar que podía encontrar era muy reducida, por la precipitada retirada de las escasas tropas fieles al conde Sforza. El rey aprovechó la oportunidad y, en una campaña desarrollada entre julio y octubre, lograría controlar la casi totalidad de la provincia norteña de los Abruzos así como las tierras de Apulia y Capitanata al este de Nápoles. Entre julio y agosto dirigirió su ejército hacia el norte, hacia los Abruzos, protagonizando un auténtico paseo militar que redujo a su obediencia la práctica totalidad del territorio, retornando posteriormente hacia el sur (hacia la Apulia y Capitanata) donde, a lo largo de octubre, compró la fidelidad de nobles y castellanos locales obteniendo el control de toda la zona. [126]A partir de entonces, Alfonso V controlaba todo el reino napolitano excepto cuatro ciudades, dos en el extremo norte (Teramo y Civitella en los Abruzos conservadas por Sforza) y dos en el sur (Tropea y Reggio en la Calabria, reductos angevinos). [127]

Para llevar a cabo esas decisivas operaciones de 1442, Alfonso V dispuso directamente a su cargo de unos efectivos algo más numerosos que los movilizados para las campañas de 1441. Las fuentes disponibles, las cèdules de pago de la tesorería entre febrero y octubre de 1442, [128]permiten acercarnos a las dimensiones del ejército que participó en el asedio y asalto de la capital durante la primavera, pero también a las que actuaron durante el verano e inicios de otoño. Podemos conocer los efectivos que movilizó el rey en las operaciones previas a la toma de Nápoles, a partir del estudio sistemático de los pagos de soldada librados entre febrero, abril y, sobre todo, en mayo: [129]un ejército de nada menos que cerca de 9.000 hombres. En concreto había mantenido contratados 6.252 caballos (2.084 lanzas) organizados en 259 compañías y 2.809 efectivos de infantería, entre 2.626 infantes y 156 ballesteros en un total de 18 condestabilías y un pequeño contingente de 27 espingarders. Tomada la capital, no todas esas fuerzas participarían en la batalla de Carpenone y las campañas desarrolladas entre julio y octubre. Para dichas operaciones el Magnánimo dispuso a su servicio de menos efectivos, cerca de 4.500 hombres, en concreto 2.743 caballos (914 lanzas y 1 tercio de lanza) en 216 comitivas armadas y 1.767 efectivos de infantería (1.579 infantes y 161 ballesteros en 18 condestabilías y 27 espingarders), tal y como revelan los pagos de soldada efectuados entre julio y septiembre. [130]

A comienzos de noviembre, a pesar de que el control militar del reino napolitano era casi total, el Magnánimo continuaría manteniendo unas fuerzas militares considerables. Lo exigía la defensa de las tierras conquistadas, tanto las zonas del interior del reino, donde la fidelidad de los barones y nobles locales era dudosa, como sus fronteras, en concreto la norte, la provincia de los Abruzos, territorio donde todavía se localizaban núcleos de resistencia y que limitaba con la marca de Ancona, el refugio del conde Francesco Sforza y su ejército. Para proteger la zona y combatir a Sforza mantuvo acantonado durante el invierno una sección de su ejército, 1.500 caballos (500 lanzas) y 500 infantes, que puso al mando del noble valenciano Ramon Boïl, camarlenc y virrey de los Abruzos, unas fuerzas a las que uniría el ejército del condottiere Nicolo Piccinino (4.000 caballos y 2.000 infantes) contratado por el rey en septiembre. [131]

6. LAS CAMPAÑAS CENTRO-ITALIANAS ENTRE 1443 Y 1448

El final de la conquista de Nápoles no supuso, pues, la desmovilización del ejército del rey. La guerra de conquista le había dotado de tropas permanentes que continuaron movilizadas en las diferentes operaciones que emprendió desde 1443 hasta 1448, mientras comandó en persona sus ejércitos. A lo largo de esos años siempre dispuso de tropas en pie de guerra, tanto secciones de su ejército como efectivos contratados a condottieri, cuya cuantía fluctuó en función de la disponibilidad de las finanzas reales y de las necesidades que le impuso el ciclo de «guerras justas y necesarias» en el que se vio inmerso. [132]Unos conflictos que se desarrollarían en escenarios diversos: en el propio reino napolitano, rindiendo enclaves hostiles o sofocando rebeliones baroniales, como la del virrey de Calabria (1444); y, sobre todo, en el difícil tablero político de la Italia central (1443-1448), donde desplegó una política encaminada a extender su influencia sobre las tierras del papado, aliándose con el duque de Milán (Filippo Maria Visconti) y con un dócil papa (Eugenio IV) en contra del conde Francesco Sforza y granjeándose por ello la abierta hostilidad de Venecia y Florencia. Esa política llevaría al rey a intervenir entre 1442 y 1445 en la marca de Ancona combatiendo a Sforza, su principal rival, pero también en la Toscana entre 1446 y 1448. La movilización de sus ejércitos entre 1443 y 1448 siempre obedecería a la misma pauta, acorde con la corta duración de las propias campañas bélicas. Durante la primavera preparativos financieros y pagos de soldada (acorriment e imprestanza), despliegue de tropas en campaña durante el verano e inicios del otoño y acuartelamiento de los efectivos a lo largo del invierno, aunque manteniendo operativas tropas en la frontera norte e incluso enviando contingentes expedicionarios a Génova, a Milán y a Roma en apoyo de sus respectivos aliados en esos estados, la facción genovesa de los Adorni, el duque de Milán Filippo Maria Visconti y el papa Eugenio IV.

La contratación de los efectivos y el pago de soldadas obligaba a las finanzas reales a dispendios extraordinarios concentrados en breves periodos de tiempo. Para afrontarlos, el monarca continuó con la misma política financiera: masivas compras y distribución de paños (draps) como medio complementario de pago; [133]y uso generalizado de letras de cambio para adelantar capital en Nápoles sobre rentas reales o subsidios de Cortes a percibir en sus dominios valencianos, catalanes y sicilianos. [134]A ello habría que unir una racionalización de las finanzas reales con la introducción de un impuesto directo para todo el reino napolitano (un fogaje) y el recurso al crédito y redes bancarias de mercaderes y banqueros. [135]Ahora bien, desde 1443, la disponibilidad de las arcas reales se beneficiaría de las finanzas de la Iglesia: el rey logró del papa Eugenio IV, también interesado en la expulsión del condottiere Sforza de la marca de Ancona, la aceptación de su posición en Nápoles y una estrecha alianza cercana a la sumisión, al aceptar todo tipo de cargos y prebendas eclesiásticos solicitadas por el rey para sus agentes y al otorgar unos subdidos más que generosos: 140.000 duc. (200.000 flor.) en 1443 y 40.000 duc. en 1446, fondos que ayudaron a contratar las tropas reales. [136]

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