Sin embargo, Los bandidos superará de inmediato los límites de la literatura de entretenimiento para convertirse en un símbolo de la lucha contra la sociedad establecida. Sus proclamas, en boca de Spiegelberg, dirigidas a «abolir la Biblia» (II, 1), 1a «proclamar la república» (I, 2; variante de I, 2) o a «reconquistar Tierra Santa para dedicarse al chalaneo con los turcos» (I, 2), son interpretadas casi desde el primer momento como una invitación a sublevarse, o si no como soflama revolucionaria, sí al menos como una indicación expresa de la necesidad de cuestionarse el poder establecido del emperador (poder casi inexistente, estamos muy cerca de las invasiones napoleónicas, de la abdicación en 1806 del último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) y de los muchos señores territoriales que hacían de Alemania un mosaico de jurisdicciones y territorios soberanos de distinto tipo (en esta época se cuentan más de mil entidades territoriales o jurisdiccionales en el territorio del Imperio), cada uno de ellos con sus leyes, su moneda, su sistema de unidades de medida, etc.
La actitud revolucionaria de la época, que puede resultar lógica desde la perspectiva actual, tuvo diversas manifestaciones cuyo análisis excedería el marco de este artículo. Debe resaltarse, no obstante, que esa actitud fue crucial en la génesis de una obra como Los bandidos y que parte de los planteamientos ideológicos que encontramos en el personaje central, Karl Moor, son producto directo de ella, aunque nos encontremos con afirmaciones más tajantes y de carácter más incendiario en el personaje del Spiegelberg de Leipzig, cuando toda vía era amigo y compañero de correrías del líder de los bandidos.
2. EL TEXTO DE LLEGADA: TRADUCCIONES DE DIE RÄUBER AL ESPAÑOL 2
La primera traducción al español de este drama de Schiller se publica en 1869: se trata de la traducción que hace José Fernández Matheu para la antología de «Teatro selecto antiguo y moderno, nacional y extranjero». En 1881, Eduardo de Mier y Barbey publica Los ladrones en una selección de obras dramáticas editada en la Biblioteca Clásica de la Librería de Pelayo, Páez y Cía. Esta traducción va precedida de un prólogo extenso dedicado a la vida y obra de Schiller y fue reimpresa en numerosas ocasiones (1904, 1906, 1907, 1909-1910, 1913 y 1925-1928) aunque, a pesar de esta gran difusión, no logró imponerse el título Los ladrones.
La primera traducción independiente al español que encontramos es de 1878. La realiza Desiderio Corchón y se publica en la Biblioteca Universal (con reediciones en 1902, 1918 y 1927). Posteriormente, en 1930, aparece una traducción anónima de Los bandidos en la colección «Las cien mejores obras de la literatura universal», dentro de las «Bibliotecas Populares Cervantes»; la que sigue cronológicamente también es anónima y aparece en 1947 en la Revista Literaria, una publicación que combina textos consagrados de la literatura universal con otros más ligeros o de entretenimiento. Después de estas ediciones habrá que esperar a 1960 para encontrarnos una nueva versión española del drama de Schiller, esta vez a cargo de María Josefa Lecluyse y Antonio Clement dentro de la colección «Obras maestras» de la Editorial Ibérica. En 1969, se incluye también Los bandidos en la selección de dramas publicada por Bruguera, Libro clásico. La traducción corrió a cargo de José M.ª Claramunda, edición que antecede a la edición completa en 1973 de toda la obra dramática de Schiller a cargo de Rafael Cansinos Assens y Manuel Tamayo Benito (que es quien realiza la traducción de Los bandidos).
En suma, Los bandidos no es una obra que haya sido ignorada en el mercado editorial en español: a las traducciones mencionadas antes se añaden también otras ediciones, bien en antologías o bien publicadas fuera de otras colecciones. Sin embargo, la última traducción al castellano data de 1973 (la más reciente al catalán es de 1983) y por eso pareció interesante acometer la tarea de realizar una nueva traducción más acorde con el uso actual del castellano.
3. EL PROCESO DE TRADUCCIÓN DE LOS BANDIDOS
3.1 Consideraciones previas
Una vez puesta la obra original en su contexto y hecha una revisión de las diferentes ediciones que se han hecho de Los bandidos en España, haremos un recorrido por algunos aspectos de la nueva traducción de Die Räuber para explicitar las decisiones más meditadas o que precisaron de un proceso de reflexión más intenso. Comenzaremos por las decisiones previas que afectan a la forma de la traducción completa y nos centraremos después en algunos aspectos puntuales que consideramos representativos de todo el proceso de traducción.
3.2 Estilo general
Esta decisión resulta esencial y es la primera que debe tomar todo traductor literario, ya que condicionará el trabajo en sí y será determinante en la conformación del producto final. En el caso de Los bandidos, había que decidir si se recreaba el texto con el estilo propio de finales del siglo XVIII o si optábamos por actualizarlo y hacer una traducción al castellano de principios del siglo XXI.
La opción de recrear el texto de Schiller en el castellano propio de 1800 nos pareció inadecuada por la dificultad que entrañaba y por el gran riesgo que suponía reconstruir una variante del castellano que ya ha sido más que sustituida por otra. No se puede obviar aquí el hecho de que toda lengua está en permanente evolución y que es precisamente ésta la que hace aconsejable volver a traducir los grandes textos clásicos. Aunque la lengua en sí sea la misma, está claro que los usos de determinadas expresiones han perdido la fuerza que tenían hace doscientos años, que muchas de las connotaciones habituales en esa época y buscadas por el autor ya no son efectivas en la intuición lingüística de los hablantes. Siendo la traducción literaria, en cualquier caso, un proceso en el que el traductor se ve abocado a interpretar el original, a recrear la obra manteniendo bien la forma o bien el mensaje (siempre y cuando haya de llegarse a este conflicto), hay que ser muy conscientes de la relevancia de las decisiones y asumirlas a lo largo de todo el texto para poder así mantener la coherencia con la intención original del autor.
En la traducción que presentamos se optó por verter el original de Schiller al castellano contemporáneo, procurando utilizar una variante neutra desde el punto de vista dialectal que aun así mantuviera las diferencias de registro propias de los personajes. Se intenta de este modo que los personajes de la obra mantengan los rasgos personales que les da el autor. Así, tenemos que Amalia, igual que Karl, utiliza un discurso más cuidado, mientras que Daniel tiende a hacer un uso de la lengua propio de un registro menos culto que el de sus señores. Para los bandidos se optó por un lenguaje más vulgar, propio de personas con un nivel cultural inferior, ya que no todos ellos fueron estudiantes previamente (o lo fueron con un resultado desigual). Se pensó que era conveniente mantener para los miembros de la banda que se conocieron en Leipzig un estilo algo más ilustrado, si bien en algunos momentos caen a un registro mucho más vulgar.
3.3 Objetos
En general, los objetos no han presentado ningún tipo de problema a la hora de encontrar un equivalente en castellano. Quizá el ejemplo más relevante en este apartado sea el pelícano del que habla Spiegelberg en II, 3: «La integridad se bambolea como un diente picado, sólo tienes que aplicar el pelícano», una palabra en apariencia de traducción sencilla ubicada en un contexto en el que no tenía sentido. Esto nos obligó a realizar una búsqueda más concisa de equivalentes. El término alemán Pelikan designa, igual que en castellano, a un ave acuática, pero se utilizaba también para referirse a una pieza del instrumental del dentista, concretamente a una tenaza para extraer muelas. La búsqueda en Internet de términos en documentos relacionados con la odontología arrojó el resultado de que en castellano también se utiliza el nombre de esa ave para designar el mismo instrumento. Como quiera que el instrumento está en desuso desde hace tiempo (resultaba muy fácil dañar la mandíbula con él), se optó por la nota del traductor para aclarar al lector el significado en ese contexto.
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