¡Es una liturgia al dios dinero! El templo de este mundo está consagrado a ese dios falso y oscuro que nos priva de la libertad, que nos somete y guía nuestra vida. A él rendimos culto y a él le pedimos favores.
Jesús y Pedro irrumpen en esta falsa “misa” para rescatar a quien quiera salir de ese culto macabro. No obstante, entre los fieles hay distintas respuestas. Los dos de la izquierda ni se dan cuenta. Uno sigue contando monedas y el otro aprovecha la luz para ponerse las lentes y verlas mejor. ¿Cuál de ellos eres tú? Dices que no ves a Dios, ¿no será que tienes tu atención en otro sitio?
O lo que es peor, te llega la luz (eres practicante, celebras los sacramentos, incluso tienes una responsabilidad eclesial) pero la utilizas porque te conviene para seguir en tu “negocio”.
Entre los otros dos personajes, uno, con una espada en el cinto, adopta una actitud defensiva. Quizá te escudas continuamente, pones defensas, murallas para impedir que esta palabra te cale. Eres cristiano, ayudas a los demás, pero ojo, mi cartilla de ahorro, ¡que no me la toquen!
El otro ni siquiera se defiende, sino que mira con desprecio a la luz. Acomodado en su riqueza como demuestra su brazo apoyado cómodamente sobre el hombro de Mateo. ¿Es el joven rico? No hace falta ser millonario para acomodarse en la seguridad del dinero.
Quizá solo tienes una pensión, una casita… Mucha gente está peor. Así estoy a gusto, no me puedo quejar. Seguir a Jesús significaría salir de mi seguridad, de mi comodidad… “¿Sabes qué te digo? Paso”, parece decir.
La mano de Jesús merece detalle. ¿A qué otra mano famosa de la historia del arte te recuerda?
La mano del Cristo de Caravaggio es una mezcla de las dos manos de la creación del fresco de Miguel Ángel. Su postura es la de Adán, pero es una mano derecha en la posición de la del Padre. Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios, y puede hacer de ti una criatura nueva, ¡hoy!
La llamada de Dios la confirma, tímidamente la actitud de Pedro que representa a la Iglesia. Por eso, su rostro no está muy definido, porque hoy es Francisco, ayer fue Benedicto… La llamada de Cristo es a la Iglesia. No se puede seguir a Cristo por libre.
¿Eres cristiano, pero no vas mucho por la Iglesia? Mal vas. Cristo ha querido confiar a Pedro a los que él llama. Es verdad que la Iglesia tiene muchos fallos, Pedro aparece como un hombre simple, quizá el más bruto de todos los personajes, pero está del lado de Jesús.
El rayo de luz divide en dos el cuadro. La parte de arriba es un lienzo en blanco. Ahí está todo por pintar. Tras la llamada, una vida nueva se abre. Si te dejas llamar por Jesucristo, todo empieza de nuevo, se abre una ventana al exterior. Solo un detalle hay que tener presente.
Esta vida nueva pasa por… la cruz.
“El que quiera venir detrás de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” 27. Quizá rechazas esa cruz que tienes encima (la enfermedad, el marido, tu jefa…) cuando es ese el camino que Dios te está marcando para seguirle. Acéptala y pasa al otro lado.
Ojalá este cuadro cobre hoy vida y nos convirtamos en Mateo. ¿En qué circunstancias has leído este hilo? ¿Qué cosa te aferra a la oscuridad y te impide ir hacia la luz? Pon tu dedo sobre tu pecho, como Mateo, y di: “¿A mí, Señor? En medio de mi miseria, ¿te fijas en mí?”.
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¿Por qué el sufrimiento?
#HilodelaCruz
El sufrimiento de los niños nos hace a todos plantearnos la pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué Dios lo permite? ¿Por qué la muerte? ¿Por qué la esperanza frustrada? Respuestas no tengo, pero palabras de consuelo puede. Si las necesitas, te invito a pasar.
Dice el papa Francisco que, cuando le preguntan por qué sufren los niños, él tampoco sabe qué responder: “Solamente digo: «mira el Crucifijo: Dios nos ha dado a su Hijo, él ha sufrido, y quizás ahí encontrarás una respuesta. Porque respuestas de aquí (señala a la cabeza) no hay»”.
“Cristo”, de San Damián.
Cuando en mi vida ocurren acontecimientos tristes e inexplicables. Esos que te llenan de rabia, impotencia y dolor. Yo sigo su consejo y miro una imagen de un Crucificado muy especial que tengo en mi dormitorio, el Cristo de San Damián 28:
Es una imagen muy especial que data del siglo XII. Un icono románico-bizantino anónimo pintado sobre tela y pegado sobre madera que, según la tradición, habló a san Francisco de Asís mientras rezaba ante él.
“Francisco, ve y repara mi casa que, como ves, está toda en ruinas”, le dijo. Desde entonces, Francisco inició la reforma material de la iglesia en la que estaba (la de San Damián, de ahí el nombre del icono), y la reforma eclesial universal que suscitó la orden franciscana.
Espero que hoy también te “hable” a ti que no encuentras consuelo. Contemplar cada detalle del icono, cada detalle del misterio de Cristo en la cruz, puede ayudarte a entender mejor el misterio del dolor que todos compartimos.
El artista que lo pintó quiere hacer visible lo invisible, quiere llevarnos a través de ella a contemplar el más allá, el misterio insondable de Dios. Mostrando al Crucificado nos hace ver al Resucitado. Y es que el mensaje de la Cruz es el de la resurrección. En el viacrucis con los jóvenes en la JMJ 2019, el Papa se dirigía al Señor y le decía: “en la cruz te unes al viacrucis de cada joven, de cada situación, para transformarla en camino de resurrección”.
En el icono, en primer lugar, vemos a Cristo lleno de luz. Su figura irradia claridad y viene a iluminarnos. Es un Cristo luz, un Cristo glorioso. Tras sus brazos y sus pies, el fondo de la cruz es negro, simbolizando la oscuridad del sepulcro, la oscuridad de la muerte que Cristo ha vencido. Yo lo veo como encajonado en este icono, como dentro de un féretro.
Pero su cuerpo no está en tensión, agarrotado, dolorido… No cuelga de la cruz, sino que está de pie, relajado, con sus miembros colocados de forma armoniosa. ¿No te parece casi que baila? Primer mensaje: tras la muerte, tu dolor, se transformará en alegría; tu llanto, en risa; tu lamento, en danza.
Tiene los brazos extendidos, dispuestos a abrazarte. Sus manos están abiertas y hacia arriba, como levantándote hacia el cielo, como mostrándote el camino, como presentándote al Padre.
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