Puedes aceptar el dolor y la muerte del inocente, entender que es consecuencia lógica de una creación “en estado de vía” que aún no ha llegado a su plenitud y contemplar su poder salvífico; o ser refractario y rechazar este mensaje. Es otro misterio, el de la libertad. A los pies de la cruz, siendo limpiados por la sangre derramada de Cristo, aparecen otros personajes: Reconocemos a Pedro (con una llave) y a Pablo. Habría otros, pero el tiempo y la devoción popular (siglos de manos queriendo tocar esta reliquia) los han borrado.
A mí me gusta imaginar ahí a mis “santos de la puerta de al lado” como los llama el papa Francisco. Esas personas que he tenido la suerte de conocer y que han pasado por el mundo haciendo el bien. Por ejemplo, el cardenal Fernando Sebastián, que enterraremos en Málaga mientras escribo estas líneas.
La vida de este querido profesor y la de tantos otros amigos y familiares, ha sido un testimonio para la mía y estoy seguro de que están ya contemplando a Dios mismo. Por eso hablo con ellos, y les pido su intercesión. Te invito a poner ahí a los tuyos…
A mitad de la pantorrilla de Jesús, un gallo desafiante nos habla de las negaciones de Pedro y de la nuestras. Pero el gallo es también símbolo del alba, del amanecer.
Ya es hora de despertarnos del sueño, “la noche está avanzada, el día se nos echa encima, abandonemos las obras de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”, nos está diciendo con san Pablo 35. Canta el gallo ¿Y dónde está la luz? ¿Adónde acudir en estos momentos de oscuridad? Pues volvemos a la recomendación del papa, ¡Mira el rostro de Cristo!
De ahí brota toda la luz del icono. Su corona no es de espinas, es de gloria. Cada espina de Cristo, cada llaga, cada uno de tus momentos de soledad y miedo, cada llanto de cada niño que sufre… Todo será convertido en alegría y paz. Es lo que reflejan los enormes ojos del Señor en este icono. Son ojos serenos que miran a Dios con deleite. ¡Nada es más hermoso, nada produce más descanso! Los ojos son desproporcionados porque tenemos que caber todos, para que todos podamos contemplar esa gloria de Dios. También tú estás ahí.
La boca y las orejas son muy pequeñas, porque en la vida de la Gloria no son necesarias las palabras, basta la visión.
Por eso, calla esa voz interior que trata de buscar respuestas, las palabras no sirven, no hay frases consoladoras… La muerte es incomprensible.
Pero mira este Crucificado radiante de vida y de luz, contempla con él la Gloria a través de esos ojos que te aman. Déjate limpiar por esa sangre que te purifica y que te regala Vida para siempre.
Siéntete parte de ese pueblo santo que, a lo largo de los siglos, junto a María y a los testigos de la resurrección, ha conservado la experiencia de que la muerte ¡injusta muerte! no es el final.
Escucha, igual que san Francisco, cómo te habla y te dice: ¡Fíate de mí! ¡Yo he dado mi vida por ti! ¡No desesperes!
Y en medio de tu dolor, quizá entre lágrimas como yo ahora, abandónate como Cristo en los brazos amorosos del Padre y grita, con el autor del icono: ¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!
7
Una imagen que no deja
a nadie indiferente
#HilodelaMisericordia
En este Domingo de la Divina Misericordia, te voy a hablar de esta famosa imagen que habrás visto en numerosas ocasiones. A la gente le gusta y le disgusta a partes iguales. ¿Por qué no deja a nadie indiferente? Hay un secreto. Te lo cuento.
“Cristo de la misericordia divina”, iglesia de San Juan Bautista, Berlín (Alemania).
Lo primero que hay que saber de ella es que no es una obra libre de un pintor, sino que corresponde a la descripción que dio santa Faustina Kowalska, una mística polaca que vivió a comienzos del siglo xx y que tuvo unas visiones de Cristo resucitado.
La aparición tuvo lugar cuando ella se encontraba en su celda, en el convento de la Congregación de Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, en Plock, el 22 de febrero de 1931. “Al anochecer, estando en mi celda –narraba en su diario santa Faustina– vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido (…). Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en ti confío”. Y le compartió un deseo: “que esta imagen sea venerada primero en su capilla y luego en el mundo entero”.
Como ves, la descripción dada según las visiones por el propio Jesús corresponde a la popular imagen que se ha extendido, efectivamente, según su deseo por el mundo entero. Miles de iglesias de todo el mundo cuentan con una imagen como esta que ilustra, asimismo, estampas, pósteres, calendarios y todo tipo de objetos a lo largo y ancho del planeta.
Millones de personas son devotos de esta imagen que guardan, veneran y promueven. A muchos, no obstante, les produce cierta incomodidad. Unos se quejan de que los rasgos del rostro de Cristo están demasiado estilizados, a otros les chocan los rayos que recuerdan a las luces psicodélicas de las discotecas… Piensan que promueve una visión de Jesús demasiado pietista.
Te voy a contar otro secreto. Bueno, secreto no es, pero la mayoría de la gente no lo sabe. Esta imagen no la conoció santa Faustina Kowalska, pues fue pintada en 1954 por Adolfo Hyla y la santa polaca murió en 1938. La imagen que encargó ella hacer, y cuyo proceso de creación supervisó personalmente durante varios meses, la realizó el artista Eugenio Kazimierowski (que aparece en la página siguiente).
Sin embargo, ¡ay, misterio!, a la santa no le gustó el resultado después de tantos meses de trabajo. Llorando se lamentaba ante Jesús: “¿Quién te pintará tan bello como tú eres?”. Como respuesta “oyó” estas palabras: “No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en mi gracia”.
“Jesús de la Divina Misericordia”,
de Eugeniusz Kazimirowski.
Después de este cuadro vinieron varias versiones y fue, finalmente, la del pintor Adolfo Hyla para el santuario en Cracovia-Lagiewniki, con la que abrimos el hilo, la que alcanzó más popularidad. Concretamente la tercera versión que el propio Hyla hizo de su primer cuadro bendecido en 1943.
El primer cuadro tuvo que ser repetido porque no encajaba en el lugar destinado para él; y luego repintado, eliminando el paisaje original y añadiendo un pavimento bajo los pies de Cristo.
La imagen ha pasado después por numerosas vicisitudes. Primero vino el comunismo que cerró el convento, luego se dice que fue negativamente evaluado por la Comisión Artística de la Curia de Cracovia… Luego la Conferencia Episcopal Polaca planteó ciertas reservas de la imagen porque procedía de revelaciones privadas no examinadas aún por la Iglesia… (sor Faustina no fue beatificada hasta 1993).
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