La reconstrucción de la historia de las teorías y de la ciencia de la comunicación, a nuestro entender, debe centrarse en el proceso de complementación y superación de los paradigmas que la comunidad científica acepta como más coherentes y eficaces para responder a las exigencias explicativas de la realidad comunicativa en función de los contextos en que se desarrollan los sistemas comunicativos y los propios paradigmas que pretenden representarlos, analizarlos e interpretarlos. Con este supuesto, debería concederse relevancia histórica básicamente a aquellos paradigmas realmente significativos tales como el Funcionalismo, la Teoría de la información, la Teoría crítica, el Estructuralismo, la Semiótica, el Interaccionismo simbólico, los Estudios culturales, la Teoría sistémica, etc. y, por el contrario, perderían relevancia aquellas propuestas que, por razones diversas, han de ser consideradas fragmentarias o parciales, normalmente dependientes o en conexión con los paradigmas dominantes.
La revisión epistemológica del proceso de formación y consolidación del estudio científico de la comunicación que, de forma sucinta, presentaremos a continuación incluye una triple operación: el planteamiento y desarrollo de una secuenciación de las etapas de la evolución de esa ciencia, la presentación de los paradigmas comunicativos que los especialistas consideran más importantes y, en último lugar, el establecimiento de algunas conclusiones en torno a las exigencias que debe cumplir la demarcación de la Teoría o Ciencia de la Comunicación.
Acorde con lo dicho anteriormente, la periodización del proceso de construcción de la Ciencia de la Comunicación debe superar la perspectiva cronológica, descriptiva y positivista, dominante en la elaboración de la historia de las teorías de la comunicación y asumir los supuestos históricos e histórico-científicos que la Filosofía de la Ciencia exige para construir la evolución y el cambio científico (Estany, 1990).
A nuestro entender, la historia de las teorías de la comunicación deberá contemplar, en primer lugar, una etapa precientífica en la que la comunicación es afrontada desde diferentes ámbitos que, sin aportar resultados sistemáticos desde el concepto moderno de ciencia, ofrecen el soporte y las pautas para el tratamiento científico posterior de la comunicación. En segundo lugar, la etapa propiamente científica dentro de la cual es preciso distinguir tres momentos o períodos fundamentales: el inicio, la consolidación y la normalización. El primero corresponde a los primeros intentos de conceder estatuto científico a los estudios de la comunicación; el segundo se caracteriza por el establecimiento del estatuto y por la creación de tendencias de investigación que tendrán continuación hasta nuestros días; el tercero, en fin, supone la total aceptación de estos estudios en la comunidad científica y académica además de la pluralidad paradigmática como perspectivas de aproximación a los fenómenos de la comunicación.
La etapa precientífica se refiere al tratamiento que, desde diferentes ámbitos del saber y disciplinas vigentes o dominantes en épocas anteriores al siglo XX, se ha dado a la comunicación como elemento o factor determinante de la propia naturaleza humana y, sobre todo, conformación de la convivencia y sociabilidad de las personas. Al reivindicar la relevancia de ese momento precientífico nos colocamos, sin duda, del lado de planteamientos que aparecen en algunos teóricos de la comunicación, provengan del campo de conocimiento que provengan, en consonancia con el planteamiento gnoseológico (Bueno, 1992-1994, 1995) de la ciencia como cierre categorial donde esas aportaciones no tienen un significado meramente anecdótico al que hay que aludir como expresión de lo que no es propiamente científico desde un criterio de demarcación de la ciencia excesivamente restringido, si no prejuiciado.
Las aportaciones más relevantes de esta etapa precientífica con respecto a la comunicación y a sus manifestaciones plurales (Serrano, 2001) tienen que ver especialmente con las reflexiones que algunos filósofos, de forma individual o como miembros de determinados movimientos filosóficos, han llevado a cabo fundamentalmente en torno al lenguaje como elemento de interacción humana y en torno a la comunicación como basamento de la sociabilidad; lo mismo ocurre con aquellos autores que, centrados en la delimitación de la acción política, recurren a la comunicación como fundamento de la construcción de los sistemas sociales y políticos y, de forma especial, de la conformación de lo que posteriormente se denominará opinión pública.
Mención especial, sin duda, merecen las aportaciones de fundadores y creadores de la gramática, la poética, la oratoria y la retórica por cuanto que, en cierto modo, son los precursores de la pragmática, factor y componente comunicativo de la ciencia comunicación y la teoría del texto y del discurso y, según otros, de la propia publicidad, al menos de lo que en ella hay de organización del discurso y, especialmente, de estructura argumentativa encaminada a la persuasión de los receptores. No es menos cierto, en fin, la trascendencia que diversos historiadores de las teorías de la comunicación han querido conceder tanto a los avances tecnológicos anteriores al XX como a la interpretación que de los mismos se hizo en su momento a la hora de construir posteriormente una ciencia de la comunicación e información.
Para la etapa científica algunos autores establecen una fragmentación muy puntual y de carácter eminentemente cronológica que difícilmente puede sostenerse desde los supuestos que los filósofos y sociólogos e historiadores de la ciencia establecen para explicar el cambio o progreso científico; entre otras razones, porque suponen cortes o rupturas drásticas que quizás no respondan a la lenta y compleja dinámica de la evolución de los paradigmas y teorías científicas y, en este caso, de las teorías de la comunicación.
Por esa razón, y sin minusvalorar los recorridos cronológicos detallados que suelen hacerse en las historias de las teorías de la comunicación, nos parece más coherente y adecuado proponer una periodización de tiempo largo que concuerde más con la propia evolución de esas teorías que, por otra parte, mantienen entre sí una especie de circularidad debido a las relaciones de complementariedad que poseen a lo largo de la historia. Esa periodización incluye un período inicial que se extiende desde finales del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX; un período de consolidación que transcurre entre la segunda década y 1960 y, por último, la etapa de normalización que se inicia en torno a 1960 y se mantiene en la actualidad.
Al primer período, el de los inicios de la Ciencia de la Comunicación, se le atribuye una gran trascendencia epistemológica debido a que supone la aparición de los primeros intentos de sistematización de los estudios de la comunicación de forma global o parcial desde las diferentes perspectivas. Según Mattelart (1997: 13), los inicios de la etapa científica deben atribuirse a las aportaciones realizadas por autores o tendencias pertenecientes básicamente al continente europeo a finales del siglo XIX que es considerado:
El siglo de la invención de sistemas técnicos de base de la comunicación y del principio del libre cambio, ha visto nacer nociones fundadoras de una visión de la comunicación como factor de integración de las sociedades humanas. La noción de comunicación, centrada primero en la cuestión de las redes físicas y proyectada en el corazón mismo de la ideología del progreso, ha abarcado al final del siglo la gestión de multitudes humanas. El pensamiento de la sociedad como organismo, como conjunto de órganos que cumplen funciones determinadas, inspira las primeras concepciones de una «ciencia de la comunicación».
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