[21]No hay nada de diletantismo en la polifacética práctica intelectual de los dos hermanos. Bien al contrario, la misma es una de las expresiones más acabadas de un todavía profundo sentido unitario y totalizador de la literatura que llega a ser sinónimo de cultura. A la que se denomina «Ilustración neoclásica», en neta y tal vez discutible oposición de otra «Ilustración idealista», le imputa Pedro Aullón de Haro, entre otras cosas, «el establecimiento de un concepto amplificado y totalizador de literatura que entroncando con la tradición del clasicismo renacentista, distintivamente representado por los studia humanitatis, e incluso de la Antigüedad, alcanzó la identificación más general posible entre literatura y cultura, o cuando menos cultura escrita. Dicho concepto extensivo, incluyente tanto de las Ciencias como de las Letras, configuraba a estas últimas regidas por el amplísimo marbete, relevantemente de base ética y proclividad didáctica, de Buenas Letras». Pedro Aullón de Haro, «La Ilustración y la idea de literatura», en Eduardo Bello y Antonio Rivera (eds.), La actitud ilustrada, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2002, pp. 151-159; la cita en p. 151. En otro orden, ver la obra de Antonio Maestre, Humanistas, políticos e ilustrados, Alicante, Universidad de Alicante, 2002, en la que insiste en su acertada idea del trasfondo y de la aportación humanista en la Ilustración.
[22]El hecho en sí, de todas maneras, no deja de resultar paradójico desde la perspectiva del posterior enfrentamiento de José Canga a todo lo que representaba el omnipotente valido de Carlos IV, durante sus años como contador general del Ejército, en Valencia.
[23]Ver al respecto P. Fernández Albaladejo, (ed.), Los Borbones. Dinastía y memoria de Nación en la España del siglo XVIII, Madrid, Marcial Pons/Casa de Velázquez, 2001, especialmente, del mismo autor, «Dinastía y comunidad política: el momento de la patria», pp. 485-532.
[24]Sobre Meléndez Valdés, además del clásico estudio de Georges Demerson, Don Juan Meléndez Valdés y su tiempo, Madrid, Taurus, 1917, puede consultarse con provecho la síntesis y los distintos trabajos sobre él y su obra recogidos en José Miguel Caso González, Ilustración y neoclasicismo (vol. 4 de la Historia y crítica de la Literatura española, dirigida por Francisco Rico), Barcelona, Crítica, 1983, pp. 422-466.
[25]Russel P. Sebold, El rapto de la mente. Poética y poesía dieciochescas, Madrid, Editorial Prensa Española, 1970.
[26]En este sentido se expresa, de manera magistral, Anthony Pagden, La Ilustración y sus enemigos. Dos ensayos sobre los orígenes de la modernidad, Barcelona, Península, 2002. Por su parte, Stephen Toulmin en Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad, Barcelona, Península, 2001, efectúa también una crítica a los que quieren ver en la ruptura racionalista del siglo XVII los orígenes de una modernidad que, entre otras cosas, enlazaría sin solución de continuidad con una también racional y utilitaria Ilustración.
[27]John H.R. Polt, «La poesía ilustrada. La elegía A Jovino», en J.M. Caso González, Ilustración y neoclasicismo…, pp. 445-451. Las citas en p. 448.
[28]Se puede ver una acertada enunciación de estos componentes lockeanos y rousseaunianos en el temprano estudio de Pedro Salinas, «La poesía anacreóntica», en J.M. Caso González, Ilustración y neoclasicismo…, pp. 433-439.
[29]A. Pagden, La Ilustración y sus enemigos…, pp. 61-77, quien, insistiendo en los múltiples puntos de contacto entre «estas escuelas antiguas», habla de un Séneca, «como cima de la tradición moral estoica del siglo XVIII», que, sin embargo, «no estuvo a salvo de la influencia epicúrea», p. 62. Una espléndida aproximación al epicureísmo en Emilio Lledó, El epicureismo, Madrid, Taurus, 2003 (1.ª ed. de 1984).
[30]Ver al respecto Antonio Checa Godoy, Historia de la prensa pedagógica en España, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002.
[31]Se publicó en Madrid, en la Imprenta de Sancha, entre 1798 y 1800. La solicitud para la edición, acompañada del primer número y de una larga introducción en la que se exponían los objetivos, se dirigió al Príncipe de la Paz en diciembre de 1797 y la autorización llegó en el curso del siguiente año, 1798. Cécile Mary-Trojani, «Les débuts de la littérature enfantine en Espagne: la Gazeta de los Niños, premier périodique espagnol pour enfants (1798)» [en línea], . Los dos ejemplares de la publicación, en octavo, se pueden consultar en la Real Biblioteca del Palacio Real de Madrid (III/998 y III/999). Actualmente se prepara una edición crítica de esta obra a cargo de Luis Miguel Lázaro Lorente y Carmen García Monerris.
[32]Ver al respecto la excelente edición de Alejandro Mayordomo Pérez y Luis Miguel Lázaro Lorente, Escritos pedagógicos de la Ilustración, 2 vols., Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1989, con un «Estudio preliminar. Ideas y propuestas pedagógicas de la Ilustración española» de los dos autores, vol. I, pp. 13-46.
[33]De hecho, la traducción española (de D. Julián Velasco) y la correspondiente edición (D. Fermín Villalpando) aparece con el título de Biblioteca de buena educación o El amante de la niñez y de la juventud, sacada de las obras que escribió en francés el célebre Berquin, Madrid, por D. Fermín Villalpando, 1797.
[34]De este autor se tradujo en 1804 Les charmes de l’enfance et les plaisirs de l’amour maternel (Las gracias de la niñez y placeres del amor maternal, escritos en francés por L.F. Jauffret y traducidos por Celedonio García Gutiérrez, Madrid, en la Imprenta Real, 1804, 2 vols.). Era autor también de Fables de Florian: mises dans un nouvel ordre, París, Librairie Économique, 1800-1801.
[35]Gazeta de los Niños…, pp. 7-10. A partir de ahora, las páginas de referencia se darán en el texto.
[36]A. Pagden, La Ilustración y sus enemigos…, p. 82.
[37]«Apenas entre dos millones de hombres se hallará uno solo que tenga todas las cualidades necesarias para dedicarse con fruto a la educación de los niños». Las cualidades que debían adornar a estos raros seres eran capacidad de amor y de ternura, capacidad de generar confianza y de estimulación para el conocimiento y una gran entereza y paciencia (pp. 6-7).
[38]Hay en la primera razón toda una concesión expresa a una concepción de la historia dentro de la tradición retórica clásica como paradigma todavía muy presente en la Ilustración. Sin embargo, en la segunda vemos despuntar una motivación nueva que acabará entroncando, incluso en el primer liberalismo, la «razón política» con la «razón histórica». Me he ocupado de este aspecto en mi trabajo «El debate ‘preconstitucional’: Historia y política en el primer liberalismo español (Algunas consideraciones)», en E. la Parra y G. Ramírez, El primer liberalismo: España y Europa, una perspectiva comparada, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003, pp. 41-77.
Por lo que respecta a la moral hay que tener en cuenta que, a pesar de la gran concesión, nada oportunista, que se hace a la religión y a la piedad como formadoras de una serie de sólidos principios y fundamento del resto de la educación, los Canga Argüelles distan mucho de confiar tal cometido a una iglesia institucional o a sus componentes. Aunque no hay ninguna mención expresa a los clérigos, sí que puede verse en algún que otro párrafo una mención indirecta a los mismos identificados con esos «apólogos [que] hacen concebir a los niños por la mayor parte ideas erradas, que después es menester mucho tiempo y trabajo para destruir». La moral, una moral que debe ser tan «ilustrada» como el resto de las ciencias, el hombre la aprende «de su propia experiencia, de la boca de sus padres, y en nombre de la divinidad, y no en el de unos seres a quienes por otra parte se le enseña a despreciar» (pp. 14-15).
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