Antonio Malpica - Frankie

Здесь есть возможность читать онлайн «Antonio Malpica - Frankie» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Frankie: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Frankie»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novela clásica de Mary Shelley, como nunca te la habían contado… (en serio)Víctor Frankenstein, anatomista, químico y… profanador de tumbas, ha decidido violar la ley última de la vida: la muerte. En su improvisado laboratorio (ejem, dormitorio universitario) ha conseguido reanimar un gigantesco ser antropomorfo:
¡UN MOOONSTRUUUO! ¡Qué drama! Ahora Víctor será perseguido por una sombra que le reclamará lo que le toca: vivir, amar, saberse amado, representar a Hamlet… (es decir, lo usual).Y Otto, el fruto del experimento maldito, está empeñado en conquistar a la niña de sus ojos, un plato de panqueques a la vez (¡con mucha miel, por favor!).

Frankie — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Frankie», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Con la llegada de Elizabeth todo empezó a adquirir matices definitivos de - фото 5

Con la llegada de Elizabeth todo empezó a adquirir matices definitivos de locura en nuestra casa. Aun antes de que ella atravesara aquella puerta, mis hermanos ya estaban todo el tiempo fraguando travesuras que, vistas fríamente, pasaban por delitos en forma. Ernest solamente obedecía a William, la mayoría de las veces sin decir una sola palabra; y William no dejaba de aguzar el ingenio para poner en marcha planes en verdad diabólicos. En una ocasión llegaron a la casa con una piara de veinte cerdos que robaron Dios sabe de dónde; en otra, fueron remitidos a casa desde Salzburgo en un paquete postal de la policía con la advertencia de “Manéjese con cuidado”; en una más, los fue a buscar un hombre armado lleno de tatuajes para darles un ultimátum de pago. Con todo, puesto que ninguno de los adultos parecía perder el sueño por esto, yo tampoco lo hice nunca, aunque William todavía usara pañal y Ernest aún necesitara ayuda para atarse las agujetas. Finalmente, papá estaba haciendo “negocios” todo el tiempo (juro que así llamaba a todas las causas que le correspondía sentenciar), mamá siempre estaba ganando dinero o perdiendo dinero en algún juego de azar y Elizabeth dando cauce a su ira de las maneras más extravagantes posibles: ejercitando sus músculos, peleando conmigo, corriendo por toda Ginebra, peleando conmigo, nadando en el lago o el río y… ¿ya lo dije?… peleando conmigo.

No obstante, cuando estábamos todos juntos, sí que parecíamos una verdadera familia. Por ejemplo, pongamos ese paseo que hicimos todos, incluido mi querido amigo Henry Clerval, a los baños de Thonon y que marcó un hito en mi infancia.

—Tú sabes que lo mío no es asolearme con el torso desnudo frente a un montón de extraños —dijo Henry en cuanto lo invité.

En ese entonces mi gran amigo Henry Clerval ya había sofisticado su gusto por lo sobrenatural suscribiéndose a una revista inglesa llamada Phenomenon que publicaba casos extraordinarios de todo tipo de sucesos que atentaban contra la realidad (y la cordura). Fantasmas, brujas, objetos voladores en el cielo en forma de salseras… Recuerdo que estaba leyendo sobre una lluvia de sapos que había caído en Francia a principios del siglo dieciocho y debido a la cual tuvieron que cancelar una ejecución pública (por mal clima, se entiende).

Apenas si me escuchó cuando volví a invitarlo. Lo cierto es que mi querido amigo ya había empezado a obsesionarse con la “Real Sociedad Universal del Estudio de Fenómenos Extraordinarios” con sede en Londres, a partir de la compra de esos fascículos llenos de curiosidades increíbles.

Pero era mi gran amigo y siempre me acompañaba adonde yo se lo pidiera.

—Te pagaré si me acompañas, Henry.

—¿Cuánto?

—Necesito revisar mis ahorros.

—Insisto en que eso de los balnearios no es lo mío. Podría contarte una vez que casi muero ahogado. Considéralo al hacer tu oferta.

—Tal vez puedas darme crédito, como siempre. Siento que es mi gran oportunidad para estar a solas con Elizabeth. Y tú podrías montar guardia.

Mi gran amigo leía sobre la combustión espontánea de un burócrata en Roma mientras demandaba un aumento de sueldo. La nota decía “Acalorado discurso termina con su orador”. Apenas levantó la mirada.

—¿Estás loco, Frankenstein? ¡Vives con ella! ¿No tienes oportunidad aquí mismo, en tu casa, de estar a solas con ella?

—El ambiente no es propicio, Henry. En cambio allá… tú sabes…

Terminó por aceptar. Aunque, al igual que otras tantas veces, anotó el monto en su libretita bajo el título “Favores a V. F.”

Y hablando de deudas…

Después me enteré que el paseo al balneario fue propiciado por mi padre debido a una deuda que adquirió mi madre en el casino del hotel de ese centro vacacional: una noche enloqueció y apostó todo al trece negro, con funestas consecuencias. Mi padre, al fin magistrado, iba a negociar el préstamo y tal vez condonar algunas querellas legales a los prestamistas con tal de no pagar intereses moratorios.

Salimos en una sola diligencia. Cuando íbamos hacia allá, justo al momento de abordar el coche, cualquiera hubiera podido creer que éramos una familia de tantas. Pero hubieran bastado unos cuantos minutos al interior con nosotros para desengañarse.

—¿Se puede saber qué demonios haces, William? —mi madre.

—¿Poiqué? —William.

—¿No es acaso tu mano la que está hurgando dentro de mi bolso? —mi madre.

—¿Poiqué no mías poi la ventana como cualquiei peisona noimal, mujei? —William.

—¿”Poiqué no simplemente te dueimes como cualquiei niño noimal, bebé”? —mi madre.

—¿No hace un calor horrendo aquí? —Elizabeth.

—Tal vez podría intentar abrir la ventana —yo.

—… … … —Ernest.

—Tal vez podría abanicarte con algo —yo, después de fracasar al intentar abrir la ventana.

—¡Devuélveme mi revista, Frankenstein! —Henry.

—Apuesto a que podría quebrarte un dedo si me lo propusiera —Elizabeth.

—Je… apuesto que sí pero… no veo la necesidad de… —yo.

—¿Por qué no simplemente le dices que no te fastidie? ¿Eres un hombre o un bufón? —mi padre.

—Está jugando, papá… ella sólo… ¡Ooouch! —yo, al sentir cómo un cartílago cede a una presión tremenda.

—… … … —Ernest.

—William, te lo digo por última vez… —mi madre.

—¿Sabían que en el Himalaya hay gente peluda de cinco metros de estatura? —Henry.

—Estoy bien. En serio. Estoy bien —yo, preguntándome si recuperaré la movilidad en el índice izquierdo.

—Mía paia afueia, mujei… —William.

—Oh, si apenas te apreté… —Elizabeth.

—¡Cinco metros de estatura! —Henry.

—Espero que no nos toque un clima de los mil demonios. Ya bastante caro me está saliendo el paseíto —mi padre.

—Justine, deja de mirarme, por Dios —yo.

—Lo siento, Frankie —Justine.

—Y no me digas Frankie —yo.

—¿Podrían bajar la voz? No puede una leer simplemente sin ser interrumpida cada cinco segundos? —la nana.

—… … … —Ernest.

—¡En verdad, qué horrendo calor hace aquí! —Elizabeth.

Para abreviar, diré que el balneario nos recibió con un clima de los mil demonios, así que no pudimos salir de la habitación. Mis intenciones de estar a solas con Elizabeth se vieron totalmente arruinadas por largas sesiones de juegos de naipes en los que mi madre no dejaba de hacer mofa de nosotros cuando ganaba y de amenazar con vendernos a los gitanos cuando perdía. Yo aproveché un interludio para echar ojo a algunos libros que había en la habitación.

A decir verdad, fue en ese momento cuando comencé a sentir que podía encenderse en mi pecho una llama que, aunque distinta, podía ser de la misma naturaleza y magnitud que la que se había encendido cuando conocí a Elizabeth. Fue un primer atisbo de aquello a lo que dedicaría, en realidad, mi vida.

Entre los libros estaba el De occulta philosophia de Cornelio Agripa y otros libros sobre ocultismo que seguramente habría olvidado algún huésped. Quedé inmediatamente encantado. Recuerdo que, pese a mis tres dedos inmovilizados (Elizabeth se aburría mucho en la diligencia), pude leer el libro de lomo a lomo casi sin respiro y sin pedir que me echaran la mano para pasar las páginas. Recuerdo que mi mejor compañía durante aquella noche fue ese libro de Agripa y una vela mortecina. Y acaso la mirada de Justine Moritz, que más de una vez me hizo saltar de mi sitio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Frankie»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Frankie» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Frankie»

Обсуждение, отзывы о книге «Frankie» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x