Es evidente que nuestro análisis debe ahondar en las múltiples dimensiones narrativas de la historieta como medio: la tipología de los personajes, el grafismo, la disposición de las viñetas en la página, la utilización de unas u otras herramientas, la presencia de las onomatopeyas, el recurso del color, los planos o las elipsis de enlace entre los cuadros. Sin embargo, no debemos exagerar nuestra postura ni forzar la lectura, porque puede que un diálogo, una acción, un escenario o una actitud tengan un único y evidente significado. Es decir, con estas historietas, analizadas ahora, interpretadas ahora, podemos incurrir en el exceso simbólico. Sabedores de la repercusión que tuvieron, podemos sobreinterpretar los hechos narrados. La sobreinterpretación, en el sentido que Umberto Eco le diera a esta expresión, es una operación de exceso resignificativo: vemos más, mucho más, de lo que creadores o destinatarios podían o pudieron llegar a ver. Está claro que no tenemos por qué ceñirnos a una interpretación literal, inmediata, propiamente textual, pero también es cierto que hacer metáfora de todo, hacer símbolo encubierto de cualquier cosa narrada, puede llevarnos a lo inverificable. Es preferible una interpretación modesta y metódica a un uso inspirado y arbitrario de la historieta que, al fin y al cabo, es eso: una historieta.
Entraremos a debatir, pues, solo aquellos temas que la lectura de los tebeos elegidos nos proponga, ciñéndonos en la medida de lo posible a lo que veamos en las viñetas, conectándolo con el contexto social e histórico. Para evitar la tentación de querer descubrir aspectos que el tebeo no nos presenta, buscando entre líneas justificaciones para nuestras sentencias, nada que no sea tratado por los historietistas responsables de las diferentes obras merecerá nuestra atención, y reproduciremos literalmente aquellos diálogos elocuentes y expresiones analíticamente útiles que aparezcan en el tebeo, indicando número y título del cuaderno para su posible localización. Lógicamente estos temas están muy relacionados y es difícil intentar estudiarlos de una manera independiente, por lo tanto su separación en diferentes capítulos es metodológica y no real.
1 Pelai Pagés. Introducción a la historia . Barcelona, Barcanova, 1990, p. 256.
2 Ídem, p. 257.
3 Antoine Prost. Doce lecciones sobre historia . Madrid, Cátedra, 2001, p. 125.
4 En dicha Junta estaban representadas, entre otras entidades, Acción Católica, el Frente de Juventudes, la Confederación de Padres de Familia o la Comisión para la Ortodoxia y la Moral.
5 José María Vázquez. La prensa infantil en España . Madrid, Doncel, 1963, p. 75.
6 Enrique Bordería Ortiz. La prensa durante el franquismo: Represión, censura y negocio . Valencia, Fundación Universitaria San Pablo CEU, 2000, p. 25.
7 Enric Larreula. Les revistes infantils catalanes de 1939 ençà . Barcelona, Edicions 62, 1985, p. 30.
8 Prensa infantil y juvenil: Pasado y presente . Madrid, Dirección General de Prensa del Ministerio de Información y Turismo, 1967, p. 28.
9 Ibíd.
10 Salvador Vázquez de Parga. Los cómics del franquismo . Barcelona, Planeta, 1980, p. 29.
11 Antonio Lara. El apasionante mundo del tebeo . Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1968, p. 35.
12 Juan Antonio Ramírez. El cómic femenino en España: Arte sub y anulación . Madrid, Edicusa, 1975, p. 59.
13 Cuando nos refiramos al título de las publicaciones lo haremos en cursiva, no así cuando nombremos a los personajes protagonistas de estas.
14 Román Gubern. Espejo de fantasmas: De John Travolta a Indiana Jones . Madrid, Espasa-Calpe, 1993.
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