3En un artículo de 1993, el historiador Gonzalo Sánchez llama la atención sobre cómo la historia profesional relegó de sus intereses el estudio de las estructuras que conservan, por ejemplo, esclavitud, hacienda, religión, Iglesia, entre otras. Gonzalo Sánchez, “Diez paradojas y encrucijadas de la investigación histórica en Colombia”, Historia Crítica, 8 (1993), 75-80.
4Algunas obras representativas de estos historiadores son: Fernán González, Poderes enfrentados. Iglesia y Estado en Colombia (Bogotá: Cinep, 1997); Christopher Abel, Política, Iglesia y partidos en Colombia. 1886-1953 (Bogotá: FAES, Universidad Nacional de Colombia, 1987); Rodolfo Ramón de Roux, Una Iglesia en estado de alerta. Funciones sociales y funcionamiento del catolicismo colombiano, 1930-1980 (Bogotá: Servicio Colombiano de Comunicación Social, 1983); Jorge Villegas, Colombia: enfrentamiento Iglesia-Estado, 1819-1887 (Bogotá: La Carreta inéditos, 1981); Luis Javier Ortiz, Fusiles y plegarias. Guerra de guerrillas en Cundinamarca, Boyacá y Santander, 1876-1877 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2004); Ana María Bidegain, Iglesia, pueblo y política. Un estudio de conflictos de intereses. Colombia, 1930-1955 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 1985); Patricia Londoño, Religión, cultura y sociedad en Colombia. Medellín y Antioquia, 1850-1930 (Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2004).
5Los veintidós capítulos están ordenados cronológicamente, como en una línea del tiempo. Por ello van desde la temprana Colonia hasta la actualidad.
6No lo podemos afirmar sin hacer una revisión exhaustiva, pero sí creemos que sobre la historia del hecho religioso en Colombia se han escrito más balances bibliográficos que sobre otros temas en Colombia. Para muestra los siguientes títulos: José David Cortés Guerrero, “Balance bibliográfico sobre la historia de la Iglesia católica en Colombia, 1945-1995”, Historia Crítica, 12 (1996), 17-28; Ana María Bidegain, “De la historia eclesiástica a la historia de las religiones. Breve presentación sobre la transformación de la investigación sobre la historia de las religiones en las sociedades latinoamericanas”, Historia Crítica, 12 (1996), 5-15; Grupo de Investigación Religión, Cultura y Sociedad, Historiografía sobre religión, cultura y sociedad en Colombia producida entre 1995 y el 2000 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, Universidad de Antioquia, Universidad Pontificia Bolivariana, Universidad Luis Amigó, 2001); Ricardo Arias, “La historiografía de la Iglesia católica en Colombia”, en Balance y desafíos de la historia de Colombia al inicio del siglo XXI, compilación de Diana Bonnett y Adriana Maya (Bogotá: Universidad de los Andes, 2003), 155-162; William Plata, “Entre ciencias sociales y teología: historiografía de la Iglesia católica en Colombia y América Latina”, Franciscanum, 52.153 (2010), 159-206; José David Cortés Guerrero, “Balance historiográfico sobre las relaciones Estado-Iglesia en Colombia desde la Independencia hasta finales del siglo XIX”, Historia y Sociedad, 18 (2010), 163-190; Helwar Figueroa, “Historiografía sobre el protestantismo en Colombia. Un estado del arte, 1940-2009”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 37.1 (2010), 191-225; Joan Manuel Largo Vargas, “Del análisis de las relaciones entre el Estado y la Iglesia católica, al estudio conceptual y lingüístico de la secularización en los siglos XIX y XX en Colombia: una revisión historiográfica y una propuesta”, Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 23.2 (2018), 25-50.
¡LLEGARON LOS OBSERVANTES!: PRIMEROS FRANCISCANOS EN EL NUEVO REINO DE GRANADA, SIGLO XVI
Antonio José Echeverry Pérez
El presente texto es el resultado parcial de un proyecto de investigación más extenso sobre la orden franciscana en el Nuevo Reino de Granada entre 1550 y 1630. Para este capítulo, que tiene un carácter introductorio, se ha querido registrar el primer proceso de llegada e instalación de la orden de los fran-ciscanos, que gracias a la reforma cisneriana 1llegan al Nuevo Mundo unificados desde la perspectiva de los observantes. La orden franciscana es la más importante por su presencia en el continente, pues tuvo el doble de misioneros que las demás órdenes religiosas llegadas en el siglo XVI. Su residencia en palacio facilitaba sus trámites de traslado ante el Consejo de Indias. Su celo, su primera acción misionera y de doctrina, además de la creación de los primeros diez conventos franciscanos, son los asuntos centrales del presente trabajo.
La documentación está triangulada entre las fuentes existentes en el Archivo General de Indias, los primeros cronistas de la orden y la historiografía al respecto. Se pueden notar inconsistencias e incluso contradicciones entre estas fuentes, que se han querido evidenciar aquí.
HACIA UN CONTEXTO COLONIAL
La historia de la Iglesia en Améica tiene sus inicios jurídicos en las bulas alejandrinas. El Papa ordenó a los reyes enviar al Nuevo Mundo varones honrados, temerosos de Dios, doctos, peritos y experimentados, para instruir a los mencionados moradores y habitantes de la fe católica. 2
Baradas señala que “la Iglesia en América tenía asignada una misión práctica: activar la sumisión y la europeización de los indios y predicar la lealtad a la Corona de Castilla” 3.
En el periodo histórico de la Conquista y la Colonia en Hispanoamérica, las relaciones entre la Iglesia y el Estado español eran reguladas por el derecho de Patronato, figura que convertía al rey en vicario papal, patrono de la jerarquía eclesiástica, responsable del nombramiento de obispos, fundación de diócesis y patrocinador de la evangelización cristiana. El derecho de Patronato Regio es instaurado a partir de la bula Universal Ecclesiae, expedida el 28 de julio de 1508, por el Papa Julio II.
Juan Pablo Restrepo indica que los primeros indicios del derecho del Patronato se dan durante el reinado de los Reyes Católicos en el siglo XV; para esta época España reinició la empresa de la Reconquista, con el objetivo de expulsar a los moros, judíos y herejes que ocupaban la Península Ibérica. Los Reyes eran conscientes de que para lograr una verdadera recuperación territorial debían echar mano de instrumentos como la fe y la religión, y así lograr una consolidación de las políticas reales en los nuevos territorios. Bien lo dice Restrepo al referir que este era el tiempo en el que “el cetro era sostenido por la cruz y la cruz defendida por el cetro” 4. En las ciudades que eran conquistadas, los reyes fundaban iglesias y donaban las rentas y bienes suficientes para sostener el culto, como manifestación real de los beneficios brindados por la Iglesia a la Corona. Finalmente, el derecho del patronato se implanta desde la Edad Media en España, para la evangelización en las Islas Canarias y la conquista de Granada, territorios que habían sido recién incorporados al reino ibérico.
La Santa Sede, ante esta situación de beneficio para el clero español, le concede ciertos derechos y prerrogativas a la Corona, siendo esta decisión la primera evidencia del derecho de Patronato, que jurídicamente hace su primera manifestación en la Ley 18, título 5, partida 1.ª:
Antigua costumbre fue de España, e dura todavia, e dura oy dia, que quando fina el Obispo de algun lugar, que lo fazen saber el Dean e los canonigos al rey por sus mensajeros de la Iglesia, con carta del Dean e del Cabildo, como es finado su Prelado, e que le piden por merced, que le plega que ellos puedan fazer su eleccion desembargadamente, e que le encomiendan los bienes de la Iglesia: el Rey debe gelo otorgar, e enviarles recabdar, e después que la eleccion ouieren fecho, presentenle el elegido, e el mandele entregar aquello que recibió. E esta mayoria e honra han los Reyes de España, por tres razones. La primera porque ganaron las tierras de los Moros, e finieron las Mezquitas Iglesias, e echaron de y el nome de Mahoma, e metieron y el nome de nuestro Señor Jesu Christo. La segunda, porque las fundaron de nuevo, en logares donde nunca los ouo. La tercera porque las dotaron, e demas les fizieron mucho bien: e por esso han derecho los Reyes, de les rogar los Cabildos, en fecho de las elecciones, e ellos de caber su ruego. 5
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