Siguiendo con lo anterior, la historia del hecho religioso –que para esa época era casi exclusivamente la historia de la Iglesia católica– también comenzó a ser relegada y rechazada por la historia profesional 2. Además, quienes escribían esa historia eran integrantes de la Iglesia, sacerdotes con vocación de historiadores, pero no historiadores profesionales 3. De esta forma, se veía a la Iglesia institucional vinculada con el poder político, aliada incondicional de los partidos tradicionales, liberal y conservador, y sobre todo de este último. De igual manera, cierta historiografía de izquierda quiso mostrar que la Iglesia católica era cómplice de los males que padecía el país e intentó implementar como válido para la historia del país el famoso lema “la religión es el opio del pueblo”.
Así las cosas, durante las décadas de 1960 a 1980 el estudio de la historia del hecho religioso en el país siguió reducido casi exclusivamente a la religión católica y, por consiguiente, a la Iglesia católica. De igual manera, historiográficamente hablando, el panorama sobre ese hecho se planteó entre dos polos opuestos: la apología y la diatriba. Para la década de 1980 esto comenzó a cambiar. Historiadores como Fernán González, Christopher Abel, Rodolfo Ramón de Roux, Jorge Villegas, Luis Javier Ortiz, Ana María Bidegain y Patricia Londoño, entre otros, mostraron la necesidad de desligar la investigación de la historia del hecho religioso en Colombia del esquema confrontacional en que se encontraba, es decir, la necesidad de desligarla de una historia de buenos y malos 4.
Fue en la década de 1990 cuando el estudio de la historia del hecho religioso en Colombia comenzó a explorar escenarios diferentes al catolicismo y se convirtió en historias del hecho religioso. Esto se debió a varios factores. Primero, a uno que afectó a todas las ciencias sociales en Occidente: la crisis de los grandes paradigmas ejemplificados en el final del socialismo real, la disolución de la URSS y la caída del Muro de Berlín. Segundo, y vinculado con el anterior: la crisis del discurso excesivamente racionalista e ilustrado que pronosticaba, desde la década de 1960, la debacle de la religión. Por el contrario, lo que se vivió fue el reverdecimiento de las creencias, entre ellas las religiosas. Tercero, en Colombia la explosión temática de la historia, es decir, la manera como diversos temas, entre ellos el hecho religioso, pasaron a ser objeto de investigación por parte de historiadores profesionales. Cuarto, la Constitución Política de 1991, en donde quedó plasmada la libertad religiosa, la cual derivó en la cotidianidad en un aumento de credos diferentes al católico.
Casi treinta años después, es notorio el auge de la historia en Colombia. Múltiples temáticas han surgido y se han consolidado. Las historias del hecho religioso comienzan a desligarse del catolicismo porque consideramos que el hecho religioso no puede reducirse a él ni, más específicamente, a la Iglesia católica.
Partimos del principio de que la religión, genéricamente hablando, es una creación humana y, como tal, es historiable. Y que ella, la religión, no se reduce a la relación de los hombres con divinidades; incluso, puede aducirse que varias religiones carecen de aquellas. En este sentido, las religiones, sus manifestaciones cultuales y rituales, sus organizaciones conformadas por sujetos especializados en la administración de lo sagrado, sus escritos o textos sagrados, las iglesias como comunidades de fe, entre otros aspectos, deben ser asumidos como fenómenos sociales ubicados en el tiempo y en el espacio, conformando lo que hemos denominado aquí hecho religioso. Es decir, el hecho religioso, como un complejo que va más allá de la religión, se ubica en el tiempo y en el espacio; lo que le da características particulares, convirtiéndolo en historiable y diferenciándolo, dependiendo de esas características. Por eso, el hecho religioso no es uno solo, inmutable, indivisible, invariable. Teniendo en cuenta esto, proponemos un libro que reúne múltiples historias del hecho religioso, con múltiples miradas de un fenómeno histórico que se transforma en el tiempo y en el espacio.
Siguiendo con lo anterior, decidimos convocar a historiadores que se han dedicado a la investigación de las historias del hecho religioso en el país. Se les propuso que escribieran un texto en el cual mostraran resultados o avances de sus investigaciones sobre diversos tópicos del hecho religioso en el país. El resultado son veintidós artículos que, desde la temprana Colonia hasta la actualidad, indagan por las historias del hecho religioso en Colombia 5. Es cierto que aún prima el catolicismo como objeto de estudio, pero el foco ya no es exclusivamente la Iglesia católica como institución, y menos su jerarquía, aunque si esto apareciera en algunos textos las preguntas a resolver y los enfoques empleados son novedosos. Otras denominaciones y formas de la creencia religiosa aparecen y se consolidan como temas de investigación. Algunas de ellas están ausentes. En la convocatoria fuimos amplios pero, por diversos motivos, algunos historiadores cuyos aportes hubiesen sido relevantes no pudieron acompañarnos.
De los veintidós artículos que publicamos seis están centrados en la Colonia; uno en el siglo XIX; otro se ocupa, historiográficamente hablando, de un problema que atraviesa la república, como el de las misiones religiosas; otros tres comienzan a finales de ese siglo pero llegan hasta bien avanzado el siglo XX; nueve se dedican al siglo XX, llegando a penetrar, en algunos casos, en el XXI; y dos artículos ofrecen visiones globales sobre problemas recientes en la historia del hecho religioso en el país, la historia del derecho de la libertad religiosa en Colombia y la secularización.
En cuanto a los textos dedicados a la Colonia (Echeverry, Marín, Brizuela, Abadía, Quintero y Cortés) es claro que su objeto sigue siendo el catolicismo; y si bien pareciera que primaran el clero regular y el clero secular, ello se debe a que aún no se ha podido consolidar una historia de la institución eclesiástica que trascienda la visión oficial que las comunidades religiosas y sacerdotes seculares construyeron sobre la Iglesia católica. Esto significa que siguen siendo válidas las preguntas por los procesos de evangelización temprana, una vez los españoles comenzaron a consolidar su dominio sobre el territorio. Pero también es válida la pregunta sobre cómo funcionaba la Iglesia de “carne y hueso”, si se nos permite la expresión. No aquella idealizada por la misma institución, ni tampoco la imagen que construyeron de ella los liberales decimonónicos, en la que se la muestra opulenta, rica, codiciosa y despreocupada por la feligresía. Los artículos de esta parte del texto se preocupan por la Iglesia, que tuvo que enfrentar múltiples obstáculos para realizar su labor pastoral.
Es relevante que dos de los artículos sobre la Colonia se centren en las experiencias femeninas dentro del hecho religioso, aspecto que ha sido poco trabajado en nuestra historiografía (Brizuela y Abadía), y que otros dos trabajen sobre mecanismos escritos, como los catecismos y sermones (Marín y Quintero). El patronato regio, como mecanismo que reguló las relaciones entre la Iglesia romana y la Corona española, tan ampliamente mencionado pero tan poco conocido, también es abordado en esta parte del libro dedicado a la Colonia. Como editores nos parece relevante que se profundice en la historia colonial, incluyendo la del hecho religioso, sobre todo con nuevas preguntas y otras miradas, siempre con el afán de replantear las interpretaciones que sobre ese largo periodo se nos han enseñado. Muchas de esas explicaciones fueron elaboradas en el siglo XIX, con claros rasgos ideológicos y alejadas de lo que, en revisiones minuciosas de las fuentes, puede decirse.
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