Es obvio sostener que las artes no-representativas (como la música) difieren de las artes representativas (como la pintura) en este sentido de materia-sujeto, puesto que la pintura puede, al menos teóricamente, imitar alguna escena real de la naturaleza. Pero ¿qué puede imitar la música? Podemos contestar que si la pintura puede imitar escenas naturales, la música puede imitar sonidos de la naturaleza. Es, desde luego, bastante cierto (como veremos en el próximo capítulo) que la magnitud de sonidos de la vida que la música puede imitar es proporcionalmente menor que las escenas de la vida que la pintura puede reproducir; pero esto es una diferencia en el grado, no en la clase. Tampoco es sobre esta base de donde podemos extraer una distinción entre artes representativas y no-representativas.
Es importante observar aquí que algunas obras de arte tienen una materia-sujeto (en el sentido que hemos expuesto) extrínseca a sí mismas y otras no. Hasta aquí hemos estado desarrollando solamente las que la tienen. Pero muchas no la poseen: por ejemplo, no hay, que yo sepa, ningún doble histórico de la persona de Ulises; Ulises y sus experiencias existen solamente en la Odisea . En esta, Ulises se opone a Agamenón, quien sí tiene (o tuvo) una existencia extrínseca al drama de Esquilo, lo mismo se podría decir, por ejemplo, de Enrique IV (en la obra escénica de Shakespeare) y de Rembrandt (en cualquiera de sus autorretratos). En estos últimos casos la materia-sujeto existió fuera de la obra de arte y «fueron» antes de que existiera la obra de arte. Ahora bien, yo pienso que se podría aceptar generalmente que tanto si una obra de arte tiene como si no una materia-sujeto fuera de sí, en la vida o en la historia, esto constituye un hecho que no es artísticamente importante; la grandeza de la Odisea no se vería afectada de una manera o de otra si la persona de Ulises resultara ser histórica. Es suficiente hacer patente que hay a veces una materia-sujeto extrínseca a la obra (que el artista puede imitar más o menos exactamente, y cuanto más exacta sea la imitación el objeto o el acontecimiento histórico podrá interpretarse más como materia-sujeto que como material), mientras que a veces no la hay (en cuyo caso no surge ninguna cuestión de materia-sujeto en el sentido anterior).
Así pues, tanto si hay como si no una materia-sujeto extrínseca a la obra es, como hemos visto, artísticamente irrelevante, y pienso que es mejor pasar al segundo sentido de materia-sujeto, que no depende de esta distinción: es decir, el sentido en el que decimos que la materia-sujeto de la Odisea se identifica con las aventuras de Ulises, o que la materia-sujeto de la Olympia de Manet es una mujer tendida en su lecho con una gata negra. La materia-sujeto en este sentido está ciertamente en la propia obra de arte; ya que, como hemos visto, no hay un Ulises histórico –Ulises es una persona solamente en el poema–. La materia-sujeto, en este sentido, se refiere a cualquier persona, objeto, escena o acontecimiento pintado o representado en la obra de arte, sin hacer relación alguna a si tiene o no algún doble histórico. Pienso que este es el sentido de «materiasujeto» que ordinariamente empleamos cuando preguntamos por la materia-sujeto de una obra de arte. «¿Cuál es la materia-sujeto de la Odisea ?». «Las aventuras de una persona llamada Ulises...». Es decir, preguntamos por lo que es representado o expuesto a nuestra consideración y contemplación en la obra de arte.
¿Cuál es la relación entre este sentido de materia-sujeto y el argumento, en el caso de una novela o drama o poema narrativo? Me parece que la única diferencia está en que el argumento es la materia-sujeto con más detalle; cuando nos preguntan por la mate-ria-sujeto de una novela respondemos indicando quiénes son los principales personajes y lo que les sucede, y si se nos pide únicamente el argumento solo describimos estos personajes y acontecimientos con más detalle. Si lo hacemos con algún detalle decimos entonces que hemos dado una narración del argumento.
Ambos, argumento y materia-sujeto (en este sentido), están en la obra, aunque, como hemos visto, los acontecimientos descritos pueden tener también materia-sujeto en el primer sentido, es decir, un doble histórico con respecto a los hechos «narrados» en la obra de arte.
Podemos afirmar que lo que realmente sean los acontecimientos concretos narrados, por ejemplo, en una novela, no es aquí importante, pero lo que el artista «hace» con ellos sí que lo es. Sin embargo, alguna importancia deben poseer, ya que se critica con frecuencia una novela o drama diciendo que tiene un débil argumento; y esto es crítica no de una cosa extrínseca al drama o a la novela sino de algo presentado en/por ella, a lo que nada extrínseco puede quizá corresponder.
Hemos visto que algunas obras de arte (tales como dramas históricos) tienen materia-sujeto extrínseca a la obra, y que algunas (como por ejemplo la Odisea ) no la poseen. Queda ahora algo más por preguntar: «¿tiene toda obra de arte materia-sujeto en este segundo sentido, es decir, materia-sujeto en la obra?, ¿tienen todas contenido representativo?». A este respecto pienso que podemos contestar negativamente. Y aquí, al fin, nos topamos con la distinción entre «artes representativas y no-representativas». Las artes representativas y no-representativas han de distinguirse no sobre la base de algo exterior a ellas, sino sobre la base de algo interno a las propias obras, es decir, si hay o si no hay personajes, escenas o acontecimientos descritos en las obras. Y estará claro, desde luego, que en el caso de novelas, dramas, poemas narrativos y pinturas representativas, hay personajes y escenas y acontecimientos representados en las obras; mientras que en la pintura y música abstractas no se da, de ninguna manera, nada de esto en la obra. Y aquí encontramos la diferencia entre artes representativas y no-representativas (una diferencia de la que se tratará en el capítulo 2 al estudiar la representación).
El que haya o no personajes y acontecimientos o escenas en la obra –materia-sujeto en el segundo sentido– es a veces una cuestión de grado. En las pinturas semiabstractas, tal como algunos Violines de Picasso, donde tenemos líneas y fragmentos, aquí y allá, sugeridores de violines, el uso común no es tan preciso como para que nos obligue a afirmar definitivamente que los violines sí que están representados o que no lo están, al igual que el uso común no nos exige decidir si tales experiencias límites son estéticas o no lo son.
Al desarrollar hasta aquí el estudio de la materia-sujeto, he usado dos sentidos distinguibles del término: materia-sujeto puede referirse a: 1) escenas, personajes o acontecimientos de la vida que actúan como modelos para las imitaciones artísticas; esta materiasujeto es una cuestión de grado, y cuando de algún modo existe, es más o menos patente, según el grado de fidelidad de la imitación. La materia-sujeto en este sentido es definitivamente exterior a la obra de arte. Puede también referirse a: 2) escenas, personajes y acontecimientos descritos en la obra, por ejemplo, la materia-sujeto de la Odisea se identifica con los viajes de Ulises. Registrada con mayor detalle, la materia-sujeto en este sentido viene a ser el argumento. Y, en este sentido, se puede decir que la materia-sujeto está en la obra de arte, pudiéndose llamar «contenido representativo».
Pero creo que hay todavía un sentido más amplio en el que se usa la palabra materia-sujeto . Cuando preguntamos cuál es la ma-teria-sujeto de Paradise Lost quizá no estemos preguntando por los personajes y acontecimientos narrados en el poema o por algo exterior al poema, sino por la idea central, la idea fundamental del poema: su tema. Cuando nos preguntan cuál es el tema del poema, daremos probablemente una contestación tal como la siguiente: «La verdad moral de que el hombre libre que ejerce su albedrío es preferible al hombre en su estado original sin culpa», o «La eterna lección de la humana falibilidad», o algo por el estilo. Pero nuestra respuesta no se formulará, de ninguna manera, en términos de contenido representativo. 16
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