Es así como nació la única orden militar de nuestra historia totalmente valenciana en su presencia territorial, patrimonio y participación en la vida política y social. Ampliada el año 1400 con los pocos bienes de la Orden de San Jorge de Alfama, arraigada solamente en la zona de Tortosa, Montesa incorporó como aspectos más visibles desde aquel momento este segundo componente de su nombre como orden militar, así como su cruz, la cruz de San Jorge, que se convirtió en símbolo propio durante los siglos posteriores. La trayectoria de la Orden de Montesa se extendió así un poco más de cinco siglos, desde 1317 a 1835, cuando las órdenes militares, representantes de las formas de poder y dominio de la sociedad feudal, fueron disueltas como tales por el Estado liberal y sus bienes expropiados.
Como es evidente, este largo recorrido montesiano tiene una densa historia que comprende tanto la Baja Edad Media como toda la Edad Moderna hasta principios del siglo XIX. Y por razones internas a la propia institución queda dividida en dos grandes periodos. La época de los maestres, entre 1319 y 1592, con una historia considerablemente autónoma del resto de poderes políticos y con una presencia institucional en la sociedad que va más allá de la vida interna; y una segunda a partir de dicho año, entre 1592 y 1835, durante la cual la Orden fue incorporada a la Corona y regida desde las instituciones políticas de la monarquía, combinándose con una transformación humana importante, dado que se permitía el ingreso de caballeros casados. Se convertiría así, como en el caso de las otras órdenes militares, en una institución basada en los caballeros de hábito.
Pero Montesa no fueron solamente personas, sino también un espacio construido. La presencia montesiana en el territorio valenciano es realmente importante y se extiende por diversas comarcas, desde el Maestrazgo de Castellón a la Plana Baixa, pasando por l’Horta de Valencia y la Ribera hasta llegar al Comtat. Así mismo, es cierto que sus villas o castillos más emblemáticos son, sin duda, el castillo-convento de Montesa, la ciudad de Valencia y su Palacio del Temple, y la villa de San Mateo y el extenso territorio que la rodea por el Alto y Bajo Maestrazgo, con cerca de cuarenta poblaciones.
Dentro de este contexto en 2017 se ha conmemorado el séptimo centenario de su fundación con la oportunidad de hacer un balance actualizando lo que ya sabemos y lo que nos falta por saber sobre su historia, patrimonio, protagonistas, actividades, rentas, documentos, etc. Los textos reunidos en esta obra colectiva representan una parte de estos estudios e investigaciones, unidos por el hilo conductor de la memoria de los lugares y espacios de Montesa; los edificios, palacios e iglesias que construían sus miembros o las gentes que vivían en los pueblos de su señoría. Su contenido material, mueble, pergaminos y expedientes en papel de sus archivos, la actividad pictórica, arquitectónica, escultórica pero también literaria y cultural que en esos cinco siglos tuvieron su escenario natural en el territorio montesiano. Por todas estas razones, reproducir la historia de la Orden de Montesa no es solamente recrear la historia de la institución, de sus miembros, los freiles montesianos, sino también de los territorios que conformaron su señoría y de la gente que vivió en ellos durante esos siglos.
El libro se ha dividido en tres partes buscando la mayor coherencia posible de los temas tratados: arquitecturas, imágenes, textos. Tres grandes bloques que nos dibujan el camino de lectura guiada para sumergirnos en la reconstrucción de la memoria de los espacios y lugares ahora desaparecidos o transformados que conforman el escenario histórico de esta orden militar. Así mismo, el volumen también incorpora la visión de algunos de los trabajos que no solo se centran en el caso montesiano, sino que aportan una visión comparada, una reflexión sobre las peculiaridades de los asentamientos, espacios y ámbitos propios de las órdenes militares en la historia, sea Montesa o alguna de las otras órdenes paralelas castellanas.
Así, este conjunto de estudios propone ayudar al lector a comprender y apreciar el inmenso tapiz de configura el universo artístico, creativo y cultural que se genera en torno a la Orden de Montesa. Los autores ofrecen relatos desde distintas perspectivas: la historia de la arquitectura, la arqueología, la vida cultural, el mecenazgo, las obras artísticas, las devociones, las empresas constructivas y monumentales, los espacios de representación y la evolución del pensamiento cultural. Estos estudios, sin ánimo de agotar el tema, pretenden mostrar nuevos caminos en la investigación aplicada a las órdenes militares y cubrir las facetas más relevantes y significativas en la comprensión de su historia desde una perspectiva cultural.
Del primero de estos ámbitos, de las arquitecturas, se ha ocupado Sonia Jiménez con una aportación sobre diferentes casas madre de las principales órdenes militares ibéricas. Por su parte, Mercedes Gómez-Ferrer se ha ocupado del antiguo castillo-convento de la Orden en la población de Montesa, teniendo en cuenta su riquísimo patrimonio, desgraciadamente hoy disperso. Asismismo, Arturo Zaragozá ha atendido en su colaboración a uno de estos espacios ya desaparecido, el antiguo palacio que los maestres medievales hicieron construir en la villa de Sant Mateu para residir parte del tiempo y gobernar con más facilidad la parte más extensa de su patrimonio, los territorios conocidos como el Maestrazgo Viejo.
Este primer ámbito de construcciones no podía dejar de lado diversas aportaciones sobre los castillos montesianos. Fortificaciones en ocasiones anteriores a la existencia de la Orden, reconstruidas muchas veces para volver a caer otras tantas en algunos casos. Así, Pepa Balaguer se ha ocupado de la arquitectura del castillo de Peñíscola, fortificación de los templarios, del Papa Luna y de los arquitectos italianos del Renacimiento, pero también castillo montesiano durante más de siglo y medio. Por su parte, Ferran Falomir nos aporta una aproximación al castillo de Xivert, en el término de Alcalá, con orígenes andalusí y montesiano durante varios siglos. Finalmente J. L. Menéndez y el equipo que ha llevado a cabo el proyecto de intervención arqueológica y restauración de los restos del castillo de Perputxent nos presentan las primeras conclusiones, datos y planimetrías de su trabajo.
En cuanto a la ciudad de Valencia y su patrimonio montesiano, la Orden heredó dos construcciones significativas. La primera es la capilla de San Jorge de Alfama junto al colegio de formación de clérigos que se instaló en el siglo XVII, hoy en día desaparecido y del que nos hace una aproximación Yolanda Gil. La otra construcción era y es el Palacio del Temple, residencia montesiana durante siglos en la capital y que fue totalmente transformado a mediados del siglo XVIII, después del terremoto que asoló el convento del castillo de Montesa. Precisamente sobre su iglesia de Santa María del Temple versa el estudio realizado por Ester Alba.
En referencia al segundo ámbito del libro, imágenes, aunque parte de los trabajos anteriores sobre arquitecturas tenían igualmente una innegable vertiente visual, desde el ámbito más estricto de las representaciones y producciones pictóricas el libro reúne dos aportaciones. Una primera es la recopilación de los abundantes testimonios de retratos de caballeros de Montesa, muy mayoritariamente de los dos últimos siglos, que es presentada por Julio Jiménez y que nos permite igualmente conocer con las ilustraciones que aporta los hábitos y símbolos que utilizaron sus miembros. La segunda es la colaboración de Enric Olivares, en la que se plantea la relación entre la Orden de Montesa y una obra tan conocida y reconocida como es el retablo del Centenar de la Ploma.
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