Los largos itinerarios
Tan pronto empezó noviembre, Blasco pudo consumar una de las aspiraciones de los buenos aficionados al arte de la cinematografía. Correspondiendo a la invitación de la Fox Film Corporation, se desplazó a los estudios neoyorkinos ubicados en Fort Lee. Un representante del señor Fox acudió a su hotel para recogerlo. Mientras su vehículo discurría a través de Riverside Drive, el escritor contempló la belleza natural del río Hudson, quedando encandilado con la panorámica de la ciudad que retenían sus ojos a medida que ascendían a las Palisades. Al llegar a Fort Lee, le recibió una orquesta, dirigida por Edwin Bachman, que interpretó una pieza española y otras composiciones.
Casualmente, la visita de Blasco coincidió con la última fase del rodaje del film Wings of the Morning (1919), por lo que tuvo la oportunidad de saludar al actor William Farnum, con quien se fotografiaría, y al director J. Gordon Edwards. La visita a los laboratorios donde se realizaban las tareas de secado, corte, impresión y montaje colmó su entusiasmo ante la magnitud de la cinematografía estadounidense, una de las principales industrias del país. No es de extrañar que, tras verificar su importancia, Blasco confirmara su esperanza de convertir sus novelas en imágenes para que pudieran ser conocidas en todo el mundo. De vuelta a la metrópoli, se le condujo a las oficinas centrales de la productora, y allí conoció a William Fox, a quien felicitó por la calidad de sus películas 85.
Vicente Blasco Ibáñez con W. Farnum (Filmoteca Valenciana)
Para el día 3 de noviembre estaba previsto el estreno de Blasco como conferenciante ante el público norteamericano. El lugar elegido por el Departament of Institute of Art and Sciences, de la Hispanic Society of America, fue el Horace Mann Auditorium de la Universidad de Columbia, Broadway y 120th Street 86. Al igual que en charlas sucesivas, el escritor se expresaría en castellano, traduciendo de inmediato sus palabras al inglés un ex oficial del ejército que la agencia Pond había contratado para tal menester y del que se hablará después. Esta primera conferencia llevaba por título «La influencia de España en la civilización del mundo», era gratuita y los boletos se habían agotado varios días antes. Quienes asistieron a la misma se encontraron con un orador que se manifestaba como portavoz de un ardoroso españolismo, a la vez que no dudaba en ensalzar el influjo futuro del continente americano en el progreso mundial, pues muy pronto los descendientes de ingleses y españoles iban a convertirse en grandes gobernantes. En especial, trató de rebatir la injusta opinión de los historiadores europeos modernos sobre la historia de España. La aparente situación de decadencia de su país debería ser considerada mejor como anemia, como el resultado de un proceso de siglos en el que España dio lo mejor de su talento y de su sangre para descubrir, explorar y colonizar las Américas, hasta sentirse agotada. El alma española se hallaba diseminada en todas las repúblicas del continente 87. Su legado seguía siendo inconmensurable. En síntesis, que no había duda alguna del patriotismo del conferenciante, que, una década después, empleaba argumentos muy parecidos a los manejados en su ciclo de conferencias en Argentina, en 1909.
Terminada la disertación, a Blasco se le ofreció un banquete. De inmediato, remitió, haciendo uso del primer correo aéreo, un mensaje a los diarios de La Habana y al pueblo de Cuba 88.
Entre el 6 y el 8 de noviembre estuvo en la sede del diario La Prensa , uno de los pilares del hispanismo neoyorkino, dirigido por José Camprubí. Asimismo, se trasladó al Country Life Press, en Garden City, Long Island, siendo el invitado de Herbert S. Houston, vicepresidente de la editorial Doubleday, Page & Co. Quería observar con sus propios ojos los métodos de publicación y edición más modernos, y, la verdad, quedó deslumbrado ante la categoría de la maquinaria empleada por los norteamericanos, con la que la de Prometeo no podía competir en absoluto. Le acompañaban en la visita el citado José Camprubí y el profesor Federico Onís, quienes también degustaron el almuerzo con que les regaló el señor Houston y, a continuación, fueron testigos de cómo Blasco Ibáñez plantaba un árbol en el jardín conmemorativo de Doubleday, del mismo modo que antes que él lo hicieron otros invitados distinguidos como John Muir y John Burroughs 89.
Blasco en Long Island, plantando un árbol
( The World's Work , noviembre 1919-abril 1920, p. 498)
En el meeting de la AATS, intervino para hablar de la primacía de la novela sobre cualquier otro género en la literatura española contemporánea. Según él, en su país el novelista, por lo general, no era un profesional, sino que solo se dedicaba a escribir cuando tenía que transmitir al mundo un mensaje sólido. Terminó su charla alabando la tarea de los allí reunidos, a los que apreciaba como «evangelists of Spanish culture in this country» 90.
Con el título de «El espíritu de los Cuatro jinetes», el 10 de noviembre, Blasco dirigió su conferencia a un público mayoritariamente hispanohablante en el Aeolian Hall. Tras los cumplidos de agradecimiento a su audiencia, por la tremenda acogida a su novela, dividió su exposición en dos grandes bloques. Primero habló de la amenaza procedente de un quinto jinete, el de las huelgas y la revolución social, que podía desembocar en nuevos conflictos bélicos en el período de incertidumbre internacional que se respiraba en los primeros meses de posguerra 91. Acto seguido, rememoró los acontecimientos que propiciaron la redacción de Los cuatro jinetes del Apocalipsis , historia para que la que se nutrió, en parte, de su visita al escenario de los enfrentamientos del Marne, así como se basó en personajes reales. También insistió en una idea que sería recurrente en varias de sus colaboraciones periodísticas: «Yet no punishment has been meted out to the men responsible for the death of ten millions. If such crimes are to be forgiven and forgotten, who can be sure they will not be repeated?» 92. Esa ausencia de castigo era uno de los factores que había desencadenado la inestabilidad industrial presente, el conflicto entre aquellos que habían amasado dinero en el transcurso de la guerra y aquellas masas trabajadoras que sentían hacia ellos un odio instintivo.
Durante los meses en que Blasco estuvo en los Estados Unidos, las conferencias fueron eclipsadas en cantidad por las recepciones a las que fue invitado por personas y asociaciones de la más diversa índole. Así, por ejemplo, estuvo en el India House, teniendo como anfitrión a Alfred Gilbert Smith, presidente de la New York and Cuba Mail Steamship Company, más conocida como Ward Line, y compartiendo mesa con notables comensales de origen español y sudamericano 93. En el hotel Pennsylvania, le regaló con una cena el Mexican Union and American Frienship Club. En la misma se lamentó de los ataques recibidos por su conferencia en el Horace Mann Auditorium al defender a España de la visión negativa que se ofrecía de su intervención en el Nuevo Mundo. De acuerdo con las sospechas del escritor, existía un empeño pro alemán en desacreditarle. En todo caso, más allá de su reputación personal o su perspectiva interpretativa de la historia española, lo que a él le interesaba era destacar las ventajas de la cooperación internacional: «it was most important that Spain ally herself with the United States now, for Spanish interests were world-wide, and together the countries could accomplish much» 94. Y siempre mirando al futuro, exponía su intención de viajar a México para escribir una novela sobre aquel país que sería traducida al inglés.
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