Jorge Majfud - U.S.A. ¿Confía Dios en nosotros?

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U.S.A. ¿Confía Dios en nosotros?: краткое содержание, описание и аннотация

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Selección de ensayos críticos sobre la realidad económica, cultural y política de Estados Unidos y sus vastas implicaciones internacionales. Entre los temas centrales sobre los cuales el autor ha reflexionado en las últimas dos décadas se cuentan la cultura de las máscaras en el arte popular y en el inconsciente nacional, la hiperfragmentación del individuo, la construcción de la realidad a través de narrativas sociales, el dictado narrativo de los mayores poderes sociales, como lo son el dinero y las castas sociales que nos han llevado progresivamente a una nueva forma de feudalismo, ya no asentado en la propiedad de la tierra sino del capital y las finanzas. En todos los ensayos se puede ver la urgencia de responder al momento histórico, a sus eventos particulares con un permanente esfuerzo por contextualizarlos en un marco histórico mayor, entendiendo que el olvido es una de las principales armas de la violencia moral, social y, finalmente, militar.

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La trama

Cada historia que configura el neo-mito posee al menos dos etapas.

1) la narración básica, que expresa el mito y funda al personaje. Esta historia suele ser recordada en varios de los fragmentos hasta que se enquista en la memoria popular y termina por hacerse innecesaria. Como en la narración mítica, predomina la narración en tercera persona que “explica” el fenómeno.

2) Las diversas historias particulares. Normalmente estas historias son de una extrema simplificación, a veces tratan y resuelven problemas infantiles. Son historias totalmente secundarias pero sirven para exponer y recordar permanentemente el mito original y las características sobrenaturales del héroe. Pero el héroe no se construye por estas historias sino al revés: es el héroe ya definido el que da sentido y significado a cada historia.

Muerte del héroe

En la cultura hegemónica del siglo XX, el héroe sigue patrones arcaicos pero perfectamente adaptados a las necesidades reproductivas de la cultura del capitalismo. El héroe muere cada diez o veinte años de aventuras. Cada tanto, revive. Esta dinámica sirve a una razón comercial, la razón del espectáculo y sus expectativas prefabricadas, pero no por eso deja de reproducir el canon mitológico del dios que se hace hombre, muere y renace.

Los personajes

Desde esta perspectiva, repasemos de forma sintética una docena de héroes clásicos de la cultura popular internacional que podemos definir como cultura pop en oposición a la cultura crítica.

Tarzán

Per se, el capitalismo no es racista ni sexista ni clasista ni nacionalista. De hecho, en sus orígenes el capitalismo —y sobre todo la circulación del dinero— fue una forma que tuvieron los “hijos de nadie” para movilizarse por la rígida pirámide social impuesta por los estamentos feudales y aristocráticos, por los privilegios de cuna y de sangre. El capitalismo es indiferente a todas estas plagas humanas, y su lógica de libre acumulación de poder a través del capital deriva en tres viejos conocidos de la historia: el racismo, el clasismo y en el imperialismo.

En Tarzán, por ejemplo, el componente de la superioridad blanca, inherente a su naturaleza genética, es central. Tarzán es el “verdadero hombre” que conquista y reina sobre el mundo bárbaro —sobre el mundo colonizado y explotado.

El desdoblamiento, la máscara de Tarzán consiste en que, si bien es el héroe desnudo, el que en materia de vestimenta se ubica en el extremo opuesto a los héroes con capa, máscara y camuflajes, es a la vez el representante de la “naturaleza de la civilización” como la piedra es a los templos góticos. Es un hombre dominante, justiciero, inteligente, valiente, atlético y asexuado. Jane lo salva de cualquier sospecha de onanismo, zoofilia e, incluso, homosexualidad. Pero su relación con Jane, sobre todo en la versión norteamericana, tampoco es sexual. Su hijo Korak, el matador, en las versiones americanas se convierte en Boy, un adoptado. La mona Chita —el sexo de este simpático animalito nunca está definido— permanece como una mascota que permanentemente recuerda la superioridad del macho blanco. El macho asexuado del puritanismo capitalista.

No obstante, el hombre mono todavía es un héroe humano. Humano en su desnudez y humano en su presunción de superioridad. El desdoblamiento materializa al opresor imperialista y al oprimido colonizado. El rey de los peludos es un hombre pelado; el rey de los tontos es un hombre inteligente; el rey de los negros es un blanco. El Rey de los monos no es un mono sino su contrario, como el emperador de los africanos no es un africano sino un europeo. Rey, señor (lord) no significa “representante” sino “amo”; y opresor significa beneficiario, justiciero. Tarzán es el único personaje humanizado y completo en un mundo de hombres inferiores y animales salvajes, paradójicamente incompletos debidos a su incapacidad de reinar, dominar, de autogobernarse.

Es decir, la ambigüedad del personaje surge de una ambigüedad matriz que permea la relación mundial entre pueblos, etnias, culturas y géneros y, por lo tanto, se reproduce en el individuo: la relación opresor/oprimido aparece como señor/bárbaro, civilizado/salvaje. Una ambigüedad analizada y discutida a lo largo del siglo XX, negada por la propaganda posmoderna al mismo tiempo que se realizaba en la práctica y se consolidaba a través de la cultura pop.

Esta ambigüedad revela un segundo momento: el poder debe ocultarse, travestirse para sobrevivir como tal. Y, en consecuencia, tanto opresor como oprimido son dos partes complementarias de la misma dinámica, socios en un mismo círculo de violencia.

King Kong

En gran medida, King Kong es el complemento y la continuidad de Tarzán. Es el representante de lo irracional y de la periferia bárbara que amenaza Nueva York, el nuevo centro del mundo civilizado, la gran urbe, las entrañas de la máquina. El componente racial y sexual está presente en el contraste de la bestia africana y la pequeña mujer rubia que es, al igual que el mismo King Kong, raptada con violencia. A diferencia del británico Tarzán, King Kong es producto de la fantasía del sexo interracial de un esclavo negro y su bella ama blanca, fantasía más propia de una sociedad esclavista que desea lo que condena y condena lo que desea hasta destruirlo con violencia.

King Kong, la víctima, es presentado como el salvaje raptor, mientras que la mujer, producto y representante del mundo opresor, aparece como la victima que ha de ser rescatada. La civilización mecánica, que produjo este tipo de mujer débil, rubia y sensual se presentará como su salvadora. Los hombres civilizados que invadieron Barbaria y secuestraron a la bestia serán los encargados de hacer justicia dominando a la bestia que pone en peligro la civilización.

El rey (King/ Konge) es, en realidad, un esclavo. La “octava maravilla” (Eighth Wonder) como es presentado al público es, en realidad, un monstruo.

Sólo Modern Times (1936) de Charles Chaplin sale de este círculo al plantearse como crítica y no como expresión de la ideología dominante o de la cultura hegemónica. Ahora bien, Chaplin, aunque popular, no pertenece a la cultura pop sino a la cultura crítica.

Para una cultura hegemónica, la primera ley narrativa es: cuando algo parece ser lo que es, es necesario evidenciarlo con un argumento inverosímil. Una verdad difícil de demostrar, como la mayoría de las verdades que importan, fácilmente se convierte en inverosímil gracias a estos falsos argumentos. Es una de las leyes de la máscara y se traduce de mil formas, incluidas algunas teorías conspiratorias.

La segunda ley es: cuando alguien sospecha de algo, se debe exponer la misma sospecha de forma explícita. Así el discurso dominante logra ganar la confianza intelectual del lector-consumidor, por lo que éste estará más predispuesto a aceptar e interiorizar las razones y los métodos —incluso los más violentos— de la solución. Naturalmente se asume que ver y resolver un problema son un mismo acto.

Un ejemplo caricaturesco lo encontramos en los orígenes de Superman cuando otro personaje cuestiona su existencia diciendo: “debe ser solo un mito” (conciencia de la verdad). Momento en que Superman replica con su propia presencia y dice: “I am a very material myth”, “soy un mito muy material” (desarticulación de la verdad).

La historieta presenta la realidad o la sospecha de un sistema, pero es mostrada en un individuo (el representante del problema) que puede ser eliminado (la solución) para mantener el sistema antes cuestionado. Es lo opuesto a Modern Times (1936), donde el personaje central es la víctima. Aunque es una crítica a la deshumanización, como personaje Chaplin está humanizado, tiene una identidad y el espectador puede identificarse con él y reconocer la parodia como crítica radical. En el caso de Superman las víctimas son siempre anónimas mientas el justiciero (el representante del sistema, el defensor de los débiles que defiende a los opresores de los débiles) es el personaje deshumanizado (un hombre de acero con súper poderes) que como doble personaje se encuentra humanizado en Clark Kent, el “verdadero Superman”.

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