Está claro que la “sociedad desobediente” es un paso casi imposible de la humanidad, si consideramos sus últimos cuatro mil de años de historia religiosa. Mucho más cuando vemos el resurgimiento de los fundamentalismos religiosos en Oriente y en Occidente, el aumento del control militar y sanitario, y la restricción de la libertad en términos policiales y aduaneros. Sin embargo, y aún ante tan grandes obstáculos, una batalla social y psicológica a gran escala se está produciendo en el resto de la población que lejos de beneficiarse del poder económico y ético, que ostentan los grupos fundamentalistas, lo sufren.
Cada vez será más difícil someter a la población mundial a la coacción estatal, primero, y corporativa después. Luego de exterminar la violencia no oficial, la violencia ilegal, la violencia del débil (si realmente existe el interés de exterminarla), el poder dominante deberá transformar su estrategia cambiando las armas de fuego por la dialéctica y la propaganda. ¿Por qué? Sencillamente porque cada individuo que no participa directamente de la violencia, legal o ilegal, comienza a tener parte en la generación de riqueza, y eso significa desestructuración del dominio vertical. La insumisión es la negación del poder y, a lo largo de la historia, ha sido variadamente maldecida con palabras como “revolución”, “subversión” o “rebeldía”. En la modernidad la idea de “revolución” perdió su maldición teológica para convertirse en una virtud de la nueva sociedad. Luego, en la posmodernidad, es probable que la idea de “rebeldía” corra la misma suerte, ya no en figuras aisladas como las del Che Guevara sino a través de toda la sociedad. Sin embargo, algo es permanente: para el poder dominante, cualquier tipo de insumisión será siempre su negación. Recordemos que en francés y en inglés, “peligro” se escribe “danger”, palabra que a su vez se derivó del latín “dominiura”, que en español significa “dominación reforzada”.
Si bien la era del trabajo industrial fue un período de mayor seguridad para el individuo, también es cierto que su total dependencia lo hacía un engranaje más del sistema de producción, casi siempre pasivo o impotente ante el capital e, incluso, ante su propio sindicato. Todo lo cual favorecía una relación muy estructurada entre las partes; una relación de solidaridad y dominación, de agradecimiento y sumisión. La posición espacial del mal era clara: para los sindicatos estaba en la gerencia; para los gerentes estaba en los sindicatos.
Actualmente, el mal aparece muy bien definido en los grupos terroristas, por unanimidad, y sobre grupos económicos y estatales, según sea el caso del discurso alternativo. Pero nada de esto explica las relaciones de poder y de orden actuales. Es probable que el destinatario final de este antiguo producto —el miedo inducido— sean las millonarias poblaciones de ciudadanos que comienzan a independizarse de los poderes centrales, de aquellos que necesitan de la estructuración rígida de las sociedades con el fin de dominarlas. Y será aquí cuando la ideología secreta del miedo alcance su máxima expresión.
El miedo y la esperanza están relacionados con el futuro de la misma forma que la nostalgia lo está con el pasado. Al mismo tiempo que son sentimientos universales, por lo menos en la raza humana, constituyen tres de los puntales más importantes de la política. En los mejores momentos, el poder político actúa sobre las causas que producen estos sentimientos para prevenirlos o para estimularlos. Es decir, la acción de un grupo o de un líder puede perseguir resultados concretos que signifiquen un aumento de la esperanza y una disminución del miedo (inseguridad) de una sociedad. Sin embargo, en su versión más oscura y perversa, el poder, político o de clase, actúa directamente sobre la nostalgia, la esperanza y el miedo para lograr resultados que beneficien su posición estratégica, su propio poder. Actúa como un gurú quien, para paliar el hambre, en lugar de proporcionar alimentos, actúa sobre la sensación de hambre. Esta versión de la acción del poder político y económico, tal vez la más común, es la perversión de su razón de ser.
El resultado es la manipulación de los sentimientos en procura de una acción social, mientras, en realidad, se pretende lo contrario. Esta estrategia es básica para los grupos llamados terroristas, pero también lo es para la política tradicional: si los grupos marginales siembran el miedo en una sociedad para destruir el poder que la domina, los grupos en el poder persiguen el mismo objetivo. Porque si una sociedad teme el caos y la inseguridad, se someterá más fácilmente al poder vertical que debería protegerla contra el desorden, aunque para ello deban perder su libertad.
De mi vida en África recuerdo la especial disposición de los actores de una tribu para representar escenas que sólo ellos consideraban ficción. Las mujeres no; ellas creían en la representación de los demonios como algo real-onírico. El objetivo de esta danza era atemorizar a las mujeres con demonios venidos desde afuera. Los demonios eran los invasores. De esta forma se alejaba a las mujeres del peligro a través del miedo. Lo cual podría resultar válido en el cuidado de un niño, pero es del todo erróneo cuando se perpetúa en un adulto, porque es una forma no sólo de desvalorizarlo sino de impedir su propio desarrollo —su libertad.
Si bien el terrorismo psicológico es casi tan viejo como la tortura física, probablemente será la estrategia más usada por los poderes dominantes que verán amenazada su permanencia. Y nada más fácil y efectivo que la búsqueda de fantasmas. Un hombre puede salir a cazar jabalís, pero si no encuentra uno, volverá a su casa sin la presa. Pero yo les digo que pocas búsquedas hay tan seguras como la búsqueda de fantasmas. Quien sale a buscar fantasmas siempre regresa a casa con alguno de ellos, acompañados, la mayoría de las veces, por dos o tres cadáveres.
(octubre 2003)
EL FORO DE LAS IDEAS EN ESPAÑOL
Diciembre 9, 2007, 7:00 p.m. ET, University of Miami. Una voz de evento anuncia el Primer Foro Presidencial del Partido Republicano en español, mencionando las reglas: en el foro no habrá debate ni diálogo, ni se hablará español. Otra particularidad: el foro de ideas está organizado por la poderosa cadena Univisión en la Universidad de Miami.
Tomo asiento y escucho con atención. Cada candidato tiene un traductor simultáneo al español. Todos sonríen, menos uno. A mí sólo me mueve una curiosidad griega. La simpática María Elena Salinas modula su voz. El famoso periodista Jorge Ramos, con su habitual seguridad afirma :
RAMOS: …los votos hispanos pudieran decidir quién será el próximo presidente de los Estados Unidos.
El público está algo excitado.
HUNTER: …luego, muchos años después en El Salvador, un presidente republicano, Ronald Reagan, brindó una barda para protegerlos mientras tenían elecciones libres, que trajeron la libertad a ese país. Fueron dos partidos distintos, pero estoy hablando del partido de la libertad, el Partido Republicano…
El público comienza a entusiasmarse. El calor de Miami recorre la platea.
SALINAS: Congresista Paul, la misma pregunta. El Partido Republicano ha perdido terreno, únicamente el 23 por ciento apoya al partido. ¿Qué hacer para recuperar el terreno?
PAUL: …tanto los hispanos como todos los demás americanos están cansados, están a favor de la paz, no a favor de la guerra… Estamos olvidando nuestras necesidades acá bombardeando allá… Se supone que somos los conservadores fiscales y no lo somos. Por eso es que perdimos la elección el año pasado, porque no respaldamos los principios a favor de la paz, de la libertad y de los Estados Unidos de América.
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