En contraposición a estos estudios, hemos de destacar aquellos realizados por Julio Aróstegui, quien sostiene una tesis marcadamente diferente a la expuesta hasta el momento. Considera Aróstegui al caballerismo como hijo político directo del pablismo, organizado en torno a la figura de Pablo Iglesias desde la creación del PSOE a finales del siglo XIX y la muerte del fundador en los años veinte. Muchos de los valores, de los principios, de las prácticas y de los objetivos asentados por Pablo Iglesias durante su larga etapa al frente del PSOE fueron heredados y aplicados por Largo y los suyos durante los años treinta, en un contexto muy diferente al de Iglesias, sobre todo en cuanto a la fuerza afiliativa y de poder que el socialismo adquirió a partir del nacimiento del régimen republicano.
Pero, además, también ha señalado Aróstegui que Largo y, por extensión, sus seguidores tenían un proyecto político bien claro: la puesta en marcha de un amplio y profundo programa reformista, principalmente en el ámbito de las relaciones laborales, que conllevara la mejora inmediata de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores, además de asentar, con ello, el crecimiento de las organizaciones sindicales y políticas que permitiera la asunción de una cuota cada vez mayor de poder y asentara el camino hacia el socialismo. Por tanto, el objetivo del caballerismo era el del socialismo desde su creación: el camino reformista hacia el socialismo. 11
Con matices, Santos Juliá, en obras posteriores a la señalada, ha coincidido en parte con lo expuesto. A diferencia de Aróstegui, Juliá no circunscribe este reformismo hacia el socialismo sólo al caballerismo, sino al PSOE de los años treinta en su conjunto. Y, de hecho, este último tiene el mejor estudio sobre cómo la UGT y Largo utilizaron el reformismo de una forma corporativa, para aumentar las filas de la UGT y desactivar a la CNT, con el objetivo de monopolizar la representación de las clases trabajadoras y asentar el camino al socialismo desde el reformismo. Este mismo punto, además, ha sido asentado, como nadie lo ha hecho, por Santos Juliá, al establecer la caracterización que el socialismo de los treinta tenía del régimen republicano: la estación de tránsito hacia el socialismo. Es decir, el paso necesario que hay que dar para llegar al objetivo último. Por ello, la República era el régimen de los socialistas, pero no su fin, y, por ello, la mutación de buena parte del PSOE a partir del incumplimiento de las premisas y las concepciones de partida que el socialismo tenía de dicho régimen. 12
De este modo, en sus concreciones hubo algunas diferencias, pero, en el fondo, el caballerismo de los años treinta era la más fiel interpretación del pablismo en un contexto político moderno caracterizado por una fuerte competencia política, surgido como reacción a las iniciativas que intentaban colocar al PSOE como actor secundario frente al protagonismo del republicanismo más progresista, mientras los socialistas debían ser colaboradores que no fueran más allá de realizaciones radicales, pero enmarcadas en un paradigma liberal. Como Indalecio Prieto afirmó: «Soy socialista a fuer de liberal». De este modo, Prieto puede ser considerado uno de los padres de la socialdemocracia en España, y, por ello, su conflicto con Largo, líder de los representantes del socialismo clásico de II Internacional. ¿Eran en el fondo muy diferentes? No, no eran representantes de constructos políticos contrapuestos, sino representantes de dos formas de concebir el mismo objeto: el socialismo. Por ello mismo no se verán grandes diferencias programáticas, sino de ritmo, de velocidad y de práctica política.
Ello lleva, además, a otro aspecto relacionado con la historiografía del socialismo de los años treinta: la consideración de Prieto como representante del socialismo político, mientras que Largo lo era del sindical. Esta ha sido la tesis tradicional sostenida por Santos Juliá en sus explicaciones sobre las divisiones y diferencias en el seno del PSOE. Pero, en este caso, tal y como también han sostenido autores como Aróstegui y José Antonio Piqueras, esta división no era debida al factor político o sindical. 13 Ambas facciones eran eminentemente políticas. De hecho, mientras el caballerismo mantuvo inalterado el espíritu del objetivo socialista, la facción encabezada por Prieto fue posicionándose de una manera cada vez más posibilista respecto al objetivo último, pues creían que el régimen republicano era el escenario perfecto sobre el que actuar y mejorar la vida y el trabajo de los obreros. Por ello mismo insistimos en la diferenciación de Prieto como representante de una proto-socialdemocracia española mientras que Largo era el representante genuino de la tradición del partido desde su creación.
En este contexto historiográfico se integra el presente estudio, cuyo objetivo es analizar la deriva del socialismo político valenciano, representado por la Federación Socialista Valenciana, durante los años treinta. Este estudio se centra en los posicionamientos y la actuación política de la organización provincial socialista de Valencia, para, además, analizarla en su interior y, desde un ámbito provincial, tratar de explicar el surgimiento, desarrollo y crisis del caballerismo durante la Segunda República y la Guerra Civil.
De este modo, este trabajo no sólo analizará cuál era el peso social del PSOE en la provincia y su posicionamiento en los debates provinciales, sino también, e interrelacionado con ello, su participación en los debates nacionales desde el punto de vista de los cuadros medios y bajos de un socialismo provincial como el valenciano, centrando buena parte del estudio en los procesos fundamentales del socialismo español de esos años: la radicalización y los conflictos internos, con el caballerismo como protagonista fundamental.
El caballerismo fue la principal facción dentro del PSOE y uno de los principales movimientos políticos de masas del período. Y su surgimiento fue paralelo al proceso de radicalización vivido por el socialismo durante los años treinta, como consecuencia de la frustración derivada de la constatación de las dificultades anejas a la aplicación de su programa. En un contexto de política de masas competitivo, según las bases socialistas fueron reclamando una acción más eficaz en el cumplimiento del reformismo implementado y surgía entre ellas una frustración irrefrenable, parte de la elite del Partido fue reposicionándose y dando respuesta a estas nuevas reclamaciones, consumada tras octubre de 1934, cuando surgieron las iniciativas para volver a las soluciones del primer bienio. En ese momento, esta elite dio el paso definitivo y rechazó dichas propuestas, proponiendo un nuevo camino en el que las bases socialistas se encontraran más cómodas y reconfortadas.
Esta gestación fue lenta y gradual, y siguió las tres etapas en las que se pueden agrupar los capítulos del presente trabajo: reformismo, radicalización y conflicto interno.
El primer capítulo nos muestra la deriva del socialismo valenciano desde los momentos previos al nacimiento de la Segunda República, en abril de 1931, hasta las primeras protestas de los pueblos ante el incumplimiento de las reformas sociales y laborales. Se analiza cómo una parte de la dirección socialista, con Largo, Prieto y De los Ríos a la cabeza, se mostró dispuesta a integrarse en el régimen republicano y su Gobierno. En el caso de Largo, ello debía ir acompañado por la implementación de un amplio y profundo programa reformista, sobre todo en las relaciones laborales, que quedaron bajo su responsabilidad como ministro de Trabajo, y especialmente en el ámbito rural. Sin ese reformismo, el apoyo socialista no tenía sentido y, por ello, la no aplicación y la rectificación de este llevará a un cambio de actitud fundamental.
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