En 1979, el hispanista británico Ronald Fraser presentó su libro Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, y en una entrevista al diario El País, su entonces director, Juan Luis Cebrián, le preguntó cómo se podría explicar el origen de la división de las organizaciones obreras durante la Guerra Civil, a lo que Fraser respondió:
Bien, creo que para explicar esto, para poder explicar el porqué de tanta división entre las organizaciones de las clases dominadas, sería necesario un estudio mayor de las propias historias de dichas organizaciones, sobre todo de su comportamiento antes de la guerra. 1
En los últimos treinta años, estos estudios sobre las dinámicas internas de las organizaciones obreristas han abundado. Y, en el caso que nos ocupa, el del socialismo representado por el PSOE, se han convertido en uno de los temas fundamentales. En este sentido, podemos hacer referencia a numerosos estudios sobre todas las cronologías de la época contemporánea, encabezados por los clásicos, aunque todavía muy actuales, de Santos Juliá y Manuel Pérez Ledesma. 2 Incluso son abundantes los estudios regionales del socialismo, ejemplo de lo cual son obras como las referidas a Madrid, de Santos Juliá y Sandra Souto; a Andalucía, de José Manuel Macarro; a Aragón, de Santiago Castillo o Carlos Forcadell; a Ciudad Real, de Fernando del Rey; a Galicia, de Manuel González Probados; a Navarra, de Manuel Ferrer Muñoz; y al País Vasco, de Juan Pablo Fusi, Jesús Eguiguren o Ricardo Miralles. 3
Mientras, en el caso del socialismo valenciano, existen pocos estudios, pero de una gran calidad. Podemos hacer referencia, en una cronología amplia, a los estudios de José Antonio Piqueras, Historia del socialisme, y el más reciente, Persiguiendo el porvenir. La identidad histórica del socialismo valenciano (1870-1976).4 La primera obra es un somero recorrido sobre la trayectoria del socialismo valenciano desde su aparición a finales del siglo XIX hasta la Guerra Civil, mientras que la segunda es un estudio más profundo y con una cronología más amplia. También, como obra general, hay que destacar la obra colectiva coordinada por Manuel Chust y Salvador Broseta, La pluma y el yunque. El socialismo en la historia valenciana, en la que varios autores tratan diferentes aspectos del socialismo regional valenciano. 5
Por su parte, en lo que se refiere al estudio del socialismo valenciano en los años treinta, los principales estudios son los de Aurora Bosch, referidos, principalmente, al sindicalismo, en los que vemos un claro aspecto que caracterizó al ugetismo provincial: el agrarismo. Estas obras son principalmente Ugetistas y libertarios. Guerra Civil y revolución en el País Valenciano (1936-1939) y Estudios sobre la Segunda República, en el cual la autora realiza una brillante trayectoria del sindicalismo socialista, cuya base principal fueron las zonas agrícolas de exportación. 6
Por último, también hay que destacar el estudio de Salvador Forner sobre la provincia de Alicante, Industrialización y movimiento obrero. Alicante, 1923-1936. Este estudio no se refiere únicamente al socialismo alicantino, sino que abarca al conjunto del movimiento obrero desde 1923 hasta 1939, pero es de gran utilidad para conocer más sobre el movimiento socialista en esta provincia. 7
Ahora bien, algo diferente hay que decir si nos adentramos en los estudios referidos a determinadas concreciones de las divisiones internas socialistas durante los años treinta. Si bien es un aspecto que se ha abordado en prácticamente todos los estudios, se trata, en ocasiones, como algo hecho, un fenómeno que existe y en el que no hay que profundizar en sus raíces concretas, en sus implicaciones sociales, e incluso en las concreciones regionales y provinciales marcadas desde los estudios nacionales, pues parece ser que, al hablar de radicalización y surgimiento del caballerismo, ya la comunidad en su conjunto sabe a lo que se hace referencia. Mientras en otros aspectos, como la conflictividad política y laboral, la fuerza afiliativa, o el apoyo electoral, las afirmaciones de la historiografía nacional son completadas, complementadas, ratificadas, matizadas, o corregidas, en el caso que nos ocupa, el del análisis del surgimiento, desarrollo y crisis se dan por buenas las afirmaciones de la historiografía nacional.
En este sentido, análisis completos sobre el sentir de la militancia socialista entre finales de 1935 y principios de 1936, la respuesta desde las agrupaciones al proceso conflictivo abierto a partir de la dimisión de Largo en diciembre de 1935 o el estudio de la pluralidad interna de las organizaciones provinciales y/o regionales son abordados sin la profundidad necesaria. Muchas veces esto es debido, desgraciadamente, a la falta de documentación concreta que permita analizar profundamente dicho fenómeno. Pero otras veces se asienta sobre la permanencia de determinadas interpretaciones hechas desde el ámbito nacional que, sometidas al ámbito regional y/o provincial, pierden fuerza y deben ser matizadas en algunos de sus extremos.
Para encontrar los mejores análisis sobre el caballerismo, su surgimiento, gestación, manifestaciones y crisis, hemos de recurrir, principalmente, a tres autores de referencia: 8 Santos Juliá, cuyo estudio sobre el caballerismo, La izquierda del PSOE (1935-1936), mantiene, a pesar de los años, una gran vigencia; Helen Graham, en cuya obra sobre el socialismo durante la guerra civil, El PSOE en la Guerra Civil. Poder, crisis y derrota (1936-1939), continúa la interpretación de Juliá sobre el caballerismo y lo muestra en sus acciones y argumentos concretos durante los años del conflicto bélico, en los que este fue protagonista de excepción; y Julio Aróstegui, en cuyos estudios, sobre todo, en su biografía sobre Largo Caballero da el contrapunto a algunos de los extremos manifestados tanto por Graham como por Juliá. En ningún caso son argumentaciones contrapuestas y enfrentadas, sino complementarias, que, unidas, muestran la riqueza y la complejidad de un movimiento social y político como el caballerismo. 9
En los dos primeros casos, la interpretación sobre el caballerismo es más crítica que en el caso de Aróstegui, y, aunque este estudio intentará matizar esa visión crítica en la línea del último, revelan aspectos que son insoslayables. Ambos estudios muestran un movimiento vacío de contenido y sin objetivos diferenciados, movido por su posicionamiento en contra de aquella sección del PSOE que realmente tenía un proyecto político y desarrollado en torno a la personalidad de Largo Caballero. Ello se pudo comprobar más que en ningún momento, según estos autores, cuando Largo accedió a la jefatura del Gobierno a partir de septiembre de 1936. Por todo ello, el caballerismo se puede calificar como el niño malcriado del socialismo español de los treinta, cainita y sin visión de Estado, que únicamente tuvo consecuencias negativas. Primero, para la estabilidad de la República, al no permitir la estabilización del régimen a través de un pacto sólido con el republicanismo de izquierdas, encabezado por Manuel Azaña. Y, más tarde, para el esfuerzo de guerra, debido a su actuación al frente del Gobierno y, principalmente, a sus conflictos con el comunismo a partir de finales de 1936, concretados en su estrambótica solución a la crisis de mayo de 1937. En ella, el caballerismo demostró su escasa percepción de la realidad, al contrario de sus rivales internos, impregnados de una auténtica realpolitik que imponía al PCE como elemento indispensable de la política republicana, pues era la única formación que podía aportar aliados y ayuda exterior, fundamental para continuar haciendo frente a los rebeldes.
Una interpretación muy similar se puede percibir en los estudios que analizan los períodos inmediatamente anteriores, en los que, aunque no existía formalmente el caballerismo, los elementos que lo formarán serán protagonistas fundamentales. El caso más importante es el del proceso de radicalización del PSOE, cuyo análisis fundamental sigue siendo el clásico de José Manuel Macarro Vera, «Causas de la radicalización socialista en la II República», donde se puede percibir que la radicalización tuvo motivos bien diferentes a los expuestos por el socialismo de los años treinta. Fue una motivación más electoral que de práctica política. Por tanto, de nuevo, los socialistas radicales no tenían proyecto, ni estrategia. Simplemente deseaban para sí el poder político, aunque después no supieran qué hacer con él, tal y como se percibe en las dos obras anteriores. 10
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