Fernando Martín Polo - Simón de Rojas Clemente

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Simón de Rojas Clemente y Rubio (Titaguas, 1777-Madrid, 1827) es un referente para la ciencia de la Ilustración española. Inicialmente encaminado a la profesión eclesiástica, se enriquece con el estudio del naturalismo, particularmente de la botánica (fue alumno de Cavanilles). Amplió sus estudios en París y Londres, y realizó un viaje por Andalucía que le permitió realizar su «Historia natural del Reino de Granada». Fue bibliotecario del Jardín Botánico de Madrid, y después de años de investigaciones y penurias, fue diputado en las Cortes durante el Trienio Liberal. Con la llegada de los Hijos de San Luis, hasta que lo reclamó el rey para acabar la historia de Granada, siendo también elegido director del Jardín Botánico de Madrid. De esta manera, Rojas Clemente se perfila como un sabio ilustrado sin fronteras.

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En España se utiliza el término ilustrar que es un término menos intenso; tal vez por eso la Ilustración española no acabó de terminarse, un cierto miedo a la libertad paraba a los ilustrados españoles, querían libertad pero sin que el orden público se alterase (lo mismo puede hablarse de la educación y del resto de reivindicaciones: se demandaba lo justo para modernizarse, para ser europeos). Y, a pesar de que estaban orgullosos de vivir un cambio histórico y de ser protagonistas de la historia, siempre vieron el absolutismo compatible con las ideas ilustradas, en todo caso aquél desaparecería por sí mismo gracias a estas ideas.

En nuestro país es difícil separar la idea de iluminar con la de historia. En efecto, en el siglo XVIII el espíritu medieval va formando parte del pasado a la par que arranca “una neta conciencia histórica” 54 , y la palabra historia es muy utilizada como vamos a ver en ese siglo y en el periodo que nos ocupa: Mayans estudia la historia de la lengua castellana; García Villanueva, la del teatro; Sarmiento, la de la poesía; la obra del P. Andrés ( Origen, progreso y estado actual de toda la literatura ) dará lugar a la cátedra de “Historia Literaria” en los Reales Estudios de San Isidro, etc. 55 . Al mismo tiempo se aconseja que se compren fundamentalmente libros de historia donde las palabras felicidad y utilidad –tan de la Ilustración– forman parte de su vocabulario normal.

El sentido de estas palabras abarca otros campos: a todos los que pueden encuadrarse en el sustantivo que nos ocupa junto al adjetivo civil (o sintagma similar) donde se “incluye la filosofía y la ciencia, la moral, el arte, las costumbres” 56 , o sea, prevalece la idea de que “la energía conductora del acontecer histórico [...] se halla en trance de desplazarse de la realeza o de las armas, a la vida civil y a su máxima expresión [...], la ciencia” 57 , y como ejemplo más concreto de esta corriente la Historia civil, natural y eclesiástica de Titaguas de Simón de Rojas. Bien es verdad que existían “los descarados, o tal vez ingenuos, que acometían sin pestañear la Historia general, civil, natural, política y religiosa de todos los pueblos del mundo” 58 (no es el caso de Clemente, basta leer la historia de Titaguas para darse cuenta 59 ). El término sociedad prevalece frente al de Estado, monarquía y términos semejantes, y los hechos se plantean como efecto de una causa. Este cambio lo realizan las personas cultas y los ricos de origen burgués sobre todo, cambio que se palpa en el rigor histórico que los autores impregnan a las publicaciones donde los datos investigados son contrastados con una visión crítica, obrando en consecuencia a la hora de publicarlos o darlos a conocer, pensando en lo mejor; de esta manera se desmontan historias falsas como la de los falsos cronicones, en aras siempre de la verdad. Pero con los límites que la realidad aconsejaba en las reformas sociales y económicas ya que éstas eran miradas con recelo por la clase conservadora, procediéndose con cautela en este aspecto, por ello lo conseguido no fue mucho, pero ahí queda esa propuesta de transformación a todas luces interesante.

A través de la historia, pues, se quiere llegar al hombre, al modo de ser de un pueblo determinado, lo cual se identifica con la cultura, que puede ser variable y mejorable, de ahí la necesidad de un programa de educación adecuado.

De todo lo dicho participa el biografiado en su vida y en su obra.

Y, por supuesto, hay que dejar constancia del sentido que tiene el binomio “historia natural” en el campo de las ciencias naturales como material de los reinos animal, vegetal y mineral. Aunque la asociación de los términos viene de la antigüedad, era frecuente que se publicaran libros refiriéndose a estos reinos en cuyo título aparecía historia natural; así aparece en el título del libro de Guillermo Bowles, Introducción a la historia natural ..., así dos libros de Clemente, la nombrada Historia civil, natural y eclesiástica de Titaguas y la Historia natural del Reino de Granada ; también hay que recordar la revista Anales de Historia Natural ; y en cualquier comunicación u oficio de la época lo vamos a ver.

1.2.2. Las dos Españas

La Ilustración no acabó de cuajar ni mucho menos con el siglo sino con la Revolución liberal (1808-14) primero y sobre todo con el Trienio Liberal (1820-23), y es porque el movimiento se aceleró en España en esos años, aunque sin completarse nunca (el exceso de violencia de la Revolución Francesa también frenó extremismos y más tarde adhesiones a la causa afrancesada –caso de Floridablanca–). Y la Guerra de la Independencia fue el comienzo, de hecho, de las dos Españas, las cuales ya habían comenzado a existir en el siglo XVIII en el marco de las tertulias y también de la vida social.

Las dos Españas, sin embargo, han llegado hasta casi nuestros días: hasta la democratización actual. Es importante subrayar, pues, que durante el siglo XVIII la Ilustración no cuajó en las masas populares, sólo una minoría siguió ese camino; la inmensa mayoría siguió aferrada en la seguridad que le daban las normas eclesiásticas y esto sucedió porque no hubo un grupo importante de filósofos que destacara. Lo que llegó vino de Francia y de forma clandestina normalmente, lo cual significó que le llegara a la minoría culta pero no a la mayoría; en Francia no sólo los filósofos del país eran leídos y celebrados sino también los de fuera, de ahí que triunfara la Revolución (aunque curiosamente quizás sea el país donde menos reformas se habían hecho, por ello también la Revolución); a nosotros nos faltó lo que diría Ortega y Gasset: el siglo XVIII tomado como “siglo educador” 60 . Pero la minoría ilustrada saltaba las barreras de las fronteras y los libros que la Inquisición prohibía entraban igual y, por eso mismo, eran más buscados.

Tomando como principio la Guerra de la Independencia en la existencia de las dos Españas hay que añadir que el pueblo reaccionó contra el invasor defendiendo la religión y la monarquía, y al mismo tiempo unos constitucionalistas en Cádiz redactaron una Constitución liberal y democrática con la que quisieron emparentar, ideológicamente hablando, España con Francia; lo mismo quisieron hacer, pero de otra manera, los afrancesados. Y para unos si una ideología era la verdadera, la otra la falsa, o sea si una España era la buena, la otra la mala; y el concepto de España y de anti-España subyació en el sentir español, curiosamente es en esta guerra donde también surgió la idea de España como nación 61 , incluso como única nación, sin embargo, el modo en que ha de encauzarse esta nación es el que va a dividir en dos partes –muchas veces realmente irreconciliables– el sentir del pueblo español 62 .

Sin embargo, tampoco hay que pensar que todo vino de repente con la Guerra de la Independencia, aunque este conflicto determinó definitivamente el concepto de Estado-nación, contestado en nuestros días. Con la Ilustración ya se asienta este binomio haciendo estos términos casi sinónimos o al menos inseparables; de hecho en la preparación de la batalla de Trafalgar, y antes con la creación de las Reales Fábricas y otros organismos, se evidenció esta realidad y el súbdito se convierte en español, de ahí el Estandarte Real cuya derivación es la actual bandera constitucional, y seguramente por todo ello la organización política española funcionó durante la guerra a pesar de que los reyes estuvieran secuestrados en Francia, y por eso también, en el concepto de Estado-nación, no había ninguna diferencia fundamental entre los afrancesados y los constitucionalistas ilustrados de Cádiz, de ahí también las dudas surgidas en la clase intelectual sobre el bando donde tenían que estar. Fue un momento en que el pueblo español toma conciencia del concepto de independencia de la nación frente al invasor francés (y las élites afrancesadas, a su manera también pues siempre defendieron la integridad territorial de la nación), de ahí el nombre de Guerra de la Independencia. Clemente no escapó a esta visión de España que, si no era nueva, sí que resultó definitiva al menos hasta la Segunda República de 1931, por lo que hay que concluir que esta guerra también ayudó a unir a los españoles al sentir éstos inseparables –repito– el Estado y la nación. La Guerra de la Independencia acelerará y potenciará, pues, la concepción de España como nación porque también –y por supuesto– constituirá de hecho el principio del fin del Antiguo Régimen (de derecho continuó hasta la muerte de Fernando VII) 63 .

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