3.1.2. Simón de Rojas en París y Londres
Ahora vamos a ver el viaje bajo el prisma de D. Simón a través de su correspondencia que, como es natural, adquiere un protagonismo periodísti co y científico, pero sobre todo humano. Es el viaje de un gran observador y además culto y eso lo vamos a constatar en las cartas que veremos a continuación que nos informan en algunas ocasiones de lo que hace, de lo que aprende y de lo que vive, dándonos también una visión social de la época y aportando mucha luz al viaje y al contexto en que se desarrolla. Hay que notar que el estilo de estas cartas familiares es descuidado, otra cosa es cuando escribe a personalidades, como a Cavanilles, cuyo esmero literario es mayor.
Vamos a ver la de 4 de julio de 1802 a su primo (Miguel Collado) desde la capital francesa dice:
Mi querido primo y dueño: / Todavía estaremos aquí unos quince días; esa dilación nos es muy útil porque entretanto oiré el curso de conchiología completo y el de crustáceos y tal vez todo el de insectos y cuadrúpedos, y recogeré algunas plantas. Zea dice que va a partir, él llevará un cartoncito que puede Vd. encargar a Lagasca que recoja y lo entregue a Vd., pues es regular que vaya dentro algo para él, como irá para Vd. algún libro, según el dinero que haya. Lagasca creo que lo hará de buena voluntad y sabrá regularmente la llegada de Zea luego de que se verifique. Sobre lo que me dice mi padre en la que Vd. me remitió, puede Vd. hacer lo que le parezca conveniente. Estuvimos antes de ayer en la lección pública que da el abate Sicard a los sordomudos cada 15 días. La pieza que debía ser más grande y más decente, llena, el abate hombre de 45 años pero de espíritu muy metafísico y cartesiano. Los sordomudos muy instruidos hasta en los puntos más abstractos, escriben, leen, hablan entre sí y con Sicard, e imprimen con mucha destreza y prontitud. Se les preguntó qué era la Iglesia y la definieron en dos acepciones exactamente por escrito. Los repetidos aplausos hicieron resonar varias veces el gimnasio. Asistiremos luego a la escuela de los ciegos que dirige Haüy, hermano del profesor de Mineralogía. Hemos visto los obispos y clérigos vestidos de corto con pañuelo blanco al cuello y sin corona, y creemos que esto sea por orden del gobierno. Dijo Sicard al público que el Rey de España le había enviado un hombre para que le instruyera en el arte que después debe enseñar en España. El tiempo se mantiene aquí aún fresco y muy nebuloso. Vemos muchos musulmanes venidos de Egipto con los franceses, entre ellos hay mamelucos 48que tiene a su servicio Bonaparte. No ocurre más de particular por ahora. Dé Vd. expresiones a los mismos y a D. Diego, con Rodríguez y el curita; a Lagasca puede Vd. franquearlo todo como él merece y entregarle la adjunta. Espero que Vds. no serán omisos en escribirme a Londres. Dirija Vd. ésta a mis padres cuyas cartas con la de mi abuelo y hermanos me causaron el mayor placer como también la adjunta de Domingo.
A Neyra, catedrático de Clínica en el hospital, que irá por ahí por unas semillas puede Vd. darle las que quiera de las que dejé en el cajón junto a la despensa. Lo mejor sería apartarle de cada papelito la mitad y ponérselas nombradas con separación para que quedasen ahí de todas; pero si no hay tiempo para esto, puede Vd. dárselas como están sin decir nada de esto a Lagasca.
Besa las manos de Vd. quien desea saber de su salud 49.
El objeto de este viaje es, repitámoslo, “acopiar noticias, instrumentos de observación y otros artículos indispensables” para la proyectada expedición a África. Y en el Museo de Historia Natural de la capital de Francia, Clemente colectaba objetos al igual que haría más tarde en Londres en la Casa Banks, lugares que, afirma en su autobiografía, llegaron a ser su morada.
Vale la pena, una vez más, seguir el hilo de sus memorias para confirmar lo que se dice en la carta anterior:
Ni me contentaba con asistir a las lecciones públicas, sino conversaba diariamente con los sabios de una y otra capital [...] Al mismo tiempo salía a herborizar a gran distancia de dichas capitales y tuve el gusto de presentar a aquellos sabios, algunas plantas, o no descubiertas, o no bastante conocidas.
Ni en París ni en Londres, dejé culto que no examinase en sus templos y sinagogas, abrazando todos los ramos de instrucción 50.
Clemente recoge plantas aparte de asistir a las lecciones públicas y también se puede deducir que lo que le envía a Lagasca son eso, plantas, podrían ser criptógamas pues es en esta ciudad donde se aficiona a ellas y aprende mucho de Persoon como señala el propio Lagasca en la autobiografía que él completa. Las lecciones públicas en París son los cursos de conquiología, de crustáceos, de insectos, de cuadrúpedos, de clases a sordomudos (admirando incluso el método pedagógico del cual se ha interesado el rey de España) y a ciegos, lo que supone abrazar todos los ramos de la instrucción y hasta, aunque no lo diga expresamente, asistir también a cualquier debate, tertulia o lectura de tipo ilustrado.
El viajero no dejó de visitar en las dos capitales los templos y las sinagogas. Con respecto a la religión hay una observación en la carta: “Hemos visto los obispos y clérigos vestidos de corto con pañuelo blanco y sin corona, y creemos que esto sea por orden del gobierno”. Observación interesante teniendo en cuenta el liberalismo laicista imperante en Francia tras la Revolución Francesa, aunque ya de corte bonapartista.
Evidentemente Clemente va tomando nota de todo ello, deja entrever una cierta admiración por lo francés y se va forjando en él un espíritu liberal y afrancesado que le traería con el devenir del tiempo muchos problemas y sinsabores. En ese momento Simón de Rojas tenía 24 años, no perdió el tiempo en ningún sentido, ni siquiera en la observación ideológica; vive el París de Napoleón y lo cuenta, al tiempo que no se olvida de sus compromisos.
El día 4 de julio de 1802, el mismo día que escribe a su primo lo hace también a su amigo Lagasca a quien no podía olvidar. Dice en la carta:
Lagasca mío: ¡Qué deseos tengo de ver letra de Vd.! Escribí a Vd. y a nuestro profesor en el correo pasado. No me acuerdo si dije a Vd. que aquel liquen que Vd. cogió viniendo a Madrid y después yo en S. Bernardino y en el 3 molino blanco empirañado con las peltas rojizas le tienen aquí por el lentigerus . Alguno de los otros no le he visto hasta ahora en los herbarios. Sentí no poder acabar de ver la colección de Persoon por haberse marchado a los Alpes tan pronto. Los mismos franceses dicen que quien entiende de eso son los alemanes. Yo procuraré hacer las consultas que me faltan y trasladarlas a noticia de Vd. quien no extrañará la falta de método y orden en mis cartas considerando las muchas cosas a que debo atender y el espíritu de distracción que aquí reina. Mi pariente podrá darle a Vd. alguna otra noticia de mis ocupaciones. Las de Vd. no serán tampoco cortas. Puede Vd. tomar para Boutelou alguna criptógama de mi herbario siempre que a mí me queden dos ejemplares, los mejores. Y con la misma condición si necesita Vd. alguna otra como para Clarión 51a quien debe Vd. enviar cuanto antes buena colección de buenos ejemplares, pues él podrá proporcionarle a Vd. muy exquisitos.
Diga Vd. a García que su antagonista (Decandolle), jovencito, pantalonáceo y vivaracho, delgadito y de mediana estatura, ojos chicos y un poco hundidos, color claro y pelo a la cabalia acaba de hacerle la mayor injuria pues acaba de casarse con una excelente moza a quien enseña a buscar los dos cotiledones de la Nimfea , y lleva a los sabinetes, etc., etc.
Expresiones a D. Claudio, / Su Roxas 52.
Esta carta es una de ésas en que se toca la evidencia, y la evidencia es que nuestro hombre está investigando en París, no está ni de vacaciones ni pensando en el viaje a África. Su pensamiento lo centra en la carta que espera del mismo Lagasca, la que ha enviado a Cavanilles, de las plantas de Madrid y de París, de Persoon, de sus ocupaciones (emplaza a que sea informado por su primo Miguel Collado, no en balde también le ha escrito ese mismo día), su criterio del intercambio de plantas, de los amigos, sin faltar para nada el humor centrado en la descripción del suizo Augustin Pyrame de Candolle (1778-1841), su reciente matrimonio y García (Donato García casi con toda seguridad); ellos (Lagasca y Clemente) sabrían con exactitud de qué se trataba la broma, siempre relajante si, sobre todo, se está lejos de los suyos (caso del de Titaguas), entre los cuales Lagasca, de ahí “Su Roxas”, apelativo que reserva para los íntimos. Pero no se acuerda para nada del que dirige la expedición, de Domingo Badía, a quien ni siquiera nombra, y es que sus motivaciones son muy otras, son las que manifiesta.
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