Éste es, pues, el primer escrito oficial acreditativo como asociado a la empresa del viaje por el interior de África que recibe nuestro biografiado.
A partir de aquí se perciben una serie de intrigas y de juicios de valor entre Badía y los gobernantes, más propios de una película de suspense que de una empresa que ya está aprobada; la cosa no acaba de arrancar. Los gobernantes no acaban de tener nada claro; la personalidad de Domingo Badía, con ese aire altanero que debía de tener 32, con ese insistir tanto en todo, debió jugar más bien en contra, sobre todo para quien lo conociera de cerca. Podemos imaginar a los viajeros con una gran incertidumbre. Estamos ya en marzo de 1802 y Badía cobra los adelantos que va pidiendo; de Clemente sabemos menos al respecto, probablemente no le harían tanta falta y además es tímido, no tiene el descaro del otro. No es peyorativa esta calificación; de la lectura completa de estos documentos uno se encuentra con que el catalán tira siempre adelante en todo, toca a todas las ventanillas y además en momentos en que se ve que no va a tener éxito, y hasta parece que van aprobándole todo para que les deje en paz de una vez.
Al hilo de lo que llevamos diciendo es muy interesante la conversación entre el tesorero y Badía sobre el pago del viaje a Clemente el día 18 de marzo de 1802. Los dos viajeros van a pedir dinero para el de Titaguas (evidentemente Clemente va acompañado de Badía) porque en lo estipulado no se contempla lo que cuesta el transporte hasta París (la primera parte del viaje). He aquí la transcripción; son el tesorero y Badía quienes hablan:
Vuelve al instante Badía a Madrid. Preséntase al tesorero con su ayudante pidiendo algún dinero para el transporte de éste, y responde el tesorero:
–No puedo dar más dinero.
–¿Con que el señor [Clemente] tendrá que quedarse aquí?
–Que se quede... ¿Y cuándo hace V.M. ánimo de marchar?
–Yo, al instante, pero no me he atrevido a pedir los pasaportes hasta ver si el señor podría venir conmigo según está mandado.
–Pues bien, pida V.M. sus pasaportes para ambos y en teniéndolos venga V.M. por acá, y se le dará lo que se pueda 33.
Al final Badía se sale otra vez con la suya: Clemente tendrá su pasaporte y su dinero. Esta vez todo ha sido fácil, pero es curioso, hace tiempo que se despidieron de los reyes, es oficial el nombramiento del de Titaguas para la empresa y todavía hay alguna duda sobre si va a ir o no. De cualquier manera el catalán se da prisa y pide esa misma noche del 18 de marzo a Cevallos los pasaportes:
Recopilada por mí las medidas y pesos y hallándome pronto a marchar con mi ayudante D. Simón de Roxas Clemente suplico a V.E. se digne mandar librarme los correspondientes pasaportes para Francia e Inglaterra en la inteligencia de que sólo pasaré en París unos 20 días para tomar algunas obras y dos higrómetros y reconocer las colecciones mineralógicas y botánicas 34.
Este oficio fue trasladado a Hacienda, según las normas de la época, pues llevaba consigo el dispensar dinero, y además en el extranjero; al final se dan órdenes para que así se haga pero como las cosas de palacio van despacio, el 21 de abril vuelve a reincidir en lo mismo con otro oficio al ministro de Estado, con este texto:
Suplico a V.E. me permita molestar su atención rogándole se digne mandar se me expidan los correspondientes pasaportes para mi marcha con D. Simón de Roxas Clemente al obedecimiento de las órdenes que se me han prescrito según tengo solicitado de V.E. con fechas de 18 de marzo último, y l0 del corriente a cuyo favor quedaré reconocido 35.
Todo tiene su fin y el día 4 de mayo reciben sus pasaportes, cuya redacción es muy parecida a la que ahora se hace con los pasaportes de servicio. Los mismos están firmados el día anterior. Es el último trámite que faltaba para salir. El de nuestro Simón de Rojas está redactado así:
D. Pedro Cevallos, Consejero de Estado de S.M., Gentil Hombre de Cámara con Ejercicio, Primer Secretario de Estado y del Despacho Universal, Superintendente General de Correos y Postales en España e Indias.
Por cuanto ha resuelto el Rey (que Dios guarde) conceder pasaporte a D. Simón de Roxas Clemente para ir a Londres a emprender desde allí un viaje científico a los países interiores del África en compañía de D. Domingo Badía y Leblich. Por tanto ordena S.M. a los Capitanes Generales, Comandantes, Gobernadores, Intendentes, Corregidores y demás justicias, Ministros o personas a quienes tocare no pongan embarazo alguno en su viaje al referido D. Simón de Roxas Clemente, antes bien, le den todo el favor y ayuda que necesitare, que así es la voluntad de S.M. 36.
El mismo día Badía con otro oficio agradece la entrega de los pasaportes, aparte de plantear algún que otro problema, o mejor reivindicación. Pero la cuestión es que el paso definitivo ya está, por fin, dado 37. Las dudas importantes ya se han despejado totalmente, queda ultimar algún detalle a cargo de Domingo Badía y, sobre todo, prepararse para partir. Ahora ya no hay excusa.
Antes Clemente debió despedirse de todos sus familiares, amigos y conocidos; sólo tenemos una nota de despedida a su amigo Mariano Lagasca que no está fechada, la cual dice:
Sr. D. Mariano, mi amigo: Al fin nos marchamos, por eso no he podido acudir a casa nuestro maestro. Veré si puedo ir al Jardín esta tarde; si no me hará V. el favor de decir al señor D. Antonio [Cavanilles] disponga cuanto quiere mandarnos según toda la extensión de nuestras pocas facultades y del muchísimo deseo y obligación de servirle mientras llega la hora de repetir personalmente estas expresiones 38.
Debió dejar esa nota a Lagasca en su casa algún día antes de partir; en ella vemos la especial deferencia al maestro de ambos y el deseo de despedirse de él.
Clemente tenía motivos para estar muy ocupado; así los dos viajeros –conjuntamente– vuelven a visitar al Príncipe de la Paz para darle el penúltimo adiós (el último se lo daría Badía el día 7 con su familia). En efecto, el día 5, un día después de haber recibido los pasaportes
se presentó Badía al Príncipe de la Paz con su ayudante y le dio las gracias por la expedición de los pasaportes. El príncipe le dijo:
–Y, ¿cuándo marcha V.M.?
–Señor, la semana próxima.
–Con que, ahora, ¿a circuncidarse? (Sonriéndose ambos.)
–Eso es hablar de las gentes.
–Compadezco a V.Ms. Van a pasar muchos trabajos.
–Veremos 39.
Y, tras saltar los últimos obstáculos: “Finalmente, el miércoles 12 de mayo por la tarde, salió Badía de Madrid para París acompañado de D. Simón de Roxas Clemente. / Madrid, 12 de mayo de 1802 / Domingo Badía y Leblich” 40.
Del trayecto de la ida tenemos dos documentos. Uno es una carta fechada en Bayona que Badía envía al valido de Carlos IV el 24 de mayo:
Excmo. Sr.: Anteayer 22 llegamos aquí, donde estamos detenidos hasta que la municipalidad vise nuestros pasaportes haciendo ya tres días que ando sobre ello.
Aunque no siendo la Europa el objeto de nuestra misión, viajamos encajonados en un carruaje a jornadas tiradas, no obstante, aprovechamos lo posible las circunstancias, practicando las observaciones posibles y colectando algunos objetos, cuyo diario y colección general de Europa remitiré a V.E. a nuestra salida de Inglaterra para el África si se digna admitirlo aunque el carecer de tiempo, disposición e instrumentos circunscribe nuestros trabajos a muy estrechos límites.
Dígnese V.E. hacer que no se nos abandone privándonos de los auxilios necesarios en París y Londres, pues por no meterme en más contestaciones, confieso a V.E. que salí de Madrid, extremadamente vacilante sobre este punto. Y viva V.E. feliz cuanto deseo 41.
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