Alfredo Staffolani - El buen destierro

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"No hay idioma ni forma de hilar todo lo de adentro" dice Manuel, el poeta místico de los basurales, protagonista de «El buen destierro», después de escapar de los abusos de su padre, para buscar la salvación. Y esa voluntad de intentar hilar todo lo de adentro, hacer con la palabra un idioma que dé sentido al mundo, a pesar de lo imposible, como una laica forma de salvación, podría ser también un camino para recorrer todo el teatro de Alfredo Staffolani. Hilar lo de adentro, la razón que reúne a los personajes en escena, que los lleva a conversar, a ir al pasado, a tratar de encontrar un sentido en el presente. La reunión, el tiempo y la memoria son tópicos que vuelven en todas las obras reunidas en este volumen. Personajes a los que el destino de la escena reúne, a veces en la intemperie, en el frío o en el matorral, que recuerdan, se cruzan y saturan la imaginación. Y esa forma de hablar, de pensar, de imaginar en escena, es lo que hace de la dramaturgia de este autor un lenguaje que no se le parece a nada. Un lenguaje pasado por la vida misma, por eso que es la vida cuando se fija en la memoria, que la palabra viene a hilar, como un hilo de salvación.Cynthia Edul

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EL BUEN DESTIERRO

ALFREDO STAFFOLANI

El buen destierro EL PADRE un linyera MANUEL alrededor de 20 años Su - фото 1

El buen destierro

EL PADRE, un linyera.

MANUEL, alrededor de 20 años. Su hijo.

ALDO EL GRANDE, bigote herradura. Tiene pelo canoso, largo.

ROBERTO, también tiene el bigote herradura.

/ Significa el fin de la frase, o una interrupción que continúa en la línea siguiente.

Primera parte /

Una forma del exilio

I.

El Desarmadero. Primer Lamento.

/

Un basural, restos de cosas de cualquier índole.

EL PADRE: Yo debería haberle enseñado a vivir en el campo a mi hijo, que es donde se aprende casi todo. Pero no le enseñé eso, ni le enseñé tantas cosas, y una mañana se ve que no me quiso más, y se fue.

Culpable él que de tan hermoso me volvió loco, y más loco todavía al buscarlo. Ahora recorro mi lugar de punta a punta gritando su nombre/

Vivo en un desarmadero cubierto de chapa, mugre, y todo lo que van dejando: un carburador, algodón todavía húmedo, yerba seca, latas de pintura, uñas de los pies/

Pero toda tristeza, todo dolor te da un ratito para cerrar los ojos y pensar en el mañana, nunca en el ayer, siempre en el mañana. Y yo lo veo a mi hijo en ese mañana, todavía.

Tengo un cuchillo y la ilusión de encontrar /

La luz del día entra temprano, y todo humea y humea. El vapor de basura me deja medio borracho y pareciera que veo sus ojos por encima del chatarrerío como una señal luminosa. Pero no existe idioma que me permita nombrarlo para que vuelva conmigo, parece. No hay idioma ni forma de hilar todo lo de adentro y que organice este pedido de auxilio. Si por lo menos una virgen en algún monolito me escuchara y me trajera, aunque sea la sensación, le pido, le ruego, no tengo nada para ofrecer/

un cuchillo/

mi vida/

nada/

le pido por un segundo que más allá de todos los alambrados que distingo, por encima de todos los puentes y los cables de luz, en el último punto de todo eso, aparezca.

II.

Tu amor será mi refugio.

/

En la galería de una casa de retiro, de noche, los grillos cri cri y los dos únicos residentes: Roberto iluminado por un farol y Aldo El Grande, quien pareciera ser la máxima autoridad. Los dos con una robe de la misma tela. Manuel se pega con la mano en un oído. Está desnudo.

MANUEL: Cuando intento dormir aprieto las retinas y veo siluetas de papel con la figura de ustedes: hombrecito hombrecito hombrecito hombrecito/

Pero ( se golpea el oído otra vez) agarré un cuaderno que traje/

ALDO EL GRANDE: (Murmurando, a Roberto). ¡Es poeta!

MANUEL: Traje un cuaderno con cosas que escribo. Son pensamientos, garabatos. Nada importante/

ROBERTO: ¿Cómo que nada importan/

MANUEL: Me levanto, voy hacia la llave de luz como un fantasma, la enciendo y sobre el rosario que está colgado veo tres, cuatro zancudos. Los quiero matar con el cuaderno, pero se mueven y/

ROBERTO: Así lo encontré, en alerta, todo picoteado. Le llevé un poco de vino.

MANUEL: (A Aldo). Me serenó. Me hizo bien.

ROBERTO: Y citronela/

MANUEL: (A Roberto). Gracias, amigo.

ROBERTO: Le puse un espiral. La habitación tiene roto el mosquitero.

ALDO EL GRANDE: Si, sí. Roberto. Ocúpese/

ROBERTO: Vamos a buscarte otro lugar/

ALDO EL GRANDE: Bienaventurados los que esperan. O sea, nosotros. Bienaventurados los que/

ROBERTO: Sí. Aleluya. Qué milagro. (A Aldo). Llegó empapado y con los brazos llenos de marcas.

MANUEL: Pero no puedo dormir.

ALDO EL GRANDE: Tranquilo, amigo. Llegaste al lugar indicado.

ROBERTO: Quizás tengas que estar despierto y caminar un poco hasta que venga el sueño otra vez.

MANUEL: Sí, quizás sí.

ROBERTO: Deberías vestirte ahora.

ALDO EL GRANDE: ¡No! Que se quede así, si quiere. No hay obligación. Hijo mío, rey celestial: te esperamos como dos esclavas/

ROBERTO: (Confidente, a Aldo). ¿Entonces usted dice que es un enviado de/

ALDO EL GRANDE: Serénese, Roberto. Contemple el suceso y no me interrumpa/

Aquí te esperamos como dos esclavas/

ROBERTO: Como dos esclavas, tejedoras de/

ALDO EL GRANDE: Misericordia/

ROBERTO: Como dos tejedoras de misericordia… lana a lana. Codo a codo. Oh, Cartero mío del mismísimo Jesús de Nazaret que llegas a esta casa humilde y de piedra para/

MANUEL: (Se mira sin entender del todo, recuerda que sigue desnudo). Mmm. Sí, sí. Perdón.

ALDO EL GRANDE: ¡No se preocupe, mi redentor!

Pausa. Manuel se aleja corriendo.

ALDO EL GRANDE: (A Roberto, casi susurrando). ¿A dónde va? ¡Atrápelo, Roberto!

ROBERTO: (Va detrás de él). No corras, Manuel.

Lo detiene.

MANUEL: ¿Acá se puede fumar?

ROBERTO: Claro, claro.

MANUEL: ¿Y esta qué música es?

ROBERTO: Ah, es un aparato de música funcional/

ALDO EL GRANDE: Podemos buscar otro farol y salir a caminar si te molesta/

MANUEL: ¿Se podría subir el volumen?

ALDO EL GRANDE: Sale por los parlantes siempre con la misma frecuencia. Pronto va a cortar, y retoma mañana con canto del primer gallo.

MANUEL: Me gusta esta música funcional.

ROBERTO: Mañana te podría prestar un walkman y escuchar en su interior a todo volumen.

MANUEL: (Se tantea las caderas buscando tabaco). No tengo/

ALDO EL GRANDE: ¿Le dieron algo de comer?

ROBERTO: Dijo que llegó comido.

ALDO EL GRANDE: ¿Tiene hambre?

MANUEL: Comí pollo/

¿Cómo se llama esta música?

ROBERTO: Eso que suena ahora es Vangelis.

ALDO EL GRANDE: ¿Conoce?

ROBERTO: En griego quiere decir pulsera.

ALDO EL GRANDE: Brazalete de Dios. Usted me entiende.

MANUEL: ¿Ellos donde están?

ROBERTO: ¿Quiénes?

MANUEL: Los Pulsera.

ROBERTO: No están acá.

ALDO EL GRANDE: (A Roberto). ¡Debe creer que tenemos coreutas!

ROBERTO: El sonido sale en continuado por unas cintas desde una caja instalada cerca de la oficina de (señala a Aldo, El Grande con la cabeza).

Manuel se lleva la mano al pecho, algo conmovido.

MANUEL: Es increíble.

ALDO EL GRANDE: Entonces comió.

ROBERTO: Trajo dos pollos frescos en el bolso/

MANUEL: Para compartir. No sé cómo voy a poder agradecer que me hayan recibido.

ALDO EL GRANDE: Es muy amable.

ROBERTO: Pero no comemos animales.

MANUEL: Perdón.

ALDO EL GRANDE: Tampoco crea que vivimos a pan y vino. Entonces es escritor.

MANUEL: ¿Quién?

ROBERTO: ¡Pregunta por tu cuaderno!

MANUEL: Ah, sí. Tengo muchos cuadernos. Pero a este le faltan algunas hojas, ya van a ver. Es más bien el lomo y las tapas. El cuerpo. Traje solamente el cuerpo.

ALDO EL GRANDE: Podríamos conseguirle otro si quiere dejar su testimonio por escrito.

MANUEL: ¿Testimonio?

ROBERTO: Claro, amigo. De tu llegada, de tu experiencia/

MANUEL: Tengo un poco de frío.

ALDO EL GRANDE: Quizás sea mejor que ahora sí se cubra. Está temblando. Roberto, acérquele una frazada.

Roberto sale en busca de la frazada.

MANUEL: Es el viento fresco, me parece. Ya se me va a pasar. Querría fumar, eso sí.

ALDO EL GRANDE: Voy a armarle un tabaco.

MANUEL: Gracias, señor.

ALDO EL GRANDE: No me llame señor, Manuel.

Mañana sería prudente darle justo recibimiento. Hoy nos agarró discretos con la comida y el vino, y usted debe estar/

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