Alfredo Staffolani - El buen destierro

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"No hay idioma ni forma de hilar todo lo de adentro" dice Manuel, el poeta místico de los basurales, protagonista de «El buen destierro», después de escapar de los abusos de su padre, para buscar la salvación. Y esa voluntad de intentar hilar todo lo de adentro, hacer con la palabra un idioma que dé sentido al mundo, a pesar de lo imposible, como una laica forma de salvación, podría ser también un camino para recorrer todo el teatro de Alfredo Staffolani. Hilar lo de adentro, la razón que reúne a los personajes en escena, que los lleva a conversar, a ir al pasado, a tratar de encontrar un sentido en el presente. La reunión, el tiempo y la memoria son tópicos que vuelven en todas las obras reunidas en este volumen. Personajes a los que el destino de la escena reúne, a veces en la intemperie, en el frío o en el matorral, que recuerdan, se cruzan y saturan la imaginación. Y esa forma de hablar, de pensar, de imaginar en escena, es lo que hace de la dramaturgia de este autor un lenguaje que no se le parece a nada. Un lenguaje pasado por la vida misma, por eso que es la vida cuando se fija en la memoria, que la palabra viene a hilar, como un hilo de salvación.Cynthia Edul

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Seguramente necesite descansar/

Yo quisiera –quisiéramos, junto a Roberto– que pudiera contarnos un poco más sobre usted/

MANUEL: No tengo mucho para decir.

ALDO EL GRANDE: Cómo fue el viaje/

MANUEL: En una camioneta/

ALDO EL GRANDE: Sobre su viaje en… ¿camioneta/

MANUEL: Trasladaban fardos de pasto y/

ALDO EL GRANDE: ¿Tiene familia? ¿Una María que/

Una madre que/

Entra Roberto con la frazada. Se la da. Manuel la sostiene en la mano, pero no se cubre. Aldo y Roberto se miran.

ROBERTO: Te voy a llevar a otra habitación que tiene reforzado el mosquitero y/

MANUEL: ¿Puedo dormir con alguno de ustedes?

Pausa. Aldo y Roberto levantan la mano al mismo tiempo.

ALDO EL GRANDE: Por supuesto. Puede hacer lo que quiera. Quédese tranquilo: Ya verá lo que trae la mañana: el rocío sobre nuestra Santa Rita, el sol colocándose primero sobre la galería y/

MANUEL: (Cierra los ojos, los aprieta con fuerza). Quiero dormirme ahora mismo/

ALDO EL GRANDE: Amontonados en los canteros de atrás los perros chumban y a medida que vaya tomando el desayuno, la casa va a ser puro descubrimiento.

MANUEL: O quizás prefiera quedarme acá escuchando la música del EVangelis.

ROBERTO: ¿Seguro, amigo?

ALDO EL GRANDE: Déjelo que haga lo que necesite. Lo estábamos esperando, hijo mío/

MANUEL: ¿A mí?

ROBERTO: Gracias por haber elegido esta humilde casa de retiro.

MANUEL: Me encanta acá.

ALDO EL GRANDE: Y no se asuste por no dormir: A nosotros la noche no nos gusta, tampoco (le guiña un ojo). Manuel/

MANUEL: Sí/

ALDO EL GRANDE: Esas marcas en los brazos/

MANUEL: Sí/

ALDO EL GRANDE: Las cicatrices/

MANUEL: Sí, Sí/

ROBERTO: Y en las piernas/

MANUEL: (Que se golpea otra vez la oreja). Júrenme que no hay zancudos en el otro cuarto.

ROBERTO: Te lo juro. Ahora vamos a escuchar un rato de música y después te acompaño a la habitación/

ALDO EL GRANDE: Serénese, Roberto. Déjelo que nos cuente. Las cicatrices, decía/

MANUEL: No me duelen. Perdón. No los quisiera molestar.

ALDO EL GRANDE: ¡No vuelva a decir eso!

MANUEL: Pero tengo miedo de dormir solo.

ROBERTO: ¡Vas a dormir conmigo!

ALDO EL GRANDE: ¡Serénese, Roberto!

ROBERTO: Y si estás insomne te asisto.

MANUEL: ¿Y si no me puedo dormir nunca más?

ALDO EL GRANDE: No lo vamos a dejar solo, Manuel.

MANUEL: Quiero un abrigo como el de ustedes.

ROBERTO: Use la frazada.

MANUEL: Perdón. Perdón. (Se cubre con la frazada como si fuera una toalla). Les pido perdó/

ALDO EL GRANDE: (Le hace un gesto con la mano para que no se preocupe por su desnudez). Acá puede andar como quiera.

MANUEL: Yo igualmente traje algo de ropa. No me queda tanto, pero algo traje: un pantalón Adidas, una remera. Había una campera haciendo juego, pero la regalé. Debajo de las costuras tenía olor a humo/

Cuando hacía frío mi papá juntaba madera y papel y prendía un tacho de pintura con todo adentro, y me decía ya está. Quieto ahí. Me pasaba su brazo por la espalda y nos acercábamos al fuego. A medida que los ojos se me iban nublando, él me inventaba un cuento al oído: Un padre y un hijo se iban bien lejos con una escopeta a discutir algunas ideas sobre el amor que los unía, cuando ya no se veía nada de nada hacia atrás, dejaban la escopeta en un árbol, y si alguno de los dos se quedaba sin palabras, el otro corría a buscar la escopeta y le disparaba.

ROBERTO: (Mientras se saca su robe , lo cubre y se cubre con él). Lo compartimos. Estás temblando, amigo.

MANUEL: (Se cubre la cabeza con las manos). Estoy avergonzado.

ALDO EL GRANDE: Llévelo a la cama, Roberto.

ROBERTO: Si no lográs conciliar el sueño, volvemos.

MANUEL: (Solloza muy despacito, casi en silencio). Tengo miedo de no poder dormir nunca más.

ALDO EL GRANDE: Tranquilo, Manuel. Cuando se quiera acordar, ya va a ser un nuevo día.

ROBERTO: Vamos, amigo.

ALDO EL GRANDE: Síganme. Los ilumino.

III/

Bautismo.

/

Algunos días después. Manuel, con la ayuda de Roberto que lo va guiando de la mano, camina sobre brasas calientes. Muy despacio.

MANUEL: (En éxtasis). Ah Ahhh Ahhh Estoy temblando. Mi piel, otra vez mi piel. Oh, mi creador. Qué suave y qué hermosa es mi piel/

ROBERTO: ¿Es el fuego lo que te pone así/

MANUEL: Ssssí, estoy temblando/

Escuchá.

ROBERTO: ¿Qué?

MANUEL: Una nueva forma de Música funcional.

ROBERTO: Es el mismo tema que volvió a empe/

MANUEL: Amigo/

ROBERTO: Qué/

MANUEL: Apretame la mano. Amigo/

ROBERTO: Qué/

MANUEL: A veces rengueás. ¿Tu pierna está bien?

ROBERTO: Avanzá.

Roberto le aprieta la mano. Manuel está duro. Se angustia.

MANUEL: No puedo. Mejor salgo. Me estoy quemando.

ROBERTO: Necesitamos conocer tu secreto.

MANUEL: Me estoy quemando.

ROBERTO: Avanzá. Cuando llegues al final tengo que tirarte agua en la frente. Es agua bendita.

MANUEL: No puedo, señor mío. No puedo, creador divino. Sabio padre.

Roberto lo ayuda a salir, Manuel lloriquea.

MANUEL: De camino hacia acá compré una damajuana de vino. Tomé dos litros, el resto lo dejé en mi bolso. Puedo compartirlo con ustedes. Quizás debería haberles dicho. Me encantaría compartirlo con ustedes. Cuando estoy borracho quiero besar a todo el mundo.

ROBERTO: ¿En la boca?

MANUEL: Sí, en la boca.

ROBERTO: ¿Cuánto llevás sin dormir?

MANUEL: Cinco días, pero estoy mejor. Quizás prefiera ejercitarme de otra manera, pierdo el equilibrio porque estoy un poco borracho.

ROBERTO: Este bautismo es una forma de darte la bienvenida/

MANUEL: Me arde/

ROBERTO: El camino de las brasas es un poco radical.

MANUEL: ¡Es tan vergonzoso, tan vergonzoso estar conmigo cuando estoy borracho/

ROBERTO: No me había dado cuenta.

MANUEL: Es el momento en que empiezo a pensar que estoy tan cerca de la verdad. Mi verdad. Eso es lo que quiero decir: Estoy cerca de una verdad que hasta ahora era pura especulación. Ayudame, amigo. Voy a intentarlo de nuevo.

ROBERTO: Quizás haya sido suficiente por hoy.

MANUEL: Tengo los pies como dos carbones.

ROBERTO: ¿Querés un vaso de agua?

Manuel se saca el pantalón. Lo tira a las brasas. Levanta los brazos.

ROBERTO: ¿Estás bien, amigo?

MANUEL: (Al cielo). …Si pudieras quemar también cada capa de mi piel, cada pensamiento. Si dejaras que ardiera cada milímetro de historia que vive dentro de mi cuerpo. Oh sí, santísimo mío, no sé si soy digno de tu refu/

Manuel se queda en pausa.

ROBERTO: Seguí, seguí/

MANUEL: …

ROBERTO: ¿Se te fue la sensación?

MANUEL: ¿Qué sensación?

Estoy mareado.

ROBERTO: Tomaste casi dos litros de vino y/

MANUEL: No es eso. ¿Mi pantalón?

ROBERTO: Se lo acabás de entregar al fuego. ¿Querés el mío?

MANUEL: Quiero escribir una carta.

ROBERTO: Podés usar el teléfono.

MANUEL: Quiero escribir una carta a mi Señor.

ROBERTO: ¿No podrías conectar con él en oración como todo el mundo?

MANUEL: Le voy a decir/

También podemos terminar el vino.

ROBERTO: Ya fue suficiente.

MANUEL: Quiero celebrar tu amistad, Roberto.

Roberto se acerca bastante. Lo mira fijo. Manuel sonríe.

ROBERTO: Te quiero, amigo.

MANUEL: Yo también. Qué alegría que estemos juntos. Acá. Ahora.

ROBERTO: (En voz baja). Podemos ir a tu habitación. Podemos sacarnos la ropa y contemplarnos las quemaduras en silencio.

Pausita.

MANUEL: No.

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