Julio Rilo - Los irreductibles I

Здесь есть возможность читать онлайн «Julio Rilo - Los irreductibles I» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los irreductibles I: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los irreductibles I»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En una sociedad con tendencia a la distopía, Kino, un escritor frustrado, jamás imaginaría que una decisión motivada únicamente por el dinero le llevaría a replantearse toda su vida, al acceder a una máquina que le permite revivir los recuerdos de su difunto padre. Lo que al principio era un simple experimento, terminará desembocando en una serie de decisiones que se le plantean a Kino, quien no está preparado para afrontar las implicaciones de que exista una máquina semejante.

Los irreductibles I — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los irreductibles I», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

1Holographic Smart Bracelets

II

Poseído por la furia con la que tocaban la guitarra Dave Mustaine y Chris Poland, Kino tecleaba frenéticamente en su ordenador, terminando el que sería su tercer artículo del día. Estaba en racha. Aquella semana tenía los objetivos habituales, diez Top 10, dos por día. Aún no era la una de la tarde y ya casi había terminado el tercero, si seguía así el miércoles a mediodía habría terminado el trabajo de toda la semana, por lo que se podría pasar el resto de su tiempo en el puesto de trabajo o leyendo o escribiendo, lo que era el principal atractivo que su actual posición tenía para él: que le pagasen por hacer lo que él haría en su tiempo libre. Si Ronnie se enrollaba , hasta era posible que pudiera comenzar su fin de semana el jueves.

Ronnie era su editor jefe. Era un par de años más joven que él, y aunque sus padres le habían llamado Ronaldo en honor al mítico futbolista, él se apodaba Ronnie en un cutre intento de parecer sofisticado, que solamente funcionaba dentro de los círculos sociales de los que él tenía mucho cuidado de no salir. Era el perfecto ejemplo de un intelectual de pega, alguien que se dedicaba a decir citas de gente con nombres que muy poca gente conociese con la presunción de que eso le volvía más inteligente, pero que no había tocado un libro en toda su vida, sino que todos los conocimientos sobre cultura, arte y filosofía de los que disponía los había adquirido a través de los análisis simplistas que otros se dedicaban a hacer en YouTube sobre la obra de escritores y filósofos que, la verdad, nadie tenía tiempo para leer.

A la falta de cultura de Ronnie había que sumarle una capacidad para la gestión de equipos y liderazgo que brillaban por su ausencia, lo que, a ojos de Kino, lo hacía perfecto para la posición que ocupaba. Para una revista como aquella, lo cierto era que a Kino le interesaba tener un superior fácilmente manejable, y Ronnie lo era. Lo único que Kino tenía que hacer para que le siguiera la corriente era tenderle una «encerrona cultural», con lo que conseguía que su jefe cambiase de tema, algo que normalmente facilitaba que Kino se saliese con la suya.

Una encerrona cultural consistía en que, cuando Kino se veía atrapado por haber hecho un Top 11 o algo parecido y Ronnie iba hasta su mesa para reprenderlo, Kino hacía referencias a escritores y otros periodistas alegando por sus argumentos con la misma teatralidad y vehemencia que Marco Antonio llorando la muerte de Julio César, y se inventaba estadísticas para justificar lo que hacía, sabiendo que su editor no se iba a tomar la molestia de ver si era verdad. Más bien lo que conseguía era confundirlo, y al confundirse, era cuando Kino conseguía que Ronnie se enrollase . Cuando Ronnie ya estaba confundido, Kino solía pedirle algo como si fuese lo más importante del mundo, haciéndole sentir que tenía el control, y negociaba ofreciéndose a hacer a cambio cosas que él iba a hacer de todas maneras. Y aunque a veces no conseguía lo que le pedía, casi siempre se libraba de la reprimenda.

Si se lo curraba a lo largo de la semana e intentaba tenerlo contento, seguro que podría irse el jueves de fin de semana. Con suerte, habiendo cuatro días en ese finde , podría quedar alguno con Rebe, que ya hacía casi un mes que no se veían y Kino estaba empezando a subirse por las paredes.

En aquellos momentos, estando Kino como estaba en medio de un frenesí de trash metal deseando adelantar hasta el viernes en la mañana del lunes, no se dio cuenta de cómo Ronnie se había acercado sigilosamente por los pasillos de la oficina y se había detenido apoyándose en la pared de su cubículo con cara de buenos modales. Iba vestido con unos ajustados pantalones negros con dibujos dorados de corte oriental, y una camisa de estampado de enormes flores lilas, naranjas y amarillas. Llevaba su pelo de color naranja a la última moda, recortado con maquinilla en la coronilla y extremadamente largo por los laterales y la nuca, hoy lo llevaba peinado con gomina hacia atrás, y producía un efecto cómico como si se hubiese bajado de una moto después de estar horas conduciendo sin casco. Kino hizo como si no le hubiese visto y siguió escribiendo las chorradas que se le pasaban por la cabeza sobre cuáles serían las diez mejores formas de tener una pensión que durara más de diez años.

La canción terminó y Megadeth dejó paso a Cavalera Conspiracy, y Kino seguía escribiendo como si le fuera la vida en ello. Y Ronnie seguía esperando con buena cara como si ser ignorado por un subordinado no le cabrease tanto como en realidad le cabreaba. Poco a poco se iba impacientando, y su expresión se agriaba. Cuando ya se cansó, carraspeó levemente, y Kino desvió por un momento su concentración del teclado a contener una risa ante una tosecita de su jefe que había sonado como una rueda de bici pinchándose. Siguió haciendo como si no se hubiese dado cuenta de que Ronnie estaba allí, con lo que este se impacientó y volvió a toser, esta vez más fuerte.

—¡Coño! —exclamó Kino dando un exagerado respingo. Miró a ambos lados mientras se quitaba los auriculares, haciendo como que no sabía qué estaba pasando, y cuando por fin posó su mirada sobre Ronnie suspiró—. Uf, eres tú.

—Oh… sí. Perdona, Kino. No quería molestar.

—No, si no molestas, Ronnie, pero me has dado un susto de muerte…

—Lo siento, no volverá a pasar.

—Menos mal. Bueno, ¿qué te trae por aquí?

—Deberías saberlo muy bien.

Kino hizo como que no sabía de qué se trataba aquello, y es que en realidad se hacía una idea bastante buena de qué era lo que Ronnie quería, y no tenía ninguna gana de hablar de ello. Se encogió de hombros y puso cara de corderito degollado.

—Perdona por llegar tarde, pero pensé que no pasaría nada.

—No… ¿qué? ¿Has llegado tarde?

—… No. Solo fueron cinco minutos.

—Bueno, no pasa nada, pero… no, no es eso. ¡Tu artículo del jueves!

—Oh… entiendo. Lo siento, Ronnie, sé que no te gusta que haga Top 11, pero viendo los últimos resultados de la semana pasada y cómo reacciona la gente a la novedad de los Top 11, pues creí que vendrían bien los clics…

—No se trata de eso, Kino. Los clics siempre nos vienen bien… pero tampoco se trata de eso, sino del tema.

Kino reprimió un suspiro e intentó seguir con la actuación.

—¿Qué tema? Lo siento, no me acuerdo, tendrás que…

—«Los 11 motivos por los que es imposible ser feliz».

Un tenso silencio se produjo entre los dos, y es que a Ronnie le estaba costando trabajo mantenerle la mirada a Kino.

—Creía que tenía libertad para escoger los temas —dijo Kino sin alterar el tono ni el volumen.

—Sí, pero dentro de unos límites, Kino. Este tipo de artículos no nos hacen ningún bien. La respuesta del público ha sido muy negativa.

—Pero ha generado clics, ¿o no?

—Sí, pero también comentarios. Comentarios negativos. Y llegó un punto en la madrugada del viernes en que el único motivo por el que la gente hacía clics era para confirmar la mala fama y dejar más comentarios negativos. Y amenazas.

—Bueno, pero como dijo Cervantes, «que hablen de mí, aunque sea mal». La controversia es buena, Ronnie, genera clics, genera beneficios. Además, como si nos fuésemos a empezar a preocupar de todos los trolls que nos amenazan…

—¡Da igual que generen clics, joder! —estalló Ronnie al ser incapaz de ubicar quién era Cervantes (¿Jugaba en el Chelsea?)—. Los clics son buenos, a no ser que sean de gente que está enfadada. Los anunciantes no pagan para que sus anuncios sean vistos por gente de mal humor. La gente de mal humor no compra.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los irreductibles I»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los irreductibles I» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los irreductibles I»

Обсуждение, отзывы о книге «Los irreductibles I» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x