La discordia definitiva vino a propósito de la sucesión del rey Vitiza en el año 710. A la muerte de Vitiza se eligió como rey a Rodrigo, pero los hermanos de este (y el arzobispo de Sevilla, Oppas) no lo aceptaron y llamaron en su auxilio a los musulmanes, quienes ya habían llegado a la otra orilla del Estrecho de Gibraltar desde su foco de expansión en Arabia. Aunque ya dominaban toda la costa del norte de África, al parecer todavía resistía en Ceuta un personaje sumido en la leyenda llamado Olbán, Urbán, Ulyán o Julián, cuya raza o condición (godo, bizantino o berberisco) es discutida. El jefe de los musulmanes norteafricanos era Muza y su comandante del ejército era un tal Tariq ben Ziyad. En julio del 710, Tarif ibn Maluk hace una incursión y desembarca en Tarifa (llamada así por él a partir de entonces) con quinientos hombres; no tuvo gran resistencia: el rey visigodo Rodrigo no puede acudir a la batalla, pues en ese momento estaba combatiendo una rebelión de los vascones. En la noche del 27 al 28 de abril del 711, Tarif vuelve a desembarcar en la roca Calpe (a partir de entonces, Gibraltar: la montaña de Tariq) con siete mil hombres; los oficiales son de origen árabe, pero la mayoría de los soldados son bereberes del norte de África. El 19 de julio, cerca de río Guadalete (o Wadilaka, o de la Janda, no se sabe con certeza el lugar exacto), tropas árabes y bereberes de Tariq, jefe liberto del gobernador Muza, derrotan al ejército visigodo del rey don Rodrigo, víctima de la traición de los hijos de Vitiza (al parecer, algunas fracciones del ejército de Rodrigo desertan en medio de la batalla) y sus allegados (entre los que destaca el obispo de Sevilla, Oppas, a quien veremos más tarde actuar otra vez). El reino visigodo de España desapareció ese día. El cadáver del rey fue encontrado en el campo de batalla y llevado por sus fieles fuera de tal escenario; se dice que lo enterraron cerca de la actual Viseu.
Pero la leyenda persiste. A los motivos señalados anteriormente para entender la «pérdida de España» se pueden añadir otros; algunos autores piensan que la victoria y posterior triunfo de los musulmanes fue debida a la ayuda que les proporcionó una especie de quinta columna formado por judíos que vivían en este lado del Estrecho. Otra leyenda es menos prosaica y más humana: se cuenta que Rodrigo había seducido a una chica llamada Cava, hija del mencionado Julián, gobernador de Ceuta; este, por despecho de padre, se alió con sus vecinos musulmanes y les facilitó el paso del Estrecho.
Se puede decir que la herencia romana se salva con los visigodos y en ellos se funden el cristianismo y la herencia clásica. Con los visigodos la antigua Hispania adquiere una personalidad cultural y unos límites geográficos que permanecerán fijos hasta la Edad Moderna.
la alta edad media (SIGLOS viii — xi). cristianos contra musulmanes.
Tras los acontecimientos ocurridos aquel 19 de julio del año 711, en lo que se conoce desde entonces como batalla de Guadalete, Tariq avanzó audazmente hasta Toledo, que conquistó con la ayuda de los judíos de la ciudad el día de San Martín (11 de noviembre) de ese mismo año: la pérdida de España se había consumado. Los nobles godos habían huido de la ciudad con sus tesoros (uno de ellos se encontraría siglos más tarde en Guarrazar, Toledo) buscando refugio en las montañas cántabras. Tariq los persiguió hasta Astorga, pero regresó a Toledo cuando su jefe, Muza, celoso de las victorias de su subordinado, cruzó el Estrecho con un contingente entre diez y dieciocho mil hombres más. Muza marcharía hasta el Ebro, donde un noble godo, el conde Casius, se le rindió sin oposición, se convirtió al islam y sus descendientes, los Banu—Qasi, jugarán un papel importante en la historia de los musulmanes españoles. Los vascones tampoco ofrecerían mucha oposición y los invasores islámicos cruzaron los Pirineos y se extendieron por el sur de Francia hasta que el rey de los francos, Carlos Martel, los derrotó en el año 732 en la batalla de Poitiers, librando del dominio musulmán a la parte continental europea. Una batalla fundamental para la historia de Europa. Los musulmanes se harían con el casi total de la península en siete años (los romanos tardaron dos siglos) y la opinión más extendida es que esa rapidez fue debido a la desunión de la clase política goda, a la división entre la aristocracia y la plebe visigodas y a la colaboración de los judíos con los invasores. Para la población más desfavorecida, los nuevos amos traían una liberación fiscal: si se convertían a su religión, no pagaban impuestos; si se mantenían siendo cristianos, de todas formas pagarían menos.
Entre los nobles que buscaron refugio en las montañas de Asturias se encontraba un espatario (militar, miembro de la guardia de palacio de los reyes godos) llamado Pelayo. La zona asturiana bajo dominio musulmán estaba gobernada desde su capital Gijón por Munuza. La nobleza goda se había asentado en el valle de Cangas, pero nadie intentaba restaurar la monarquía visigoda; poco a poco Pelayo es reconocido con cierta autoridad sobre el resto de los nobles. Una tradición cuenta que Munuza quiso conseguir a la hermana de Pelayo, para lo cual había enviado a este a Córdoba —la capital de los musulmanes— como rehén; pero Pelayo logró fugarse y retornó a las montañas. Las crónicas árabes le tratan a partir de entonces como asno o bandolero salvaje.
En el año 722, una expedición al mando de un tal Alqama se montó para reducir el foco de resistencia asturiano; le acompañaba el obispo Oppas, para intentar convencerles. El resultado fue una batalla en la zona de Covadonga: era el 28 de mayo del año 722, los godos al mando de Pelayo infringen una derrota a la expedición árabe. Las fuentes no se ponen de acuerdo si ese encuentro guerrero fue una batalla menor, un simple encuentro accidental o una batalla minuciosamente preparada por Pelayo. Pero la tradición española la señala como el inicio de una nueva etapa en la historia de España.
Los musulmanes son los seguidores de las doctrina de Mahoma (570—632) predicada desde el 620 en la región de Arabia y desde donde a partir del año 632 se extiende por Siria, Persia y la costa africana del Mediterráneo, convirtiendo al islam a todos los pueblos por donde se extendieron; entre ellos, a los bereberes del norte de África, un pueblo belicoso y reacio a cualquier sumisión. La capital del imperio musulmán estuvo al principio en Meca y después en Damasco y Bagdad. Desde el principio, las autoridades políticas y religiosas se muestran muy divididas, lo que da lugar a divisiones religiosas (chiismo, sunismo) y, con la expansión territorial, a la división del imperio en varios territorios semiautónomos políticamente aunque dependientes de una única autoridad religiosa (califa). Los bereberes del norte de África resistieron ferozmente el dominio musulmán pero cuando se convirtieron al islam fueron uno de los pueblos más radicales en sus nuevas creencias religiosas. Esas divisiones se mostraron también en España y ya en el año 739 la facción bereber que formaba parte de las huestes musulmanas invasoras se rebela contra el contingente sirio al considerar que estos se vieron favorecidos en la repartición de las tierras que los noble godos habían abandonado; la división y las querellas habrían de ser una constante en el mundo musulmán hispano.
Córdoba llegó a ser la ciudad occidental más grande de su momento y donde la ciencia y la cultura florecieron como en ningún lugar del occidente del siglo X.
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