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Real Alcázar de Sevilla. Sevilla fue una ciudad importante durante el dominio musulmán de la península. Actualmente es una muestra de arte musulmán, mudéjar y gótico. Foto del autor.
La incorporación de la península al mundo musulmán permite recobrar la vocación mediterránea que había desaparecido con los godos. Se reinstauran antiguos mercados y rutas comerciales. El zoco y la mezquita, son el corazón de las grandes ciudades (Córdoba, cien mil habitantes) donde se amontonan artesanos y tenderos; en contrate con las cristianos, amigos de la aldea y el terruño. Las técnicas árabes mejorarán notablemente la productividad del suelo español; entre las grandes producciones están el arroz, los granados, la caña de azúcar, el algodón y las naranjas, El campesino andaluz reparte las cosechas entre propietarios y labriegos, a diferencia del norte cristiano, con mayor servidumbre de los trabajadores del campo. Mejoran la cabaña equina y ovina; también mejoran la minería romana, que les permite desarrollar industrias de orfebrería y metalurgia; otras producciones notables fueron el vidrio, la alfarería, el cuero y las sedas.
La libertad de pensamiento, con diversos vaivenes, da alas a la creatividad, desbordada en la ciencia y la filosofía. A finales del siglo IX llega desde la India el sistema numeral actual, que en la centuria siguiente se dará a conocer a los reinos cristianos. A pesar de las restricciones que impone la religión, la corte musulmana enseñó a paladear la belleza de escritores y poetas; la poesía popular modela composiciones (zéjel, muasaja) en las se prefiguran las primeras huellas romances. A lo largo del siglo X, los califas de Córdoba levantan, como escaparate de su magnificencia, el palacio de Medina Al-Zahra y la mezquita.
Una doble frontera, política y cultural, ahonda la península; frente a la grandiosidad de Córdoba, los territorios del norte se ruralizan, alicaídos en los valles pirenaicos y cántabros, y forjan en ellos una conciencia militarizada. La creciente población en esos pequeños territorios anima a asaltar las tierras fronterizas (Duero, Cataluña Vieja, la Rioja) entre los dos mundos; la puesta en cultivo de esas regiones consagra a la aldea como célula fundamental. Las concesiones regias a monasterios, iglesias y familias nobiliarias pronto darán a grandes patrimonios latifundistas.
la baja edad media (siglos xii — xv)
En el siglo XI el mundo musulmán se desintegra tanto en Oriente como en Occidente. En España, tras una guerra civil, se produce en 1031 la disolución del califato de Córdoba cuyo territorio se divide en varios reinos (taifas) que, como los cristianos, unas veces se alían para luchar contras los reinos cristianos y las más luchan entre ellos. Muchas taifas, para evitar su desaparición, aceptaron el pago de tributos a las monarquías cristianas. La caída de Toledo en 1085 en manos cristianas fue un golpe durísimo para todos los musulmanes; los monarcas de las taifas de Badajoz, Sevilla y Granada pidieron ayuda, una vez más, a sus correligionarios en la fe del otro lado del Estrecho de Gibraltar. El norte de África estaba entonces en poder de una dinastía bereber muy radical en sus creencias musulmanas: los almorávides. Los almorávides surgieron como un movimiento religioso rigorista en el que se integraban tribus bereberes del Sáhara occidental, y crearon un imperio que se extendía por el norte de África y, luego, por al—Ándalus cuando fue solicitada ayuda por parte de reyes de taifas tras la ocupación de Toledo (1085) por el monarca castellano Alfonso VI. En el año 1086, Yusuf ibn Tasfin derrota a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas y, a partir de entonces, se extienden por el sur y centro de la península hasta Zaragoza, teniendo como capital a Granada en este lado del Estrecho y a Marraquech en el norte de África. Los almohades volvieron a obtener una gran victoria en la batalla de Uclés (1108), pero poco después fueron vencidos por el rey aragonés Alfonso I el Batallador en Zaragoza (1118). Tras esta derrota empieza su declive y sus posesiones en España se dividieron en numerosos reinos de taifas.
Llamados por sus hermanos en la fe, una nueva oleada de fanáticos musulmanes, los almohades, desembarcaron en Algeciras y en pocos años se hicieron con todos los territorios musulmanes de la península. Los almohades habían nacido entre las tribus bereberes del Atlas marroquí como una secta musulmana caracterizada por su purismo y radicalismo ortodoxo cuyo líder se arrogaba el título de mahdi; rápidamente se extendieron por todo el norte de Marruecos y saltaron a España en tiempos del líder llamado Abd al-Mu´min (1130—1163); rápidamente se hicieron con las taifas de Sevilla (1147), Córdoba (1149), Granada (1154) y otras. Los almohades, que habían establecido su capital en Rabat, eligieron Sevilla como centro de poder en al-Ándalus. Bajo la dirección de Abu Yusuf Ya´qub (1184—1199) derrotaron a los cristianos en Alarcos (1195) hasta que son derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), cuando inician su declive y dejan tras de sí un montón de nuevos reinos de taifas. Su fanatismo religioso no impidió que figuras como Maimónides y Averroes brillaran durante su dominio en España. Desde el punto de vista artístico, las obras más importantes fueron la Giralda y la Torre de Oro, ambas en Sevilla.
Tras la victoria de las Navas de Tolosa los reinos musulmanes ya no se repondrían nunca más y nunca más se unificarían de nuevo. Sin embargo, la Reconquista no finalizó en ese momento, lo que se explica, entre otras causas, por la división entre los reinos cristianos, por la falta de población para continuar la colonización de nuevas tierras y también porque los monarcas cristianos preferían cobrar parias (impuestos) a los emires de los reinos musulmanes antes que conquistarlos militarmente. Los reinos cristianos que desde el principio de la Reconquista se habían formado en el norte de España (reinos de León, Aragón, Navarra y los condados catalanes) continuaban la expansión hacia el sur, a costa de los reinos musulmanes que encontraban a su paso. Pero estaban lejos de unirse; la Alta Edad Media es una sucesión de reinos, batallas, uniones, desuniones y eventos que hace muy difícil resumir la historia de los mismos desde el siglo XI al XV. Siempre hubo un cierto espíritu de unión peninsular, a veces facilitado por el matrimonio de los herederos de dos dinastías, pero al final la división prevaleció. Las fronteras no siempre fueron las mismas y todos los reinos cambiaron con el tiempo sus fronteras, unas veces a costa de los musulmanes y otras a costa de otro reino cristiano.
A mediados del siglo X surgió un nuevo reino: el de Castilla. Castilla, cuyo núcleo inicial estaba en la zona de la actual provincia de Burgos, era una marca (zona militar) dependiente del reino de León y que tradicionalmente estaba dirigido por un conde. Como pasó con los condados catalanes de la Marca Hispánica, esos condes tendieron a ser hereditarios hasta que en el año 960el condado de Castilla se independizó de factodel reino de León con el conde Fernán González, aprovechando la decadencia del reino leonés provocada por los embistes de Almanzor. A partir de entonces, Castilla será un bastión ofensivo contra los reinos musulmanes, pero su historia se mezclará con la de Navarra, la de León e incluso con la de los condados catalanes, hasta que en 1230, con Fernando III se puede hablar de unidad política de los reinos de León y el de Castilla; pero no de fusión o identificación de leoneses y castellanos, que mantendrán sus Cortes separadas por un siglo más. Pero con el tiempo, Castilla prevalecerá sobre León.
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