Manuel García Cabezas - Breve historia de España para entender la historia de España

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Breve historia de España para entender la historia de España: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta es «otra» historia de España dirigida para aquellos que tienen olvidada la Historia y para aquellos que quieren entender el presente. Esta obra no es para aquellos que quieran saber mucha historia, sino para aquellos que buscan entender el presente desde el entendimiento de nuestro pasado. De fácil lectura, amena, es accesible para aquellos que buscan el conocimiento y el entendimiento del pasado histórico de España. No busquen en el libro un relato minucioso de los acontecimientos o de los personajes, pero sin duda encontrarán un relato ameno, e incluso divertido, de aquellos acontecimientos que han conformado la realidad histórica y del presente de España y, sin duda, encontrarán un fundamento de los problemas que afrontan los españoles del siglo XXI.

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Los romanos ya tienen puestos sus ojos sobre Hispania. Un nuevo miembro de la familia Escipión vuelve a Tarraco en el año 209 a. C. para acabar con la resistencia cartaginesa. Mediante la fuerza, o por medios diplomáticos, consigue el apoyo de pueblos hispanos y tras victorias en Carthago Nova y en Bailén (recuerden este nombre, que aparecerá muchas veces en la historia española), finalmente se hacen en el 206 a. C. con la última y más grande colonia púnica: Gades. La presencia fenicia en España acababa; los romanos van a sustituirla. De momento, solo dominan una pequeña franja a lo largo del levante español y otras porciones a lo largo de los valles del Ebro y del Guadalquivir, pero se iniciaba un largo proceso de romanización en la que a través de guerras crueles y, a veces, diplomacia van a imponer una depredación económica, pero también una impregnación cultural que marcará para siempre a este país y sus habitantes. Hispania se convertirá en una de las primeras regiones del Mediterráneo a la que llegaron los romanos, pero una de las más obstinada en cederle el dominio. Los romanos se empeñaron cerca de tres siglos para dominarla. Lo nunca visto.

Los romanos fueron durante su apogeo un pueblo nada clemente con los que se le resistían. A pesar de la derrota de Aníbal y de la consecuente decadencia del poder cartaginés, hubo un romano y gran orador, Catón, que se empeñó en que la destrucción de Cartago debía ser total. Sería en el año 146 a. C. cuando Cornelio Escipión Emiliano pasa al norte de África y arrasa la ciudad de Cartago y sus alrededores, acabando con la historia de los cartaginenses. Sus habitantes fueron vendidos como esclavos.

Después de prestar atención a otros intereses en el Mediterráneo oriental, los romanos no cesaron de seguir prestando la atención debida a Hispania. En el año 196 a. C. ya crean las dos primeras provincias fuera de Italia: la Hispania ulterior y la citerior. Dirigidas por un pretor cada una, serían las bases territoriales y administrativas para continuar la expansión territorial hacia el interior y para asentar colonias que a su vez servirían de bases a nuevas expansiones. Habría periodos de tranquilidad y diplomacia; y otros, los más, de dura lucha por hacerse con el dominio de las tribus refractarias a perder su independencia. La base de partida era la estrecha zona cercana a las costas mediterráneas para después, siguiendo como ejes de penetración los ríos Ebro y Guadalquivir, avanzar hacia la meseta, acabar con todas las resistencias y llegar el Atlántico. Ya queda dicho: tres siglos de dura lucha, cuyo relato les dejo para otro momento, pero cuyos eventos principales paso a resumir.

Ya hemos mencionado que el mundo ibérico con el que se encontraron los romanos era variado y diverso. Algunos pueblos tenían una cierta patina de civilización (los tocados por la suerte de la colonización griega o fenicia, los más cercanos a la costa mediterránea) pero otros (los pueblos celtíberos y celtas del interior) vivían sobre todo de la agricultura poco desarrollada, de la ganadería… y de frecuentes guerras de botín con sus vecinos. Uno de los primeros pueblos con los que se toparon los romanos fueron los ilergetes, situados en la zona de la actual Lérida; liderados por los caudillos Indíbil y Mandonio, hacia el año 205 a. C. libraron una cruenta guerra que acabó con la muerte de ambos personajes, la derrota de su pueblo y la esclavitud para los supervivientes. En su avance hacia la meseta, los romanos tendrían que librar otra cruenta guerra (llamada por los historiadores guerras celtibero—lusitanas) desde el 155 al 133 a. C. Eran estos pueblos poco refinados en su manera de vivir y se dedicaban fundamentalmente a la ganadería seminómada y en sus constantes movimientos chocaron con los romanos. O los romanos chocaron con ellos, pues en el año 150 a. C. el pretor Galba había perpetrado una gran matanza de lusitanos cuando, reunidos y desarmados con la promesa de repartición de tierras, acuchilló o esclavizó a los reunidos sin compasión. Uno de los supervivientes, Viriato, cuenta la tradición que juró venganza y odio eterno a los romanos; el resultado fue que durante años llevó a cabo una lucha de guerrillas que puso en jaque a los romanos en diversas ocasiones hasta que la llegada de un ejército consular al mando de Fabio Máximo (de la familia Escipión) enderezó la situación en favor de los romanos. La división de los lusitanos, algunos de los cuales propugnaban un acuerdo con los romanos, propició que Viriato fuera asesinado, cuando dormía, por tres de sus colaboradores. Era el año 139 a. C. y, para que conste, los traidores se llamaban Audax, Ditalcón y Minuro. Dice la tradición que cuando estos fueron a buscar su recompensa ante las autoridades romanas estas les contestaron que Roma no pagaba a traidores. ¡Qué bonito si fuera cierto!

Tras la muerte de Viriato continuó la lucha de los lusitanos y celtiberos de la meseta; los romanos tampoco pararon y en sus incursiones llegarían hasta Galicia. Para el dominio total de la zona, los romanos tendrían que hacerse con un último foco de resistencia: Numancia. Numancia era una antigua ciudad de una de las tribus celtibéricas, los arévacos, y sus orígenes se sitúan entre los siglos II y I a. C. Los acontecimientos que habrían de llevar a la destrucción de Numancia empezaron cuando una ciudad de la zona, Segeda, de las tribus de los belos, quiso ensanchar sus murallas, cosa a la que los romanos no estaban dispuestos. Los belos fueron derrotados y los supervivientes buscaron apoyo y refugio en Numancia. Los romanos asediaron durante diez años la ciudad hasta que el Senado romano decide acabar con la situación y envía a Cornelio Escipión Emiliano (el vencedor de Cartago); este primero disciplinó a los cincuenta mil hombres que disponía para acabar con los cuatro mil celtíberos que se encontraban dentro de las murallas numantinas; luego, montó una serie de campamentos alrededor de la ciudad y se dispuso a doblegarla por el hambre. En el verano del 133 a. C. (recuerden la fecha, a veces sale en preguntas tipo test) los numantinos que sobrevivían se rindieron; antes, muchos se suicidaron y otros se quemaron vivos. Escipión acabó con lo que quedaba de la ciudad y repartió a los supervivientes como esclavos; él se reservó cincuenta para exhibirlos en triunfo en Roma. Los restos de Numancia se encuentran en un cerro cerca de la ciudad de Soria. Merece la pena una visita.

Hispania romana Con la caída de Numancia quedaba casi toda la meseta en manos - фото 6

Hispania romana

Con la caída de Numancia quedaba casi toda la meseta en manos de Roma; solo resistían los cántabros, los astures y los vascones, en las estribaciones montañosas del norte de la península. En el año 123 a. C. el cónsul Cecilio Metelo conquista las Baleares y funda dos colonias: Palma y Pollentia. Los romanos ya habían empezado a fundar colonias —que con el tiempo se convertirían en ciudades— en los límites de sus dominios, como forma de defender sus posesiones y como factor de atracción a otros pueblos; así surgen Graccurris (Alfaro), Iliturgi (Mengíbar, Jaén) y, en el año 170 a. C., Carteia (Algeciras), primera colonia latina fuera de Italia, para albergar cuatro mil hijos de soldados romanos y mujeres indígenas que solicitaban al Senado un status jurídico superior al que tenían; según las leyes, los hijos de un ciudadano solo podían ser reconocidos como ciudadanos si la madre era ciudadana; el pretor Canuleyo, en nombre del Senado, los hizo libres y con la concesión de tierras en Carteia les otorgó el estatuto de latinidad. Llama la atención que ese mismo estatuto se concediera a los antiguos pobladores de la ciudad. Un caso semejante sucedió con la colonia de Córdoba, fundada por Marcelo en el 168 o 152 a. C. donde con el establecimiento de colonos se concedió la ciudadanía a numerosos indígenas. Ambas fundaciones indican la existencia de un grupo importante de colonos, romanos e itálicos, en su mayoría antiguos soldados que tras su licenciamiento decidieron quedarse en la península como agricultores, convirtiéndose en un factor más de romanización.

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