–¿De El Clave ? –le pregunté, seguro de que algo no iba bien.
–Sí. ¿Tú lo tocas?
Ni pensarlo, apenas si había llegado a los «Pequeños preludios». ¡Ah!, pues había algunos muy bonitos, que si me acordaba de ese que empieza: tatá tatá, y luego entra la segunda voz: tatítata, tatí. A ése no había llegado, pero lo conocía.
Así debe llover en Polonia. Es una lluvia triste. O tal vez no sea tanto la lluvia sino la crujía, el patio rodeado de puertas cerradas, el viento en el pasillo; porque en cu, cuando se ve venir la lluvia desde el Ajusco, es muy distinto. La cumbre verde queda oculta por los nubarrones y desde el salón de clase se ve bajar la lluvia por la ladera hasta que llega a la arbolada de Radio Universidad, luego moja la torre de la Rectoría y, finalmente, azota los cristales del salón. Como una función del número de reforzamiento previos y otros parámetros… la curva de extinción y cadenas de respuestas Skiner que si exponencial pero no cuando condicionamiento e-e. ¿Qué? ¡Ya no entendí nada! Oye, Marjorie. ¡Psst!, ¿qué dijo del condicionamiento e-e? ¿Del e-e? Nada, está hablando de Skiner. ¡Ah! Después me prestas tus apuntes. Debe ser la crujía porque en cu la lluvia es muy distinta, sobre todo cuando llega por atrás del Ajusco y empeza a bajar la ladera verde hasta que alcanza la arboleda de Radio Universidad, donde se ve salir la torre roja y blanca de la antena. Cuando está de buenas, dice De la Vega, te da cualquier cosa; hasta las nalgas, si se las pides; pero si esta de malas, no sólo te las niega, sino que es capaz de ponerse una ratonera… ¡pas! ¡Te imaginas! Acaba de asomarse una rata del tamaño de un conejo. Ya se habían acabado, pero empiezan a salir de nuevo, y dicen que por cada rata que se ve hay cien más. Es noviembre, dentro de seis meses me va decir Arturo que Selma no se quitó ni en el parto las pestañas postizas y no voy a saber si es cierto o se trata de otro cuento de Visitación. Como aquel del cesto de ropa sucia donde me caí. Selma es capaz de hacerlo y Visitación de inventarlo. En los dos esas cosas son «su de por sí». ¿Y por qué Polonia precisamente? ¡Y aquella espantosa Venus de Milo con una bandera norteamericana enredada en el toliro, como diría el Pino! Era el colmo. ¡Y con una luna en un pecho! Cuando la vi casi me vomito, ¡uagh! ¿Qué te parece? Muy original, le respondí. Uno ve bonitas muchas cosas o, más bien, trata de verlas. A la mitad de la manifestación del 1º de agosto también llovió. El rector y toda la... ¿cómo se dice? Es una de esas palabras que yo nunca uso. Como la otra palabrita que le oí por primera vez a Escudero: «coptado». Cuando le oí decir que a alguien lo habían «coptado» pensé: «Pobrecito, ¿por qué le habrán hecho eso?» Después me sonó a mentada de madre, fue cuando dijo: «Es un coptado.» Luego me enteré de que eran los seleccionados sin votación pero como nunca busqué en un diccionario, todavía no estoy seguro y nunca digo que «coptemos» a alguien porque a lo mejor se ofende. Pero esa no era la palabrita, sino «descubierta». Pues bien, el rector y toda la descubierta se tapaban con los periódicos que nos arrojaban desde el multifamiliar. En todas las ventanas había gente aplaudiendo y arrojando periódicos para que nos protegiéramos de la lluvia. A dos cuadras del lugar donde dimos vuelta para emprender el regreso por la avenida Coyoacán estaba el Ejército con ametralladoras montadas sobre camiones y con transportes militares en las bocacalles. Esta manifestación nos había tenido varias noches sin dormir porque en un principio la policía negó el permiso para efectuarla. Si no se daba autorización el rector no iría y de seguro tampoco los directores de facultades ni muchos maestros. Pero lo más grave era que podía causarse una grave división en la Universidad. Veinticuatro horas antes, cuando supimos que el rector no encabezaría la manifestación, nos habíamos reunido los universitarios con los representantes del Poli y no habíamos logrado sacar un acuerdo conjunto. El cnh aún no empezaba a existir. Durante toda la noche estuvimos discutiendo en un pequeño salón de la Escuela de Economía, en cu. Todas las facultades estaban en paro, pero las huelgas indefinidas no se habían consolidado. La participación de Barros Sierra era necesaria para unir a la Universidad, sobre todo si tomábamos en cuenta que las facultades del «ala técnica» siempre se mostraban reacias a participar en una huelga. El atentado contra la preparatoria había caldeado los ánimos y la indignación de los estudiantes exigía una medida enérgica como respuesta a la agresión militar. Ésta no podía ser otra que una manifestación encabezada por las más altas autoridades universitarias y todos los directores de las facultades, escuelas e institutos. Sin el rector la manifestación perdía todo su carácter universitario para quedar, simplemente, en estudiantil. Pero, además, la ausencia de éste hacía peligrar la difícil unidad de todas las facultades universitarias, tan heterogéneas en su población.
Cuando conocimos las razones por las que Barros Sierra no encabezaría la manifestación, la situación se tornó más violenta. Si le negaban la autorización era porque estaban dispuestos a reprimir cualquier intento de efectuarla, y no con policías y granaderos, como era tradicional, sino con el Ejército. Si habían entrado a dos preparatorias y a dos vocacionales en unas horas, ¿cómo no pensar que impedirían la salida de cincuenta mil estudiantes por las calles de la ciudad?
El Poli y algunas facultades de la Universidad estaban dispuestos a realizar la manifestación con o sin el permiso. Pero los delegados de Filosofía, entre otros, argumentábamos que una negativa a Barros Sierra debiera interpretarse como represión segura. A nuestro parecer la manifestación, en esas condiciones, debía suspenderse. Los politécnicos, con toda razón, respondían que el requisito de solicitar permiso a la policía para protestar contra la brutalidad policiaca era anticonstitucional, ya que hacía depender un derecho irrenunciable del humor de un gendarme y, sobre todo, impedía toda auténtica manifestación de protesta para permitir sólo los «apoyos» a la política del presidente en turno. Lo anterior era indiscutible, pero también lo era que no nos enfrentaríamos a los granaderos. Un encuentro con este cuerpo policiaco podía no ser grave si la manifestación era numerosa, de ser así ni siquiera intervendrían; pero acordonando la cu no estarían ellos, sino el Ejército, que ya patrullaba la ciudad.
–¡Pues nosotros saldremos con o sin el rector! Si los universitarios lo necesitan para salir a la calle, nosotros no –concluyó uno de los representantes politécnicos.
–¡Nosotros también saldremos con o sin el rector, pero no con o sin permiso! Si no hay permiso para mañana a las cuatro de la tarde no saldrán de nuestras escuelas sino aquellos que quieran hacerlo después de oírnos; ¡y diremos que no vayan!
En la madrugada se terminó la reunión. El Poli traería camiones a la cu y saldrían. Ciencias, Medicina y otras facultades resolvieron lo mismo. Nosotros salimos a buscar la manera de que Barros Sierra asistiera a la manifestación, aunque no hubiera permiso. Pensábamos que la presencia del Consejo Universitario, el rector y los maestros, impediría, posiblemente, la agresión directa por parte del Ejército.
–En todo caso pondrán una barrera, o algo así; y si Barros Sierra va adelante no pasará nada, volveremos por la primera calle lateral. Pero si enfrente sólo hay estudiantes…
En cu nadie dormía. En todas las facultades se observaba movimiento, todas las luces estaban encendidas. La torre de la Rectoría era como un panal iluminado. Pronto serían las cuatro de la mañana.
Poco antes de amanecer llamé a la oficina del director de Servicios Sociales, Julio González Tejada, seguro de que habría alguna secretaria que me diera el teléfono particular del director. Necesitaba saber si, en el curso de la noche, las autoridades habían continuado los trámites para obtener el permiso, o si se podía influir de alguna manera para que encabezaran la manifestación de cualquier forma. Descolgaron y al otro extremo de la línea respondió una voz enronquecida por la desvelada y el nerviosismo.
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